Muere Julio Anguita

El exalcalde de Córdoba ha fallecido este sábado pasadas las 11.00 en el Hospital Reina Sofía

Especial Julio Anguita: diez momentos para recordar al histórico líder de Izquierda Unida

Julio Anguita, retratado hace unos años.
Julio Anguita, retratado hace unos años. / El Día
Noelia Santos

16 de mayo 2020 - 11:52

Julio Anguita, exalcalde de Córdoba, faro de la izquierda en España, figura clave en la política nacional de la democracia, ferviente defensor de la república, ha muerto a los 78 años al no poder vencer las complicaciones derivadas de una dolencia cardiorrespiratoria que arrastraba desde hace años. El exregidor, el Califa rojo como popularmente se le conocía, ingresó el sábado 9 de mayo en el Hospital Reina Sofía de Córdoba por una dolencia cardíaca y ha estado hospitalizado desde entonces en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Anguita no ha logrado superar este trance y su vida se ha apagado para siempre. Quedan sus ideas, sus pensamientos, sus reflexiones sobre la actualidad, notas al pie de página que han sido guía para varias generaciones.

Político de los que dejan huella, Anguita era de esos alcaldes que siempre serán alcaldes. Acudían a él los más jóvenes para escuchar sus opiniones incluso cuando ya llevaba años retirado de la vida de la política activa y muchos atendían su palabra como quien se sienta a las faldas del abuelo a que le relate todas las aventuras que ha vivido.

Y Anguita vivió muchas. Nació en Fuengirola (Málaga) en noviembre del 1941 y residía en Córdoba desde los cinco años. Estudió Magisterio y se licenció en Historia por la Universidad de Barcelona. Se unió al Partido Comunista en 1972, cinco años antes de que fuera legalizado. Precisamente, el año en que salió de la clandestinidad, Anguita accedió al comité central del partido en Andalucía, aunque un año antes ya estaba en el provincial de Córdoba.

Uno de los hitos más importantes de su historia política es su acceso a la Alcaldía de Córdoba en 1979. Anguita se convirtió, tras consensuar un gobierno con el resto de fuerzas políticas porque no obtuvo mayoría absoluta, en el primer (y único) alcalde comunista de una capital de provincia en España. Él mismo contaba que no se esperaban la victoria, aunque sí sabían que los datos no iban a ser malos. La razón, según relataba, la organización, siempre clave en su discurso. Ayudó, y mucho, que el partido estuviera muy presente en las fábricas y en las asociaciones de vecinos.

Primera corporación municipal.
Primera corporación municipal. / Ricardo

Las relaciones con el PSOE y la Unión de Centro Democrática (UCD) no fueron buenas, pero Anguita consiguió poco a poco convertirse en El Alcalde de Córdoba, con mayúsculas, y arrasó en las siguientes municipales, las del año 83.

Ya con mayoría absoluta y con Herminio Trigo a su lado (que le sucedería en Capitulares), Anguita empezó a ser conocido como el Califa Rojo. No completó el mandato, ya que dimitió en 1986 tras numerosos enfrentamientos con el Gobierno central (en manos del PSOE de Felipe González) y con muchos sectores de la ciudad, en su contra a raíz de su política urbanística.

En una entrevista concedida hace poco más de un año con motivo del 40 aniversario de los primeros ayuntamientos democráticos tras el franquismo, Anguita afirmaba: "Yo nunca fui un alcalde suave. Es más, nunca me ha gustado el populismo". Y recordaba que, cuando llegó al poder municipal, "los ayuntamientos eran los administradores de la miseria". "Una máquina muy desvencijada con un sistema de impuestos muy antiguo. Se pagaba por canales, por las ventanas, por las rejas", relataba. El poder había cambiado, y él lo sabía. Había pasado del gobernador civil a las manos de alguien elegido por el pueblo. Eso provocó que tanto a él como a su familia le llegaran anónimos y amenazas y el partido le puso escolta. Anguita se negó en rotundo a llevar protección y optó fue sacarse la licencia de armas.

Tras su etapa de alcalde, Anguita se enrola como candidato de Izquierda Unida (IU) para la Junta de Andalucía. Dos años después, ya sería secretario general del PCE, y en el 89 da el salto al Congreso de los Diputados (ya se había presentado en el 77).

Julio Anguita, junto a Gaspar Llamazares.
Julio Anguita, junto a Gaspar Llamazares. / J.L.CEREIJIDO / EFE

Con él al frente, IU consiguió los mejores resultados de su historia y, también con él en sus filas, se definieron algunos de los principios básicos programáticos de la coalición. Para la historia quedará su ya célebre frase: "Programa, programa, programa; lo demás son juegos malabares". Que venía a decir, a grandes rasgos y en una de sus muchas vertientes, "con el PSOE se pacta bajo acuerdos programáticos y no por sistema".

Arrastraba problemas cardíacos desde hacía años y a finales de los 90 Francisco Frutos le sucede en la candidatura a la Presidencia del Gobierno y al frente del PCE. También se fue de la coordinación general de IU y fue sustituido por Gaspar Llamazares. En su día, Anguita se refirió a esos problemas de salud para justificar su salida, aunque años después reconocería que habían sido sus diferencias de pensamiento con el partido las que le habían hecho abandonar (seguía defendiendo su "programa, programa, programa").

Tras esto, regresa a su labor de profesor y empieza a dar Historia en el instituto Blas Infante de Fátima.

"Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen"

Uno de los sucesos más dramáticos de la vida de Julio Anguita fue la muerte de su hijo Julio Anguita Parrado. El periodista murió alcanzado por un misil en la guerra de Irak y su padre recibió la noticia cuando iba a intervenir en un acto en Madrid.

Llegada de los restos de Julio Anguita Parrado a España.
Llegada de los restos de Julio Anguita Parrado a España. / Olga Labrador / Efe

Para el recuerdo quedarán las palabras que pronunció tras recibir la noticia: "Mi hijo mayor, de 32 años, acaba de morir, cumpliendo sus obligaciones de corresponsal de guerra. Hace 20 días estuvo conmigo y me dijo que quería ir a la primera línea. Los que han leído sus crónicas saben que era un hombre muy abierto y buen periodista. Ha cumplido con su deber y yo por tanto voy a dirigir la palabra para cumplir con el mío. Ha sido un misil iraquí, pero es igual, lo único que puedo decir es que vendré en otra ocasión y seguiré combatiendo por la tercera república. Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen".

Cuando te toca morir en tiempos como el actual, donde el abrazo no llega y el duelo más que nunca es interno y solo interno, la sensación que queda es la de una despedida a medias. La muerte de Anguita supondrá, sin ninguna duda, una marca indeleble en la historia política y social de este país, que siempre le ha considerado uno de los mejores políticos y oradores. Anguita se va, pero quedan sus pensamientos, sus reflexiones y sus ideas, claves para entender la Córdoba actual y la vida política en España en el último tercio del siglo XX.

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