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Museo Arqueológico de Córdoba: encuentro de culturas
La investigación en distintas ramas de las Humanidades, y en concreto en el caso de la Arqueología, ha alcanzado en los últimos años un destacado avance; ello se debe en parte a la creación de institutos y proyectos de investigación de muy reconocida solvencia en ciudades como Mérida, Tarragona o Cartagena (Instituto de Arqueología de Mérida-CSIC; Institut Catalá d’Arqueologia Classica en Tarragona y el Proyecto del Parque Arqueológico del Molinete en Cartagena). En Córdoba no hay nada parecido a ello; y no se piense que voy a hacer mención a esta peculiar circunstancia más allá de esta alusión porque voces más ilustradas que la mía ya han reflexionado al respecto en más de una ocasión.
Esta realidad en el caso de Córdoba obliga, a quienes hacemos de la investigación no sólo una profesión compartida con la docencia sino también una vocación, a explotar al máximo las sinergias para avanzar en el conocimiento del pasado. El historiador, y el arqueólogo lo es, necesita de unos materiales determinados sobre los que trabajar; a dicho material se le conoce como fuente histórica y puede ser de muy diversa índole; tal vez se nos vincula a menudo con los materiales procedentes de excavaciones arqueológicas, pero no siempre es así dado que las piezas conocidas de antiguo que forman parte de colecciones públicas o privadas también son un excelente punto de partida para la investigación. Y es aquí donde deseo exponer la experiencia que desde hace años llevo desarrollando con el Museo Arqueológico de Córdoba.
El volumen de material que custodia y protege este Museo no se ciñe sólo a las piezas expuestas en las Salas en su sede de la Plaza de Jerónimo Páez, la colección allí mostrada se complementa con otros materiales que forman los fondos de reserva de esta institución y que en la actualidad están almacenados en el imponente edificio del antiguo Silo de Córdoba; éste será el protagonista de estos párrafos porque gracias a un proyecto financiado por el BBVA se ha llevado en los tres últimos años un proyecto de investigación que parte de la realización de un catálogo de todo el material romano (escultura y arquitectura bajo mi dirección con un número total de piezas que supera las 1600) y de los mosaicos romanos (bajo la del prof. Ángel Ventura) custodiados en este área de reservas del museo. Y a partir de dicho catálogo desarrollamos nuevas investigaciones contando con las nuevas tecnologías y la realidad virtual.
Esta tarea ha sido realizada en colaboración entre el Grupo de Investigación que dirijo en el Área de Arqueología de la Universidad de Córdoba y el Museo Arqueológico de esta ciudad y ha proporcionado interesantes novedades que suponen profundizar en el conocimiento de la Córdoba romana, lo que se irá ampliando próximamente.
Además de los resultados científicos de este Proyecto, me gustaría señalar otros logros alcanzados con esta tarea, como el de fomentar la colaboración institucional entre la Consejería de Turismo, Cultura y Deporte y la Universidad de Córdoba, porque el Museo ha acogido y facilitado, además del nuestro, numerosos proyectos con diversos grupos de la UCO, especialmente en las áreas de Arqueología, Prehistoria e Historia Medieval, e incluso de Química. En este sentido, la aplicación de nuevos métodos nos permite abarcar nuevos terrenos antes vedados que conllevan allanar algo más las fronteras del conocimiento.
Obviamente, no es fácil el manejo en el caso de las 1600 piezas que antes comentamos; los problemas con que nos encontramos ante este material viene dado por diversas circunstancias históricas algunas de ellas vinculadas con la forma de ingreso en el Museo y con su estado de conservación. Desde que el Museo se creó en 1867, las piezas han ingresado de muy diversas formas (donación, como resultado de excavaciones, incautaciones, compras, hallazgos casuales...) y su estado de conservación es el resultado lógico de la vida tan azarosa que ha tenido la ciudad de Córdoba, donde el fenómeno del reaprovechamiento y reempleo ha afectado de forma sustancial al material empleado en la construcción y ornato de la ciudad romana.
Por ello aplicamos ciertos filtros para intentar aunar todas aquellas piezas que tengan similares caracteres; si observamos que distintos fragmentos tienen características semejantes (mismo material en el que están labradas, similar decoración en sus molduras o elementos ornamentales, iguales dimensiones…), entonces podemos probar a ensamblarlas mediante métodos de virtualización, algo que ha tenido éxito y que, como ejemplo, nos ha permitido recuperar una cornisa a partir de once fragmentos de distintas procedencias y fechas de ingreso, cornisa que por la decoración con hojas de laurel debió estar vinculada a algún edificio relacionado con el dios Apolo. Con la misma metodología se ha podido reconstruir un altar con motivos dionisiacos (culto a Baco) que posiblemente estuvo en algún lugar del teatro romano. Del mismo modo se ha podido restituir una escultura de Mercurio a partir de fragmentos colosales que dan como resultado una escultura de cuatro metros de altura, y no es la única en esta ciudad que alcanza estas dimensiones colosales.
Otro método empleado es el que trata de reconstruir una escultura a partir de un fragmento que debe contar necesariamente con algunos atributos que definan con claridad a la figura y a partir de ahí crear un modelo virtual buscando similitudes con esculturas completas conocidas y conservadas en otros Museos; ejemplo de esta forma de actuar es la figura del dios Apolo, de un tamaño superior al natural y procedente de la calle La Pierna.
Por ello, la colaboración establecida con el Museo y el análisis de todo el material custodiado en las reservas será de enorme importancia para conocer más y mejor la historia de nuestra ciudad.
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