Presente y futuro de la imaginería
'Él Día' repasa la historia de la escultura religiosa en Córdoba de la mano de varios artistas reconocidos por su aportación a la Semana Santa
Dentro de sólo una semana las calles de Córdoba se llenarán de procesiones, de desfiles de imágenes acompañados de música y arropados por multitud de fieles y cofrades que esperan el día de la salida de su hermandad como el más importante del año. Son muchas las personas que contribuyen a que la Semana Santa sea posible y se conciba como algo más allá que una manifestación de fe, pues es indudable su aportación artística y la riqueza patrimonial que se exhibe durante esos días. Una de las partes fundamentales para que la Pasión haya sobrepasado el ámbito religioso y sea un reclamo para los que admiran el arte o la música son los imagineros, esos escultores que optan por esculpir obras que acaparan devociones infranqueables. El Día ha conseguido reunir a algunos de los autores más representativos de la imaginería cordobesa, que no sólo goza de buena salud, sino que tiene el relevo garantizado con las nuevas generaciones de artistas que han surgido. La historia reciente de la Semana Santa cordobesa pasa por sus manos. Se trata de Miguel Ángel González Jurado, Francisco Romero Zafra, Antonio Bernal, Sebastián Montes y José Antonio Cabello, dignos herederos de una larga tradición cordobesa que tiene a Juan de Mesa como su máximo exponente. El maestro de maestros, que desarrolló su obra durante el siglo XVII, sigue siendo referente hoy en día para todo aquel que quiera ser algo en el mundo de la escultura. Aunque no ha vuelto a darse un imaginero que haya alcanzado tales dimensiones, algunos de los grandes nombres de la imaginería cordobesa surgen de nuevo ya en el siglo XX, durante la posguerra, una época en la que hubo que reconstruirse muchas piezas quedaron destruidas durante el enfrentamiento bélico. De ahí vienen nombres como Juan Martínez Cerrillo, autor de imágenes de gran devoción en la Semana Santa cordobesa como la Virgen de la Paz o la Esperanza. Antonio Castilla Ariza es otro de los destacados de la época, artífice del Cristo de la Agonía, entre otras piezas.
Y así se llega al presente con autores como Miguel Ángel González Jurado, discípulo del gran Luis Álvarez Duarte. O Francisco Romero y Antonio Bernal, que revolucionan la imaginería con nuevos conceptos y viven una intensa actividad de forma paralela al impulso de la Semana Santa con la aparición de nuevas cofradías y el creciente interés e implicación de los jóvenes. De allí salen manos como las de Sebastián Montes o José Antonio Cabello. Córdoba sigue ocupando un lugar relevante en la imaginería.
Cada artista es un mundo pero hay algo que une a estos cinco: la soledad que acarrea el proceso creativo cada vez que se enfrentan a una obra. El encierro en el taller para dar salida a los sentimientos se comparte en todos los casos, según sus reflexiones. Su espacio de trabajo, además, se convierte en un lugar único en el que también se repiten algunas pautas: la música de fondo -y nada de marchas procesionales- la exposición de figuras modeladas en barro que han sido el germen de sus futuras obras, el olor a cedro y a pintura, la hilera de herramientas, desde la gubia al pincel.
Miguel Ángel González Jurado es uno de los grandes de la imaginería cordobesa. Suyos son el misterio de la Santa Cena o el de la Sentencia, al que considera "mi nacimiento como imaginero". González Jurado recrea en este paso el momento en el que Poncio Pilatos condena a muerte a Jesús. Las imágenes de esta escena, asegura, "es la que más me representa, porque es la imaginería que sugiere más que evidencia, elegante, fruto de un proceso reflexivo que deja al espectador la última palabra, que él interprete y termine la obra". Quien disfrute este año de la Semana Santa cordobesa verá su obra en la Santa Cena o el Santo Sepulcro. "Conmigo no se cumple lo de que uno no es profeta en su tierra, estoy muy agradecido", reconoce. González Jurado vive la Semana Santa "con intensidad" aunque reconoce que "tengo mis dudas de fe, soy muy reflexivo y a veces me cuestiono cosas". La celebración religiosa la considera "un mensaje visual poderoso" que va mucho más allá, por eso le molesta "los prejuicios de la izquierda con la Iglesia". "Que conste -añade- que yo siempre he sido de izquierdas, pero no esta izquierda de la que a veces echo en falta educación y respeto".
Francisco Romero y Antonio Bernal comenzaron a trabajar juntos, aunque ahora cada uno tiene su propio taller. Su historia es especialmente singular y puede servir de ejemplo para los que están convencidos de que los sueños se cumplen. Romero era viajante de joyería y Bernal delineante en la empresa municipal de aguas. Los dos siempre habían sentido "el gusanillo del arte" pero no fue hasta 1990, con 34 años, cuando decidieron participar en una exposición que organizó la hermandad de la Merced. "¿Y si modelamos una virgen, que es lo más fácil?" le preguntó Bernal a Romero y de ahí surgió la Virgen de Rocío y Lágrimas, la primera obra de éste último, que es titular de la hermandad del Perdón. Romero es otro de los que se "cuestiona cosas" con respecto a la fe, aunque defiende que ser creyente no es una condición excluyente para ser imaginero. "Hay que tallar el alma, sino, no hay nada", añade este artista al que le gusta una definición que un día hicieron de él: "el escultor de la dulzura". Romero tiene obras en Córdoba pero también en prácticamente toda Andalucía y hasta en Brasil o México.
Bernal no le va a la zaga. ¿Quién no se ha quedado con la boca abierta al ver el misterio de la hermandad de la Paz y, sobre todo, el caballo? Suyos son también los grupos escultóricos del Resucitado, del Prendimiento o del Cristo de la Conversión de la Sangre, por nombrar algunas obras que se han quedado en Córdoba, aunque su huella se extiende incluso por Perú o hasta Alemania. Bernal nunca se ha arrepentido de dejar su puesto de funcionario en la empresa de aguas porque ha conseguido "cumplir el sueño que tenía desde niño". Ahora, a los 60 años, "mantengo la misma ilusión de entonces", aunque con mucha más experiencia, obviamente. Le gusta "mezclarse" entre la gente durante las procesiones para escuchar los comentarios sobre sus obras. Es de los que piensa que "hasta que no se le da la primera levantá, el proceso de realización de la imagen no ha terminado".
Del taller de Bernal salió Sebastián Montes, que iba para pintor hasta que entró por primera vez al taller del que fue su maestro. Montes está a punto de cumplir 34 años, los mismos que tenía Bernal cuando empezó, aunque él lleva ya 15 de dedicación a la imaginería. Su mano está detrás del misterio de la Borriquita, que abre la Semana Santa cordobesa, o el de la Agonía, por ejemplo. La ilusión sigue intacta como la de aquel joven de 17 años que descubrió cómo podía conducir sus inquietudes artísticas, pero ahora ha aprendido a enfocar sus cualidades en función de lo que cada hermandad le pida. Montes sí se confiesa creyente convencido y hasta reconoce que "si no creyera, me sentiría un impostor".
De los talleres de Bernal y Romero también salió José Antonio Cabello, otro firme representante del futuro de la imaginería cordobesa de 36 años. Cabello siempre ha tenido claro que quería ser escultor religioso, "primero por vocación y después como creyente" ya que "no concibo dedicarme a esto si no tuviera fe en Dios". El artista acaba de concluir el misterio del Gran Poder de Jaén y es el autor de la Virgen de la Salud y Traspaso, de la prohermandad del Santo Sepulcro, aunque gran parte de su obra se reparte en la provincia y el resto de Andalucía. Reconoce que su técnica se basa en "dejarme llevar" y reivindica "lo natural" frente a la idealización.
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