Patios aparte
En Córdoba existen recintos que no se abren durante el mes de mayo y que son piezas arquitectónicas de gran valor · Desde la calle, se ven zaguanes que anuncian verdaderos paraísos
EN Córdoba no solo tenemos patios que abren puertas, también tenemos huertos escondidos, patios encerrados en sí mismos, desconocidos para la mayoría, jardines ocultos todos ellos. Solo basta dar un paseo por la ciudad y observar discretamente las puertas entreabiertas. Algunas nos muestran apenas un trozo de zaguán que anuncia un paraíso. Una puerta de pino gallego tachonada con clavos de forja, que abate sobre un umbral de piedra negra de Córdoba, una solería de baldosín catalán con olambrillas de Triana, o una alfombra cerámica de baldosa hidráulica de geometría hipnotizante… Empujamos la puerta deseando que los goznes estén bien engrasados, y allá al fondo, tras la reja, la luz sobre la cal y el verde intenso de un bosque de aspidistras y helechos nos anuncia un paisaje oculto.
En un reciente trabajo de campo en el que he tenido la suerte de colaborar, se han rastreado 446 inmuebles, casas patio, casas de vecinos, corrales, casas de paso, de los que se ha tenido alguna noticia de su existencia en los últimos 50 años. Proviene este listado del catálogo de bienes protegidos del Plan Especial de Protección de Casco Histórico, de los listados de Patios presentados al Concurso, del rastreo de fotografías aéreas, planos, archivos… De los 358 que aún quedan en pie, hay un buen número que están en perfecto estado, cuidados y vistosos. Sin embargo, en 2012 tan solo se presentaron 50 a concurso. En la mayoría de los casos, sus cuidadoras suelen ser gente mayor, que rehúsa el Concurso de Patios por la carga de trabajo que supone, por la generosidad que se exige, por la extenuación de quince días con la casa llena de invitados.
Pero aún hay más aparte de estos. El Concurso, con cierta lógica, está orientado hacia un turista medio, que, mayoritariamente, valora por encima de otras cosas el ornato, la limpieza, el orden, la compostura exuberante del espacio. En la oferta oficial, aún fuera de concurso, hay otros patios de indudable interés, integrados en edificaciones de carácter institucional. Sorprendentemente, la convocatoria oficial deja de lado verdaderas joyas arquitectónicas, que resultarían muy interesantes a un visitante algo más interesado por el hábitat o la arquitectura. No son pocos, y su proveniencia o carácter es tan variada que bien merecen una tematización.
Del mismo modo, patios, jardines o huertos conventuales merecen atención aparte. Aunque aquí no haya espacio para desplegar el catálogo completo, podríamos nombrar tres de ellos cuyo acceso es relativamente fácil. El convento de las Capuchinas, con acceso por Conde de Torres Cabrera, nos ofrece un patio porticado con generosas galerías, potentes columnas de diversa procedencia, paredes encaladas y un suelo empedrado que confieren al espacio un carácter modesto y acogedor, un oasis a un paso del bullicio de Las Tendillas. El segundo de ellos es el convento de Santa Isabel de los Ángeles, frente a la Iglesia de Santa Marina. Este se abre a la ciudad mediante un compás de acceso con la misma modestia en lo material que el anterior, sin embargo su mayor tamaño y la presencia de dos enormes eucaliptos le proporcionan personalidad propia. El tercero es un anuncio. Caminando por la más austera y especial plaza barroca que hayan podido visitar, los paseantes advierten tras la tapia del convento de Capuchinos una hilera de imponentes cipreses anunciando la existencia de un huerto-jardín oculto, otro más. No se puede disparar la imaginación de una manera tan potente con tan escasos elementos, lo dijo Rafael de La-Hoz de esta plaza: "Jamás en arquitectura se ha dicho más con menos".
Y en este repaso apócrifo nos quedan los patios olvidados, los otros, aquellos que a simple vista generan rechazo en el visitante menos iniciado, pero que a algunos nos emocionan porque representan una tipología que no es común o bien porque en su más absoluta decadencia, falta de decoro, apariencia espartana y desnuda, se nos presentan como la auténtica esencia y soporte de lo intangible, de la convivencia o de la pasión por las plantas. Solo citaré uno, el corral de vecinos, también casa de paso, ubicado entre la calle Isabel II y la plaza de San Eloy. Una larguísima galería simétrica, que en planta alta cuenta con un masivo pretil opaco, da acceso a la hilera de viviendas situadas en ambas plantas. Su imagen nos remite a la Posada del Potro, un pariente lejano, tipológicamente hablando. Este edificio conserva la esencia de la "casa de los muchos", ese concepto que la Unesco ha decidido elevar a la categoría de Patrimonio Cultural Inmaterial.
La inclusión en esta lista nos compromete a mucho, pero se trata de un reconocimiento mundial que también nos brinda oportunidades. En el propio acto de desear su valoración, la ciudad reconoce la necesidad de protección y conservación. Parece lógico, por tanto, que el flujo económico que se derive de este espaldarazo debe revertir sobre los propios patios y sus habitantes, aquellos que generosamente nos brindan la oportunidad de acceder a sus paraísos.
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