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"Tengo el agua más fría de toda Córdoba". Entonando esta frase pasa las mañana Manuel, un vendedor de helados y refrescos que se sitúa en las inmediaciones del Alcázar y cuyos productos suponen un soplo de aire fresco para los visitantes que salen del monumento. Como él, son muchas las personas en Córdoba que pasan el día y su jornada laboral en la calle, soportando altas temperaturas y, en algunos caso, también el sol en las horas de mayor incidencia. Su mejores armas son la paciencia, ropa ligera y "mucha agua fría", sobre todo en estos días en los que la ola de calor amenaza en la ciudad.
Repartidores, camareros, fotógrafos, carteros, albañiles, taxistas o guías turísticos son algunos de los colectivos que tienen que enfrentarse a la ola de calor sin aire acondicionado, Algunos llegan incluso a cambiar su horario de trabajo, adaptándose a las temperaturas en esta época, ya que durante las horas de más incidencia resulta peligroso desarrollar la labor en sectores como el de la construcción.
Manuel, por ejemplo, lleva más 20 años haciendo más llevadero el calor a los demás, no solo con sus refrescos, también vendiendo sombreros que su propio padre fabrica. "Siempre nos hemos dedicado a vender sombreros y cuando Frigo me ofreció este negocio, no pude decir que no". Ahora que su padre ya no puede seguir con los sombreros, continúa él mismo con ambos productos.
Algunos taxistas han optado por cambiar su horario y trabajar durante la noche en verano. "Procuro salir de noche para no pasar demasiado calor, yo llevo 15 años de taxista y siempre, he trabajado de noche en verano para sufrir un poco menos", señala un profesional del sector.
A pesar de las altas temperaturas, siguen llegando visitantes a Córdoba que necesitan que les muestren la ciudad y el patrimonio. Los guías turísticos pasan prácticamente todo el día recorriéndose algunas de las zonas más calurosas de la capital, incluso varias veces. "Sobre todo a partir de las 12 se empieza a notar el calor, los visitantes parece que lo llevan mejor que nosotros porque apenas suelen quejarse", señala Emilio, un guía que se encontraba mostrando la Plaza de las Tendillas a los turistas.
Los repartidores, por su parte, trabajan durante todo el día y no tienen cambio de horario en verano. Además, en algunas zonas de la ciudad tienen que descargar la mercancía a pleno sol. "La horas más duras son las de mediodía, cuando cierran los comercios y empiezan las recogidas", asegura José Urbano, repartidor de Tipsa.
La mayoría de profesionales como carteros, pintores, albañiles, trabajadores de hostelería y comercios coinciden en que el calor empieza a notarse en Córdoba a partir de las 11 de la mañana, que es cuando la jornada laboral se vuelve más dura, sobre todo en un día como hoy, en el que la Aemet ha decretado el nivel rojo por altas temperaturas. Algunos trabajadores, como el personal de Sadeco, tienen libertad para organizarse y realizan el trabajo de las zonas más calurosas a primera hora de la mañana. "Me encargo de desinfectar y limpiar las papeleras del casco histórico y centro, normalmente en las avenidas es donde más se palpa el calor y normalmente me reparto el trabajo de manera que suelo buscar momentos clave para cada sitio", explica José caballero, peón conductor de Sadeco.
Los empleados de la construcción, al igual que muchos otros colectivos, durante los meses de verano realizan jornada intensiva, desde bien temprano hasta acabar para el mediodía. Durante el resto del año tienen horario de mañana y tarde. "Nuestro horario es de siete a tres, pero estos días está siendo criminal; a partir de la una y media tenemos que dejar de hacer el trabajo más duro y empezar con otras tareas", indica Luis, un trabajador de una obra del centro de la capital. Confiesa que el calor extremo hace que solo puedan realizar "el 20% del trabajo que hacemos normalmente".
Caminando por el centro Histórico de Córdoba se pueden encontrar muchos comercios, asadores o restaurantes. En las cocinas, las temperaturas son muy elevadas, al igual que en el exterior de los bares, por lo que cocineros y camareros sufren los efectos de la ola de calor día tras día.
En este entorno de la ciudad se encuentra también el clásico negocio de turrones, que sigue funcionando en verano. El personal de estos establecimientos se encarga, además de vender los productos, de dar a degustar las tradicionales garrapiñadas y de cocinarlo en directo, bañando los frutos secos con caramelo en un perol de bronce, con el calor añadido que conlleva esa actividad. "Solemos comunicarnos entre compañeros y cambiar de ubicación por turnos, para que siempre pasemos por los lugares más frescos, donde está el aire acondicionado", indica la la empleada de Sabor a España, Begoña Montoro.
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