Mujer y extranjera, el doble estigma que superan las inmigrantes en Córdoba
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En 'el Día' contamos la historia de dos mujeres que han tenido que superar distintos obstáculos para alcanzar su lugar seguro en Córdoba: Kadijatou Jallow, que huyó de Gambia porque le querían "obligar" a casarse "con un hombre mayor" y Mara Domínguez, que sueña con compaginar su peluquería con un consultorio psicológico para abordar trastornos de belleza
De todos los migrantes que hay en Córdoba, 21.845 según la última actualización del Instituto Nacional de Estadística (INE), más de la mitad, 11.612, son mujeres. Ser mujer y migrante les cuesta sufrir una doble discriminación y un estigma social que con los años, la integración en el sistema socioeconómico y el intercambio cultural, muchas de ellas consiguen vencer. Hoy, Día Internacional de la Mujer, el Día recoge historias de mujeres inmigrantes que han conseguido en Córdoba su lugar seguro en el mundo.
"Me querían obligar a casarme con un hombre mayor"
Kadijatou Jallow nació en Gambia, un pequeño país de de África Occidental, rodeado por Senegal, en el que la inclusión o el respeto a los derechos humanos de las mujeres "no existe". Jallow huyó, huyó primero a otra ciudad de su país porque "mi familia me quería obligar a casarme con un hombre de 61 años, un hombre con dinero, yo tenía 15 años". Esta practica aún hoy es común en muchos países del continente africano y ella nunca estuvo dispuesta a ser una más de las que "dejan de estudiar para tener un marido, las mujeres no pueden estudiar ni trabajar".
Ha escapado siempre, sabía que quería ser libre y aunque el costo sería alto, huyó de nuevo. Con 20 años llegó a España embarazada de mellizos tras casarse en Gambia con un hombre de 30 años, con el que vive en Córdoba. Su padrastro, al enterarse de su embarazo, quiso hacerla abortar: "me ha amenazado con venir a buscarme y matar a mis hijos", cuenta entre lágrimas y afirma que en su país "los hombres son violentos, le pegan a las mujeres".
Es musulmana y en su familia era obligatorio el uso del hiyab, del que se despojó una vez dejó su casa en Gambia para no volver. Tras haber dormido en las calles de Valencia, estando embarazada, Kadijatou Jallow ahora trabaja en la hostelería de Córdoba, como ayudante de cocina, un sueldo con el que mantiene su hogar mientras su marido intenta entrar en el mercado laboral y aunque aún está aprendiendo castellano, se siente tranquila en la ciudad.
"Estoy tranquila, como yo quería, mi vida es para mi, trabajo, mis hijos van al colegio" y quiere que su hija también sea libre, que no viva todo lo que ella, con apenas 23 años, ha tenido que vivir.
Los sueños de superación de Mara Domínguez
Mara Domínguez llegó a España hace ya 15 años, cuando la situación política en su país, Venezuela, empeoraba cada día. Los primeros años fueron de mucha dificultad para legalizar su estatus migratorio y conseguir un empleo estable. Hace ya cuatro años que "me cansé de trabajar para otras personas y decidí montar mi propio negocio, en la peluquería conseguí trabajo inmediato", cuenta desde su local, en la Urbanización Parque de las Avenidas 1.
Su objetivo, sin embargo, es compaginar la peluquería con su otra profesión, la psicología, y poner en marcha un consultorio para tratar trastornos asociados a la imagen y la belleza, desde trastornos alimenticios hasta personas que se tiran del cabello o que son adictas a las cirugías estéticas. Sin embargo, el haber vivido las dos crisis en España ha hecho que "todo vaya muy lento".
"Llegué a Córdoba para empezar de cero y pensaban que estaba loca por abrir una peluquería sin tener clientes ni conocer a nadie", cuenta Domínguez, que ahora también es madre de un niño de cinco años y considera que "como mujer es complicado trabajar y llevar la casa e hijos".
A pesar de todo, Mara se considera "una afortunada, miro a mi alrededor y a veces es lamentable la situación de muchas mujeres". Y lo sabe bien porque participa en talleres de imagen personal en Cruz Roja dedicados a las mujeres y su empoderamiento para mejorar en el ámbito laboral. "Mi trabajo es cambiar la imagen física, cortarles el cabello, orientar en los colores que le favorecen, los peinados que pueden hacerse en casa para aumentar su autoestima y confianza", cuenta.
En sus talleres se ha encontrado historias duras. "Algunas chicas tienen la realidad distorsionada en cuestión de imagen, una autoestima muy baja, han sido abandonadas por sus parejas o maltratadas, se sienten incapaces de reinventarse y ven todo muy oscuro". Para Mara, "casi todo tiene solución pero no la ven, todas las mujeres somos capaces de ofrecerle algo a la sociedad", expresa.
A las mujeres migrantes y que han sufrido discriminación o violencia les recomienda siempre buscar ayuda. "Siempre hay un sitio donde te pueden ayudar, hay que acudir a las instituciones, las asociaciones como Cruz Roja, que son profesionales en esto".
Las mujeres migrantes y la prostitución
En Cruz Roja los migrantes están integrados en todos los proyectos que impulsan, con atención, también, en el equipo de mujer. Ellas constituyen el 52% del total de los inmigrantes que llegan a la institución humanitaria en busca de ayuda, la mayoría provienen de Rumanía, Marruecos y Nigeria.
Entre las acciones que impulsa Cruz Roja en este sentido destaca la atención a las mujeres que ejercen la prostitución en las calles de Córdoba pues muchas de ellas son inmigrantes, la mayoría de Nigeria, Colombia y algunas de Rumanía.
Una unidad de atención sale dos veces a la semana a brindarles asistencia social, que va desde preservativos y material de higiene hasta atención social y seguimiento de sus procesos migratorios y legales en el país. "Muchas son víctimas de trata, de redes de explotación sexual, por lo que salir de allí es especialmente complicado para ellas", explica la responsable del programa de Inmigrantes, Nayra Aparicio, al tiempo que afirma que la institución ha optado por ayudar a que "ejerzan de la manera más segura posible" mientras logran mejorar su empleabilidad.
Y es que el mercado laboral y las oportunidades para las mujeres migrantes se ciñen, en la mayoría de los casos, a las labores domésticas, de cuidados y servicios, empleos "precarizados y de baja remuneración" donde también es muy común ver mujeres en situación irregular y con contratos precarios "que deben aceptar por la situación en la que están".
Desde Cruz Roja, de hecho, explican que existen aún muchos prejuicios vinculados al origen árabe de muchos de los migrantes que llegan a Córdoba, racismo y xenofobia que suelen ser "más complicados en mujeres porque sus vidas son encargarse de sus familias y sus hijos, estar en casa mientras sus maridos buscan trabajo, están más aisladas, sus maridos no las dejan asistir a cursos donde hay hombres y es más difícil trabajar con ellas", explica.
Además, el idioma suele ser una barrera importante entre estas mujeres y el mundo que les rodea, una barrera que no tienen las hispanohablantes, por ejemplo. Desde Cruz Roja aprovechan los talleres y la formación en el idioma castellano para incluir otros temas de conversación como la salud reproductiva y sexual, la violencia de género y que tengan "un espacio de libertad", al menos por unas horas.
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