Muere Alejandro Ibáñez, jefe de Arqueología de la Junta en Córdoba
Obituario
Nacido en Bujalance, ha fallecido a los 70 años, después de meses en los que la enfermedad le obligó a retirarse de un puesto de trabajo que ha defendido durante cuatro décadas
“Córdoba es una ciudad superpuesta y vivimos en el mismo solar desde hace algunos milenios”
"En la Delegación estamos acostumbrados a buscar tesoros"
Hablar de arqueología en Córdoba y su provincia es hablar de Alejandro Ibáñez Castro, quien, como él mismo defendía en una entrevista en este periódico, estaba acostumbrado a buscar tesoros en el ejercicio de su trabajo. Un trabajo exquisito el suyo realizado con mucho amor, como, por ejemplo, el amor que le puso a la restauración del Castillo de Belalcázar. "Ahora mismo, el castillo de Belalcázar está muy mimado. Consiguió comprarlo la Junta con mucho esfuerzo y le hemos echado mucho dinero hasta convertirlo en una maravilla", defendía en su última entrevista en este diario.
Alejandro, quien hace años fue columnista de el Día ha muerto esta viernes tras una larga enfermedad. Un cáncer de pulmón le ha arrebatado la vida a los 70 años. Nacido en Bujalance, se licenció Geografía e Historia en 1976 en la primera promoción de la Universidad de Córdoba (UCO). Fue profesor de Departamento de Historia Antigua de la Facultad de Filosofía y Letras entre 1976 y 1984 donde realizó su tesis de licenciatura sobre la Córdoba romana. Desde 1984 trabajaba en la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía como arqueólogo provincial dedicado a la protección, conservación y difusión del patrimonio arqueológico de Córdoba y provincia.
Además, realizó cursos sobre dirección de equipos de trabajo, interpretación y presentación de sitios arqueológicos, gestión del patrimonio histórico o actuaciones administrativas y penales en defensa del mismo. Participó también en numerosos congresos, simposios, reuniones científicas, cursos y conferencias relacionados con el patrimonio cultural y desde hace décadas se dedicaba a la interpretación de la cocina histórica mediante la práctica activa de la arqueogastronomía. "Cuando hablo de gastronomía, yo mismo me defino como un aqueogastrónomo", defendía. También publicó libros, como la novela Pesadilla arqueológica, la llegada de una vidente a una tranquila pedanía para rescatar un fabuloso tesoro altera el orden público.
En su última entrevista concedida a este periódico defendía que “Córdoba es una ciudad superpuesta; vivimos en el mismo solar desde hace algunos milenios”. Alejandro Ibáñez era una referencia de profesión, la de arqueólogo, que no siempre ha gozado de excesiva popularidad, pero de la que siempre se sintió muy orgulloso. Durante trabajo en los servicios de arqueología de la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía en Córdoba -este año iba a cumplir cuatro décadas- vivió periodos muy complicados, en los que la labor de defensa del patrimonio no era precisamente la mejor carta de presentación ante la sociedad y algunas instituciones. "Hay muchos eruditos que presumen en redes sociales, pero que en realidad nos siguen viendo a los defensores del patrimonio como un estorbo. Tenga en cuenta que tenemos un papel muy feo. Nuestro rol es el de la ley por delante y la legislación no permite que se hagan ciertas cosas. Cuando llegas a un sitio y hay que aplicar esa ley, no siempre es del gusto de todos", defendía.
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