"Querer enfrentar al carnaval con las cofradías es una gran estupidez"
Miguel Amate, compositor y letrista de carnaval
Ya no escribe 'en serio', ni compone, ni sale, pero sigue siendo uno de los mitos del carnaval cordobés. Su comparsa, porque todavía es su comparsa, compite de nuevo este año en Cádiz.
MIGUEL Amate es casi que una leyenda del carnaval cordobés, en el que ha recibido tanto loas como críticas a lo largo de los años. Ahora, después de vencer varias veces en el Gran Teatro y de rozar la final en el gaditano Teatro Falla en tres ocasiones, ya no escribe en plan serio, ni sale al escenario, ni compone, pero sigue vinculado a La Comparsa de Córdoba, creada por él mismo y que este año vuelve a competir en el concurso de Cádiz. Lo hace bajo el nombre de La Noria y bajo el liderazgo de los hermanos Juan Manuel y Rafael Aranda y del gaditano Manuel Ruiz-Constantino. Amate es un tipo sincero, que no se echa para atrás, y que transmite auténtica pasión por el carnaval y por la capacidad del mismo para denunciar las injusticias y contribuir a que la sociedad mejore.
-Carnavalero de cuna. Me cuentan que ya desde pequeño le gustaba.
-Sí, así es, desde niño. La culpa, de hecho, la tuvo mi padre, pues él tenía amistad con algunos de los componentes de Los Piconeros, que ganaron en Cádiz en el año 70, o con el compositor Rafael Castro. Él me llevaba a ver los ensayos y todo eso me encantaba. El carnaval te gusta o no te gusta, es así, y a mí me gustó desde siempre. Comencé a escribir a los 17 años, con Pepe Martínez, otro viejo carnavalero, para una comparsa que también fue a Cadiz y que se llamó Dandis del carnaval, creo que en 1980. Hice sólo un pasodoble, pero al año siguiente, con Títere, escribí un par de pasodobles y el popurrí completo. El paso siguiente fue cuando me enrolé con Antonio Cobos, al que le he escribí infinidad de cosas: infantiles y de su propia comparsa. En 1985 fue cuando salí por primera vez al escenario, con Enmascarada, que escribí completa, y al año siguiente decidí sacar mi propia comparsa, que se llamó Fantasía cordobesa. Y de ahí en adelante… Muchos años.
-Su palmarés en Córdoba es espectacular. Nunca se ha quedado fuera de la final.
-Sí, también eso es cierto. Siempre que he participado en el concurso de Córdoba he llegado a la final, siempre, desde la primera vez, y en ningún caso he quedado más atrás de los tres primeros. Lo que más tengo, de hecho, son primeros puestos. Eso es así.
-Usted anduvo en el escenario hasta finales de los 90, pero luego decidió no salir y le dio el relevo como director a un chaval que no tenía ni 18 años. ¿Qué ocurrió?
-Bueno, en 1998, con El remedio pa tu males, entró en la comparsa el hoy famoso Taleguillas, que tenía 17 años. Él es hijo de mi buen amigo Rafael Aranda, Talegón, que ya era miembro de nuestra comparsa. Yo venía ya un poco cansado de tantos ensayos, tantos años y tanto trabajo, porque es mucho trajín, y tome la decisión de no salir y dejar paso a esa gente joven que se incorporaba al carnaval. A Rafael lo conozco desde que tenía siete años, y yo sabía muy bien lo que era ese chiquillo, sabía de su capacidad y de su gran talento. Por eso, pese a su edad, confié en él para que se hiciese cargo de la comparsa. Él dirigió en 1999 Corazón de plomo y fue un gran éxito. De hecho, ganamos el primer premio aquí en Córdoba. No me equivoqué.
-Usted es el principal responsable de que una comparsa cordobesa volviese al carnaval de Cádiz tras décadas de ausencias. Fue en 2000 y, desde entonces, su agrupación es fija en el escenario del Falla, donde se la aprecia. ¿Cómo surgió la idea de competir allí?
-Lo primero que ocurrió ese año es que hubo una transformación grande de la comparsa. Muchos de los mayores se fueron, lo dejaron, y el grupo se quedó compuesto por mucha gente joven. Los chavales, cosas de la juventud, me plantearon que concursásemos en Cádiz y yo les dije que no, que ni pensarlo. Eso para mí como autor era un desafío enorme. Lo dejaron en mi mano y me dijeron que se haría lo que yo decidiese. Le di muchas vueltas, y al final nos lanzamos. Decidí eso porque, de lo contrario, estoy seguro de que me iban a estar echando la culpa de no ir a Cádiz toda la vida. Planteamos la comparsa de Los Bandoleros y allá que nos presentamos. Gustó mucho y nos quedamos en el número 13, una posición más que digna si tenemos en cuenta el nivel que allí y que nosotros teníamos una media de edad muy baja. Aquello nos animó a seguir adelante. Y así hasta hoy.
-Como autor, ¿qué supone acudir a un lugar tan exigente como Cádiz?
-Puff… Era una responsabilidad enorme. Nada más que pensar que tenías que enfrentarte a toda esa gente tan buena... Yo tenía allí a mis grandes ídolos del carnaval, como Antonio Martín, porque en realidad he mamado de allí. Competir frente a ellos era un reto, claro que era un reto. Y al final he acabado siendo amigo de muchos de ellos. Fue importante en mi vida y para la comparsa, porque nos permitió medirnos con la gente de arriba y conocer cuál era nuestro lugar, que pensábamos que era más bajo. Desde entonces la comparsa comenzó a prepararse para ir a Cádiz y a Córdoba no veníamos porque las bases no nos permiten competir en los dos lados. Otro año muy importante para nosotros fue 2004, cuando decidí que compusiese la música José Manuel Aranda, el hermano de Taleguillas, que es un músico fenomenal. Eso cambió por completo a la comparsa, que cogió un sello musical que todavía tiene, que la distingue y que fue reconocido en Cádiz. Son cosas que poco a poco nos han ido mejorando, como la llegada de Manolo Ruiz, que es gaditano y que se vino a vivir a Córdoba por motivos laborales. Él había conseguido nada menos que el primer premio en Cádiz con la chirigota de El Sheriff, con los Aleluyas, donde tocaba la guitarra. Manolo dice que nos aportó el aire gaditano, pero yo creo que más que nada lo que nos aportó fue la cercanía con Cádiz. Escribir de un sitio que no es el tuyo es difícil, porque al final resulta artificioso y se nota, y él nos permitía romper esa barrera. Fue una revolución en las letras y en todo. En Diario de Cádiz comenzaron a reconocernos y a José Manuel le dedicaron una columna en la que se decía que porque no era gaditano, que sino todo el mundo estaría diciendo que era el mejor. Comenzamos a estar en todas las quinielas para entrar en la final y comparsas como Los argentinos o Los tontos de la tinta se convirtieron en grandes éxitos. El problema es que cuando mejor nos iba el carnaval de Cádiz comenzó a cambiar, pues modificaron las bases y empezó a mirarse con malos ojos a la gente de fuera. Allí hay muchos talibanes, pero la afición en sí no es así, la gente valora a quien lo hace bien y no mira el carnet de identidad.
-La otra cara de la moneda es que en Córdoba habéis recibido muchas criticas por decantaros por Cádiz.
-Sí, y eso fue muy duro, porque al final acabamos enfrentados con todo el carnaval de Córdoba. Lo que da coraje es que nos daban duro porque éramos nosotros, pues hubo otras que fueron y no se las criticó del mismo modo ni se les dijo nada. Este mismo año hay una agrupación que se ha ido a Málaga y yo aquí no he escuchado a nadie recriminárselo. A nosotros, sin embargo, todavía nos siguen diciendo que por qué narices vamos a Cádiz. En realidad, ya todo eso es agua pasada, pero en su día fue doloroso porque hubo letras duras de gente que te conoce, que sabe quien eres, pero hay algunos que se venden por un aplauso fácil.
-Usted ha vivido de cerca la revolución del carnaval, que ha cambiado muchísimo en las últimas décadas. ¿Qué opinión tiene de la situación actual?
-Yo creo que fue Martínez Ares el que revolucionó todo esto. Las comparsas dejaron de gustarle sólo a los aficionados y se convirtieron en un fenómeno social. De ahí, de ese estilo, han salido incluso grupos de mucho éxito entre las adolescentes en plan Los refresquitos, los Caños o Andy y Lucas. Hoy en día miras las comparsas y están compuestas por niños con los dientes muy blancos, muy fuertes y que cantan muy para arribita, con mucho chillerío. Eso es lo que ahora vende y lo que se está premiando ahora en Cádiz.
-Este año ya no escribe. ¿Por qué tomó esa decisión?
-Pues mire, me ha influido la presión de tener que escribir no por gusto, sino con el objetivo de competir en aquel concurso. Estaba estresado y, después de pensármelo bien, decidí que esto se había acabado, que ya estaba bien. Tengo claro que todo tiene un principio y un fin. El año pasado maté el gusanillo con una chirigota de las que nosotros llamamos ilegales, de las que no van al concurso, y me lo pasé quizá como nunca, me divertí muchísimo. Me siento muy bien tal como estoy ahora y eso es lo importante. Además, la comparsa ha quedado en muy buenas manos.
-El carnaval y el periodismo tiene una función social compartida: denunciar los abusos del poder. Yo no sé si nosotros la cumplimos tal como debemos; y ustedes, ¿la cumplen?
-No, no, aquí en Córdoba no se cumple. Y en Cádiz, durante mucho tiempo, tampoco. Se metían con Teófila Martínez porque hacía gracia, pero era algo superficial. Ahora, con la crisis, el carnaval de Cádiz sí que está volviendo a cumplir esa función social porque no les queda otra. En Córdoba, sin embargo, siempre hemos sido muy light y cuando se han hecho críticas de verdad han existido represalias, pero represalias de los propios compañeros. Nos hemos acabado metiendo los unos con los otros, pero nunca hemos sido capaces de incomodar a un político o a alguien que haya cometido un abuso. Hacer eso, sin embargo, es lo fundamental del carnaval. En el carnaval si no se cuestiona el poder establecido no hay nada, pero nada.
-¿Sigue el carnaval de Córdoba? ¿Qué le parece?
-Llevo un par de años que no estoy muy pendiente, la verdad. Trato de escuchar a los que me gustan, eso sí. Desde mi perspectiva, el gran problema del carnaval de Córdoba es que después de 30 años no existe una afición verdadera. Hay aficionados a una fiesta en la que se canta y tal, pero ni siquiera llegan a entender el alcance de lo que tienen entre las manos. En el carnaval, de hecho, hay una teórica de cómo se tienen que hacer las cosas y una cultura popular alrededor, pero aquí la gente parece que quiere hacerlo sin atender a la tradición. Aquí falta comprensión de lo que es el carnaval y de que con una letra y una buena música se puede hacer mucho para mejorar tu ciudad, tu familia o tu barrio. El carnaval es algo importante, y no todo vale. Hay veces que lo que se ve en el Gran Teatro es una caricatura.
-Hace una semana los carnavaleros salisteis a la calle para criticar la política del PP respecto a esta fiesta. ¿Cree justificada la movilización?
-Ha sido un acierto, sí lo ha sido, pero llega tarde. Se tuvo que haber hace dos años, cuando entró el señor Rafael Jaén como concejal y se cargó el Domingo de Piñata para que no coincidiese con la cuaresma y degradó al carnaval al pasarlo desde Festejos a Fiestas Populares. Entonces organicé una quedada en la puerta del Ayuntamiento el Domingo de Piñata, pero no tuvo el seguimiento que merecía. El carnaval comenzó a morir cuando Izquierda Unida quitó el Lunes y el Martes, y esto de ahora ha sido el remate. Parece que nos quieren acabar enfrentando con las cofradías, y eso es una gran estupidez. No se dan cuenta de que, al final, tanto una cosa como la otra pertenecen a lo más profundo de nuestra cultura. Y habrá extremistas de un lado y del otro, seguro, pero lo que más hay es gente en medio que le gustan ambas cosas, que les gustan sus tradiciones. Que nos hayan dejado sin Domingo de Piñata es una aberración, porque esa fiesta, que ya celebraban los romanos, es más antigua que el propio cristianismo. ¿Quién narices es un concejal para cambiar ese tipo de cosas? Es como si viene uno y quiere cambiar el Domingo de Ramos. Anda ya, vete por ahí. El Domingo de Piñata se debería celebrar lo quiera él o no lo quiera. El problema es que teníamos que haberlo denunciado desde el primer momento, y teníamos que haberlo hecho como mejor sabemos: escribiendo buenas coplas y echándoselas a la cara.
-Eso es algo que sorprende. Que la gente del carnaval protesta con una manifestación en vez de cantando, que es su gran fuerza. Tiene algo de paradoja.
-Sí, y ese es el problema, que ni siquiera se dan cuenta de eso y acuden al concurso otro año más pensando en el premio. Ahí está la debilidad del carnaval de Córdoba. Las cosas hay que decirlas tal como son y ahí tenemos semana y media de teatro. Y, además, si nos dedicamos a hablar en nuestras letras de nuestras cosas, a meternos los unos con los otros, y no a indentificarnos con nuestra sociedad dejamos de ser interesantes incluso para los medios, que son los que nos pueden dar difusión. Si escribimos de cosas que no le interesan a la gente y no cuidamos la música, pues estamos cargándonos nuestro propio poder, lo malgastamos. Como dijo en su día Martínez Ares y antes Antonio Martín, el carnaval es periodismo cantado y hay que utilizarlo bien. Buenas letras y buena música, con buenos músicos. Porque la dirección de un grupo de carnaval tiene que recaer en alguien que sepa y no en cualquiera. Aquí hay veces en las que el director es un tío que simplemente dice: "Mañana, aquí a las nueve". Y eso no es. Luego te dicen que llevan cinco meses ensayando y quieren que los aplaudas sólo por eso, pero no.
-¿Se intenta identificar al carnaval con la izquierda y a la Semana Santa con la derecha?
-A mí han dicho barbaridades y lo menos que me han llamado es rojo. Y si ser de izquierdas es dar la cara y denunciar lo que considero injusto, pues yo soy de izquierdas. Y si ser de derechas es dar la cara y denunciar los abusos, pues soy de derechas. A mí eso me da igual. Lo que me gustaría es que no tuviésemos que acordarnos más de la derecha de Franco, pero hay decisiones que nos la recuerdan. Y tampoco entiendo por qué no está José Antonio Nieto en el palco. Es el alcalde, y ahí debe estar. Le guste más lo que le digan o le guste menos. Pero ahí debe estar.
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