Toda una vida ligada al tren

LOS OLIVOS BORRACHOS

El ferrocarril fue el germen de un barrio en el que sus gentes conservan un gran espíritu de convivencia, el de una especie de pueblo dentro de la gran ciudad

Panorámica de la zona, con la iglesia en primer término y el silo, al fondo. / Juan Ayala
F. J. Cantador

10 de diciembre 2017 - 02:33

La vida de Los Olivos Borrachos, barrio que cumple 100 años, es una vida entera ligada al tren. "A comienzos de los años 20 del siglo pasado en las proximidades de lo que son Los Olivos Borrachos se ubicaron los muelles y talleres del ferrocarril de Córdoba. Dicha actividad económica generó demanda de mano de obra y fue este el germen de lo que hoy es el barrio", cuenta el presidente de la Asociación Vecinal de Los Olivos Borrachos, Rafael Castilla. "Las familias del ferrocarril encontraron en la necesidad de estar cerca de su sustento una excusa perfecta para echar raíces. El barrio nació a partir de lo que hoy conocemos como la calle José Alcaide Irlán, camino que fue antes de ida y vuelta al trabajo", añade. De esta forma aparecieron las primeras casas, viviendas humildes y muy precarias, "construidas con lo que había de sobra, como carbonilla de los trenes, barro o paja prensada… como después ocurrió en otros barrios de la ciudad como el Campo de la Verdad, Cañero, el Zumbacón o el Barrio del Naranjo", relata.

Los vecinos de Los Olivos Borrachos conocen bien su centenaria historia, pero lo que no tienen muy claro es el por qué del nombre del barrio. Sobre el topónimo se barajan varias hipótesis, tal y como explica Rafael Castilla. "Quizás es fruto de las celebraciones regadas con el buen caldo que da la tierra, de esos peroles de familiares y amigos; o tal vez se deba a la siembra de olivos con escaso criterio que se hizo entonces y que simula los andares sinuosos de una figura ebria… lo único cierto es que durante el franquismo hubo un intento de cambiar el nombre a Barriada de Occidente, intento que nunca acabó por arraigar", explica. No son las únicas hipótesis. Rafael Castilla detalla que "al mismo tiempo y seguramente por las mismas circunstancias", los trabajadores de la Electromecánica se fueron instalando en el barrio, favorecieron el crecimiento y desarrollo del mismo, "barrio que llegó a tener un considerable número de habitantes, unos 15.000, ubicándose en él más de 40 empresas y contando con un colegio, un cine y locales y negocios que propiciaron la convivencia de los vecinos. Con los años se llegó a llamar Barrio de Poniente. Como curiosidad, a pesar de denominarse Barrio de Poniente, el humor a pie de calle, y con lo fácil del juego de palabras, se dice que había olivos y que los olivareros mandaban en el descanso a los niños al bar a por vino y que en el bar les preguntaban ¿esto que es para los borrachos de los olivos?", apunta. Sea como sea, en 1931 ya se le denominaba Los Olivos Borrachos.

El barrio sufre dos barreras arquitectónicas que le impiden crecer, las vías y la avenida

Una de las personas que mejor conoce cómo ha cambiado el barrio en los últimos 60 años es Fernando Vico, uno de los expresidentes que ha tenido la asociación vecinal. Fernando cuenta que "este barrio no tenía entrada ninguna y teníamos que pasar por la orilla de la vía, porque la única entrada era el Camino Viejo de Almodóvar, que estaba impracticable; desde que hicieron la avenida se han conseguido bastantes cosas, hemos conseguido que nos pongan en los años 80 un alumbrado público que no había y se consiguió una nueva red de agua potable -cuando un vecino abría un grifo los demás tenían que esperar a que lo cerrara, porque no había fuerza para todos-, y hemos conseguido que nos pavimentaran el barrio". "Lo hemos conseguido con los ayuntamientos democráticos", relata.

A pesar de esos logros que relata Fernando Vico, aún hay asignaturas pendientes por conseguir. Rafael Castilla insiste en que a lo largo de su historia, el barrio ha crecido junto a las vías "y con el paso del tiempo muchas cosas han cambiado. Durante la alcaldía de Herminio Trigo se luchó para que el AVE pasara por Córdoba, sin ninguna duda fue todo un acierto, pero a la vez esta circunstancia, a priori beneficiosa, dejó marcado al barrio negativamente, sufriendo en primera persona los inconvenientes hasta el día de hoy". "Sería un sueño cumplido ver las vías del tren soterradas al paso por nuestro barrio, como ya se ha hecho en otros barrios, y que ha propiciado el crecimiento y la modernización de dichas zonas; de hecho, ya existía en los 90 un proyecto para soterrarlas que está durmiendo el sueño de los justos", sentencia el presidente de la asociación vecinal. "Lo cierto es que hemos crecido con dos grandes murallas, dos grandes barreras arquitectónicas, que son parte de nuestra historia, pero queremos avanzar y buscar un equilibrio entre lo que fuimos lo que somos y lo que podemos ser, un barrio acorde a los tiempo modernos", puntualiza. Esa otra gran barrera arquitectónica de la que habla es la avenida Periodista Quesada Chacón. "El hecho de que estén las vías a un lado y la avenida Periodista Quesada Chacón a otro hace que el barrio tenga poco espacio para crecer, lo que ha provocado que se concentre en él la idiosincrasia de los barrios más típicos de Córdoba; es como si fuera un pueblo dentro de la ciudad. Ha sido una desventaja, pero a la vez ha fortalecido la relación entre la comunidad de vecinos", resalta Pilar Puerto, vocal del colectivo vecinal.

Quesada Chacón es una avenida con cinco carriles que pertenece a la Junta, mientras que la seguridad vial en vertical de la misma corresponde al Ayuntamiento. "Hay un problema de control de la velocidad, no se puede arreglar la carretera o no se puede modificar de tal forma que los vecinos dentro de Los Olivos Borrachos tengan la seguridad para acceder a determinadas cosas que son necesarias para la vida diaria, como médicos, centros cívicos... incluso esa seguridad vial no existe. Desde que estoy de presidente se han puesto cinco semáforos en esa vía", puntualiza Rafael Castilla. "No obstante, los coches pasan a unas velocidades extremas y no sabemos por qué no pueden sincronizar los semáforos como en Carlos III o la avenida de Cádiz, donde todos no se abren a la vez o se construyen badenes, forzando así a los coches a ir a una velocidad acorde con la ciudad", añade la tesorera de la asociación de vecinos, Dolores Marzo. "Lo que es cierto es que el barrio tiene un índice elevado de personas mayores y al tener una barrera arquitectónica como Periodista Quesada Chacón, demandamos el paso de la pasarela de San Adolfo que se proyectó en 2006, muy necesaria para acceder a centros de salud, a la Ciudad de la Justicia, al mercadillo...", incide Rafael Castilla.

Otra de las demandas históricas de los vecinos de Los Olivos Borrachos también tiene que ver con el tren, es el llamado tacón, ubicado en terrenos "que Adif dice que son suyos" y que estrangula el acceso al barrio "con una vía del tren que está muerta", apunta Pilar Puerto. "La alcaldesa ya ha llevado el problema a Madrid y se lo agradecemos. El Ayuntamiento ha hecho un esfuerzo y ha sido sensible con este tema. Somos conscientes de que las cosas no se solucionan de un día para otro, pero lo que pedimos es que no se eternice y que se encuentre una solución. La alcaldesa ha estado aquí y es consciente", añade. "Teníamos el compromiso de Adif de que el tacón desaparecería -quedándose el lugar como estaba antes- una vez que se terminara la línea del AVE, obras que duraron algunos años y por las que algunos vecinos sufrieron desperfectos graves en sus viviendas; en esa tesitura llevamos décadas", incide Fernando Vico.

"Otra de las cosas es que no tenemos un local para que las personas mayores desarrollen actividades; por ejemplo, es difícil que asistan a los cursos de Participación Ciudadana en los centros cívicos, ya que el desplazamiento es nulo, lógicamente, si se mueven es para cosas más necesarias, como para comprar comida, ir al médico...", comenta el presidente del colectivo vecinal. "Y ya puestos, demandamos también el arreglo de calles que se han quedado a medio arreglar, hay algunas incluso en las que la mitad del trazado está semipeatonalizado", refiere Dolores Marzo. "Eso sí, calles en las que aún pueden jugar los niños a la pelota, eso no ha cambiado con el paso de los años", añade.

Rafael Castilla insiste en que lo que tampoco ha cambiado con el paso de los años es que los vecinos de Los Olivos Borrachos son gente trabajadora. "Hoy muy lejos de aquellos primeros moradores (ferroviarios), son vecinos muy ligados al barrio, y no es raro escuchar con orgullo en boca de sus gentes eso de yo nací en los Olivos Borrachos", relata. "En su constante renovación, el barrio se ha nutrido de familias jóvenes, pero sin perder ese espíritu que nos hace cercanos por la singularidad del barrio. Tanto es así que hace siete años se derrumbaron unas casas de la calle Obispo Torres, no hubo que lamentar desgracias personales porque las familias pudieron ser desalojadas a tiempo, pero lo perdieron todo; el barrio se volcó en ayudar a estas familias, y esto es lo que hace grande a este barrio-pueblo que nació a las afueras de Córdoba y que a día de hoy, ya integrados dentro de la ciudad. seguimos manteniendo el espíritu olivareño", añade.

Si se pregunta a los vecinos por la historia de Los Olivos Borrachos, contarán que a partir de Arroyo del Moro, las vías del AVE y el Camino Viejo de Almodóvar comienza el barrio. Que por el Camino Viejo de Almodóvar desde la Plaza de Toros, a la derecha se encontraba la Huerta de la Marquesa y a continuación la herrería de los hermanos Peláez, y que en la esquina con la calle Fuente Obejuna había un bar, el de Sarmiento o el de Los 8 Millones -porque en el año 1957 tocó allí la Lotería del Niño-. También detallarán que siguiendo por el Camino Viejo, los siguientes negocios eran "el de Sarvi, la peluquería de Manolo y la churrería de Santi", que en la parte izquierda se encontraba la finca de Rafael Navarro, "un joyero de renombre de Córdoba", y que justo donde está el parque actual se ubicaba la vaquería de Los Guzmanes, y a su lado estaba el pilón, "donde se echaba a los que venían a buscar novia al barrio". Además, hablarán de la granja de Eulalia, "que tenía su entrada por donde está el puente de la Electro, donde antiguamente había un paso a nivel, "propiedad de don Antonio Luna, un afamado médico cordobés que vivía en la calle Blanco Belmonte y que, si no me equivoco, llegó a ser alcalde de Córdoba. Esta granja lindaba con la finca Higuera Gorda, donde hoy está el Mercadona, y con terrenos de Cenemesa", como cuenta un vecino.

Y también detallarán que el barrio tenía dos colegios, uno del patronato de Falange, "que se encontraba donde hoy está el hogar de recuperación de alcohólicos", y otro del Gobierno, "que estaba en casa de Gerónimo. En este lugar se celebraban las misas, porque aún no había iglesia". También dirán que para coger el autobús había que desplazarse hasta el barrio de las Delicias o hasta la residencia de Noreña, atravesando a pie las vías del tren, ya que hasta que no se construyó la avenida Periodista Quesada Chacón no se dispuso de un transporte público en el barrio. Y seguirán contando que...

Panorámica de la zona, con la iglesia en primer término y el silo, al fondo.

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