Santa Cruz, la barriada más aislada de Córdoba

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La desconexión con el núcleo urbano de la ciudad es lo que más les afecta, sin embargo no ha impedido que sus vecinos desarrollen empresas, negocios y arte

Galería gráfica: Un paseo por el barrio más lejano de la capital cordobesa

El silo de Santa Cruz, visto desde una calle de la barriada. / Miguel Ángel Salas

"¿Somos de Córdoba o de dónde somos?", se suelen preguntar los vecinos de Santa Cruz, una barriada periférica conocida principalmente por situarse cerca de los yacimientos de Ategua. Es el barrio más aislado de Córdoba capital, no solo por los 22 kilómetros que la separan del núcleo urbano, sino también por la "desconexión" que sufren sus 640 habitantes. La razón radica en el poco transporte público que llega al barrio, lo que obliga a sus vecinos a depender del coche para tener conectividad con la ciudad o los municipios cercanos como Espejo o Montilla.

Actualmente Aucorsa tiene convenio con el Consorcio de Transporte, que hace cuatro viajes de ida y vuelta al día y solo uno en fines de semana y festivos, que sale desde la estación de autobuses en la capital cordobesa y llega a la única parada que hay en la entrada del barrio. En coche el camino es de, aproximadamente, 20 minutos, y algunos vecinos, que viajan a diario al núcleo urbano, se quejan del estado de conservación de la carretera.

La situación de las comunicaciones terrestres ha alejado proyectos importantes para la barriada, como el de la puesta en marcha de aldeas inteligentes. El proyecto consistía en atraer a estos empresarios a instalarse en algunas de las casas vacías de Santa Cruz y mejorar las infraestructuras tecnológicas y las conexiones a internet. Al evaluar la conectividad del transporte, prefirieron quedarse en Cerro Muriano.

Mejorar la situación no es fácil. La realidad de Aucorsa se ha vuelto más complicada con la pandemia y, precisamente esta semana, el alcalde de Córdoba, José María Bellido, exigía al Gobierno central que abone el fondo aprobado para el transporte público ante la situación "insostenible" de déficit que vive la empresa de transporte público cordobesa.

La única parada de autobuses de Santa Cruz. / Miguel Ángel Salas

Aunque ha sido siempre una limitación, la falta de conectividad no ha impedido a sus habitantes desarrollar sus talentos, actividades empresariales y artísticas. La barriada depende, sobre todo, del campo, pero ha sabido aprovechar el potencial de sus vecinos para destacar en otros rubros.

Santa Cruz es un barrio tranquilo, familiar, donde todos sus vecinos se conocen. Tiene un par de tiendas de alimentación, farmacia, panadería, un colegio (solo para Infantil y Primaria) y bares. Un consultorio médico que atiende de lunes a viernes por la mañana, con Rocío Ocaña al frente como médico de familia, vigilancia de la Policía Local de lunes a viernes y de la Guardia Civil, que llega desde Espejo de ser necesario.

"Como en el pueblo no se vive en ningún sitio, con aire limpio, tranquilo", afirma Florencio Villegas, de la panadería La Tradición. "Lo que no veo lógico es que paguemos impuestos como si estuviésemos en el centro de Córdoba, impuestos muy altos para los pocos servicios que tenemos", critica. Hace referencia, precisamente, al tema del transporte y los parches de la carretera, que asegura que ha impedido a muchas familias tomar la decisión de vivir en la barriada y podría acelerar el despoblamiento del lugar.

Una zona llena de talento

Florencio Villegas es la cuarta generación de la panadería La Tradición, instalada desde 1913. Con afán cada mañana prepara el horno de ladrillo refractario de hace 47 años, que trabaja con leña de olivo, cosa que le da un gusto, estructura particular y mayor conservación al pan, y las masas madre, el toque especial que ha hecho de su producto una exquisitez que se degusta en los mejores restaurantes de Córdoba y toda Andalucía.

"Empezó mi tatarabuelo, luego mi abuelo empezó a ir a los cortijos a vender el pan a los temporeros y desarrolló bien la panadería", tras ello, pasó a ser de sus padres y tíos hasta que, en el año 2011 y tras estudiar panadería en Barcelona, tomó él las riendas del negocio familiar. Cualquiera pensaría que Florencio se ha encargado de modernizar, con los conocimientos adquiridos fuera de Santa Cruz, las recetas de sus antepasados, pero es "todo lo contrario, lo que estamos haciendo es volviendo atrás". Así, reivindica el uso del horno de piedra y las masas madre, que ayudan a la flora intestinal y a la digestión.

Florencio saca un pan del horno de leña. / Miguel Ángel Salas

Esa realidad se la ha tomado muy en serio y, además, está desarrollando un proyecto en el que recupera cereales milenarios. Junto a Cándido Gálvez de la empresa Semillas Silvestres, lleva tres años sembrando cereales antiguos y ecológicos, sin pesticidas ni abonos, que muelen también en piedra en Nueva Carteya. "Empezamos con unos 50 variedades, vimos cuáles se adaptaban mejor, hicimos pruebas de panificación y tenemos por fin harina de espelta, harina de trigo de Ronda, centeno y luego tenemos el monococcum, un cereal del neolítico, de 10.000 años de antigüedad", explica.

Florencio continúa evaluando y haciendo pruebas en cereales y trigos incluso más antiguos y, con el último hallazgo de una panadería en el yacimiento de Ategua, su idea es que se pueda recuperar algún resto de cereal y hacer el pan que se comía en la época romana en la ciudad. "Estoy completamente seguro de que hay granos y ojalá podamos conseguir el pan de Ategua".

Las empresas se mantienen y la hostelería sufre

Las empresas de la zona, en su mayoría, están vinculadas con el campo, sector que no se ha detenido desde el inicio de la pandemia. Galpagro es una de sus promesas, una empresa moderna en medio de las calles de Santa Cruz. Con 27 personas trabajando, en su mayoría jóvenes, la compañía ofrece soluciones tecnológicas para el campo, plantaciones de alta producción, servicios agrícolas y prepara proyectos de investigación y desarrollo vinculados a optimizar los recursos de sus clientes en las siembras.

Hay otra empresa de servicios agrícolas con una trayectoria, Darancor, que incluso puso a disposición de Sadeco toda su maquinaria para la desinfección de los espacios públicos y calles en el estallido de la pandemia, una empresa de piensos, Galacer, que se ha mantenido e incluso aumentado sus ventas durante la pandemia y un taller mecánico, cuyo dueño es un joven de 30 años que no teme en criticar lo que considera es mejorable pero se vuelca en su trabajo y aprendizaje de nuevas tecnologías con afán para sus clientes, la mayoría de fuera de Santa Cruz.

Trabajadores en Galpagro. / Miguel Ángel Salas

La hostelería sí que se ha visto muy afectada por la pandemia. El restaurante Ategua está cerrado pues su dueño ha decidido jubilarse, mientras que La Bartola, Casa José y el restaurante Villegas luchan por sobrevivir a orilla de la vía de acceso al barrio, en la carretera N-432 que une Córdoba con Granada. El principal motor de estos establecimientos era el turismo y la posibilidad que tienen de hospedar a visitantes e incluso temporeros provenientes, en su mayoría, de Murcia. Este año no ha podido ser dadas las restricciones de movilidad vigentes en Andalucía, un duro golpe a sus cuentas.

La delegada del Ayuntamiento en la barriada, Guadalupe Morcillo, conoce muy bien la realidad de sus calles y sus vecinos y reivindica la idea de que el barrio cuente con más ocio para sus habitantes, como pistas deportivas, o el uso del silo, que el Gobierno central subastó en el año 2017 y fue adjudicado a la empresa Agroquímicas Sánchez Agrosan, para una sala de usos múltiples.

El centro de mayores se encuentra cerrado y el centro de participación con limitaciones de aforo, aunque a menudo intentan coordinar algunos talleres. De parte de ese trabajo se encarga Lucas , un lucentino que trabaja en la administración y ayuda a todos los vecinos, que acuden a él con dudas de todo tipo, sobre todo en el ámbito tecnológico.

El arte como salvavidas del barrio

Es el arte la principal salvación de la barriada de Santa Cruz. Bailarines, escultores, músicos hacen vida en las calles de Santa Cruz y han instalado allí también sus talleres. Es el caso, por ejemplo, de los hermanos Cristóbal y José María Serrano Carriel, que han abierto a el Día las puertas de uno de sus talleres, donde ahora mismo José María trabaja en varios proyectos mientras Cristóbal se encuentra enfocado en la industria del cine.

José María Serrano Carriel con una de sus esculturas. / Miguel Ángel Salas

José María trabaja sus piezas en estructuras de hierro y les da forma en barro. Su escultura denominada Vientos de Cambio, situada en la glorieta de los Almogávares, del Paseo de Córdoba, es una de las más conocidas en la capital cordobesa. Cuenta con más de una veintena de exposiciones e innumerables obras que lo hacen ser uno de los escultores más importantes de la provincia.

Otros artistas como Pedro José Hidalgo trabaja la artesanía en madera y es también el presidente de de Santa Cruz Crea, una asociación que busca reivindicar la importancia gastronómica, empresarial, artística, pero sobre todo la calidad humana de la barriada que, si no fuera por la ayuda que se prestan entre vecinos, estaría aún más aislada.

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