“Que los Patios sean Patrimonio de la Humanidad es una victoria póstuma del alcalde Antonio Cruz Conde”
Francisco Solano Márquez | Periodista y escritor
Es, gracias a su trabajo periodístico y a sus libros publicados, uno de los grandes cronistas de la Córdoba del siglo XX y de parte de la del XXI; acaba de reeditar su particular historia sobre los Patios
Francisco Solano Márquez (Montilla, 1944) es, gracias a su obra periodística y literaria, uno de los más grandes cronistas de la Córdoba del siglo XX y de buena parte de la del XXI. Desde aquel Pueblos cordobeses de la A a la Z (1976), ha publicado una veintena de libros en los que escruta, a la par que da a conocer, la historia reciente y no tanto de la ciudad. Y es que Córdoba ha estado siempre presente en la obra de quien defiende que “me jubilé de la jornada laboral, pero no de la vocación periodística, por eso seguí escribiendo reportajes largos en forma de libros”.
–¿Cuáles han sido sus fuentes de información para desarrollar esa extensa obra? Se lo pregunto por si algún profesional de los medios se anima a seguir el camino marcado por usted.
–Fundamentalmente, la Hemeroteca Municipal, donde he consultado los periódicos de las épocas sobre las que he escrito; la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica, donde se puede leer toda la prensa de Córdoba hasta la Guerra Civil, aproximadamente, y también el Archivo Municipal. No obstante, hoy en día el sistema de documentarse en fuentes hemerográficas se ha facilitado mucho con las modernas tecnologías.
–¿Con qué momentos de su época periodística se queda?
–Una etapa muy interesante fue la que viví en Diario Córdoba, el único que había entonces. Mis comienzos en ese periódico fueron como colaborador, escribiendo una serie sobre todos los pueblos de la provincia de Córdoba, que se llamaba Pueblos cordobeses de la A a la Z. Después de terminar la serie, que se publicó durante 74 domingos, sin faltar ninguno, la Diputación tuvo el detalle de recopilarlo en un libro y fue una aventura apasionante. A raíz de ese trabajo acabé como redactor del periódico tras estudiar la carrera en la Escuela Oficial de Periodismo.
–Un trabajo que se convirtió en la obra más vendida de la Feria del Libro de Córdoba de 1976.
–Sí, fue el libro más vendido, pero no lo digo como algo vanidoso, sino como muestra de que el lector valoró ese conocimiento de la provincia de Córdoba que incluía esa obra y que entonces no se reflejaba en la prensa debidamente; es decir, la prensa recogía, sobre todo, noticias normalmente oficiales, políticas, de los ayuntamientos... y no tanto de la vida cotidiana, y eso es lo que pretendí con este libro, llenar un poco ese vacío.
–Ahora que se acerca la Fiesta de los Patios, hablemos de la reciente reedición de su obra ‘Córdoba es patio’, de la que se ha llegado a decir que es algo así como la Biblia de los Patios. En ella hace un repaso histórico desde el inicio del concurso municipal hasta nuestros días, una evolución que ha sido sorprendente, ¿verdad?
–Claro, aquellos eran patios populares donde en la mayoría de ellos malvivían muchas familias concentradas en casas antiguas, llenas de humedades y de limitaciones y donde tenían la cocina, el wáter y el lavadero comunes, con lo cual se disputaban a veces su uso. Eran unas condiciones muy pobres. Aquel patio popular donde se hacinaban los vecinos sí era muy típico para verlo en mayo, pero para vivirlo todo el año, muy sacrificado. Y digo que aquello desapareció afortunadamente porque hoy en día los patios tienen otro carácter, pertenecen a casas unifamiliares la mayoría de ellos, donde ya se vive con comodidades. No obstante, el modelo no se ha perdido; un ejemplo de ello es el patio de Chaparro, 3, en Santa Marina, un recinto de convivencia entre los vecinos de distintas familias, de carácter sociológica, cultural…
–En su libro cuenta que en aquellos patios surgió la Fiesta de manera espontánea.
–Así es. Porque la Fiesta eran celebraciones de aquellas familias. La convivencia en el patio hacía que la comunidad que allí residía se sintiese como una gran familia y allí celebraban, y esto lo cuenta con detalle Ricardo de Montis, que es el gran cronista de la vida cotidiana de esa época, desde la despedida del soldado, hasta la petición de mano, bodas, bautizos…continuamente había esa fiesta popular en el patio.
–¿Ha llegado a desvirtuar la globalización el sentido de la Fiesta de los Patios?
–Para los Patios ha sido muy bueno el reconocimiento por parte de la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, pero quizás, de alguna manera, también haya privado a muchos cordobeses de visitar los recintos por temor a las colas. Eso es una realidad, la masificación es una consecuencia de ese nombramiento. Un nombramiento como Patrimonio que fue, medio siglo después, una victoria póstuma del alcalde Antonio Cruz Conde.
–¿Por qué?
–Ese reconocimiento de la Unesco, casi medio siglo después vino a darle la razón al alcalde de los años 50, Antonio Cruz Conde, que potenció los patios y creó el Festival de los Patios, que no es el concurso, como a veces se confunde, sino que es una programación musical paralela al certamen. Él decía que los patios podían convertirse aquí en Córdoba en el centro de una fiesta singular y lo comparaba con las Fallas de Valencia o los Sanfermines de Pamplona. Como él defendía entonces, los patios abren ahora sus puertas de par en par para ser visitados por ciudadanos de todo el mundo. Es una fiesta de gozo de la naturaleza y para la conversación con las cuidadoras y los cuidadores de los recintos.
–Una fiesta sobre la que mucha gente desconoce muchos detalles como que los Patios tuvieron sus reinas, tal y como viene reflejado en su libro.
–Fue un acompañamiento del concurso de Patios creo que muy acertado, hasta que un equipo de gobierno local de izquierdas lo suprimió a principios de los 80 por considerar que con ello se daba culto a la mujer objeto, nada más lejos de la realidad, yo creo que no. La elección de Reina del Festival de los Patios al principio era un concurso al que se presentaban chicas de las casas de vecinos que concursaban en el certamen municipal. Una de ellas, Paquita Delgado, en 1967, llegó a alcanzar incluso una proyección mundial, porque fue Reina de los Patios primero, y a partir de ahí, Miss Andalucía Occidental, luego Miss España, y quedó finalista en el concurso de Miss Universo. Fue un error suprimirlo, porque la chica que salía elegida Reina de los Patios representaba a la ciudad en diferentes actos.
–No hay Reina de los Patios y sin embargo sí Sultana del Carnaval.
–Y a nadie le parece extraño, cuando es algo más frívolo. Ya que no hay Reina de los Patios en el sentido de la belleza de la mujer cordobesa, ese título de reina se le puede adjudicar a las cuidadoras de los recintos. Hoy en día son las verdaderas reinas de los patios, sin olvidar, claro está, a los cuidadores, que también trabajan mucho en los recintos, porque son las personas gracias a las cuales pervive esta tradición, gracias a una labor que es muy sacrificada.
–¿Teme la falta de relevo generacional en los Patios?
–Sí. El otro día se celebró en el Alcázar de los Reyes Cristianos un homenaje a las cuidadoras y a los cuidadores de los Patios y tuve ocasión de comprobar la edad de muchos de ellos sin que se vea en general que por abajo va entrando savia nueva. Ese es el verdadero reto de la supervivencia de esta fiesta. No obstante, hay casos en los que los hijos de los cuidadores y cuidadoras se están implicando en continuar abriendo el patio. Espero que dentro del auge del ecologismo, que ha prendido bastante en las generaciones más jóvenes, vean en el patio también una apuesta por el cuidado de la naturaleza, aunque sea reducida a macetas o a arriates. Por ahí cabría ver una luz de esperanza.
–Ha hablado antes de la figura del alcalde Antonio Cruz Conde, al que usted dedicó uno de sus libros, ‘La Córdoba de Antonio Cruz Conde’, ¿qué destaca de aquella década dorada de los pasados 50 en la que la ciudad empezó a cambiar por completo?
–Es que estaba casi todo por hacer. El alcalde Antonio Cruz Conde, que era un enamorado de Córdoba, aplicó a la ciudad la herencia dejada en forma de programa por un tío suyo, José Cruz Conde, que le antecedió como regidor en los años 20. Lo aplicó y lo amplió. Lo primero que hizo fue recuperar monumentos olvidados, el principal, sin duda, el Alcázar de los Reyes Cristianos, que estaba olvidado e infrautilizado, y lo convirtió en el segundo monumento de Córdoba para el turismo. Y al mismo tiempo, para atraer el turismo se preocupó de la promoción y la creación de hoteles, que Córdoba apenas tenía. Durante su mandato se construyeron el antiguo Córdoba Palace y el parador de La Arruzafa. También de aquella época es el camping a un nivel de un turismo más popular, proyecto hoy día abandonado, sin que se sepa qué será de él, cuando, una ciudad tan turística como Córdoba no puede carecer de camping. No obstante, esa no fue la principal realización del alcalde.
–¿Y cuál fue?
–La traída de agua. Córdoba tenía en aquel tiempo un agudo problema de abastecimiento agua. Un periodista, Rafael Gago, escribió en su columna, Postal del día, que el agua salía achocolatada cuando llovía. Cruz Conde rescató entonces un viejo proyecto, el de traer el agua desde el pantano del Guadalmellato, que se había hecho para el riego de toda la Vega de Córdoba. Y seguimos bebiendo de aquella realización. Antonio Cruz Conde puso las bases de la Córdoba moderna, de cuyas rentas todavía vivimos. Por ejemplo, hasta el año 1958 no hubo PGOU, algo que parece increíble, con lo cual, el crecimiento de Córdoba era anárquico. Y ese plan urbano puso orden. El primer fruto de aquel PGOU fue el Sector Sur.
–¿Córdoba es una ciudad sublime y a la par cateta?
–Esa frase es de uno de mis libros, Córdoba insólita. Pero lo cateto no es nada de lo que haya que avergonzarse. Utilizo esas palabras para que se entienda bien, es decir, por un lado está la Córdoba eterna, representada por ejemplo por el símbolo universal de la Mezquita-Catedral, algo sublime, y con lo cateto trato de referirme, nunca de forma peyorativa, a lo más popular, a muchas costumbres que perviven, que forman parte de la identidad cordobesa.
–¿No cree que Córdoba está perdiendo algo de esa identidad, de ese costumbrismo?
–En la medida en la que se va modernizando, claro.
–¿Con qué personajes de la historia de Córdoba se queda?
–Son tantos. Históricamente con el Gran Capitán, no solo por ser mi paisano, porque nació en Montilla como yo, sino por la presencia que tiene en Córdoba. También destacaría a Antonio Gala, Pablo García Baena, Julio Romero de Torres, Séneca...serían tantos.
–¿Y qué personajes cree que no están lo suficientemente reconocidos en Córdoba?
–A raíz de un trabajo que he hecho sobre el callejero me he dado cuenta de que faltan empresarios en el mismo. Me pregunté ¿es que los empresarios, que son creadores de riqueza y de desarrollo, no merecen ese reconocimiento? Y pensé, qué buena ocasión sería, no sé si estamos a tiempo, para que todo ese barrio nuevo que va surgiendo donde estaba la fábrica de Baldomero Moreno, uno de los grandes empresarios del siglo XX, se le dedicara a empresarios cordobeses.
–Uno de sus últimos trabajos periodísticos ha sido una columna, ‘Cartas a Córdoba’, que usted comenzaba siempre con “Querida Córdoba”, toda una declaración de amor a la ciudad.
–El sentido de la columna era el de señalar los abandonos que sufre la ciudad, muchos se ellos subsanables y corregibles, que nos duelen como cordobeses, porque el amor a una ciudad comienza por sentir dolor por los abandonos que sufre. Veo inconcebible que una ciudad que es Patrimonio de la Humanidad sufra abandonos, por ejemplo, en su Casco Histórico. En una ciudad que es Patrimonio de la Humanidad, tiene cuatro títulos, póker de títulos, el Casco Histórico tiene que estar como los chorros del oro; no puede haber, por ejemplo, pintadas, ni cables tapando los rótulos de las calles. Frente a lo mucho que se gasta en proyectos que se alargan en el tiempo sin que se terminen y que cuestan muchos millones, siempre digo que habría que tener una brigada de actuación inmediata para subsanar todos los defectos que los turistas puedan fotografiar en el Casco Histórico y divulgarlo como algo negativo; eso no costaría tanto. Puedo poner muchos ejemplos, ha habido pintadas en estatuas públicas que han perdurado días; hay un altar, el único altar callejero que sobrevive, víctima del olvido más absoluto y por allí pasa mucho turismo.
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