El adelantado cordobés que también 'descubrió' América

Cordobeses en la historia

Sebastián Moyano, de Belalcázar, cambió el mar de encinas de Los Pedroches por la océana; fundó ciudades en la otra orilla y descubrió a los americanos las virtudes del cerdo ibérico.

El adelantado cordobés que también 'descubrió' América
El adelantado cordobés que también 'descubrió' América

A finales del siglo XV Gutierre de Sotomayor había colocado ya los blasones en el castillo que llevó su nombre. La soberbia mole corona todavía Belalcázar y las lomas, salpicadas de chaparros, donde el norte de Córdoba se abraza con La Serena. Bajo la sombra de la fortaleza dicen que vino a nacer en 1480 Sebastián Moyano, que tomando el sobrenombre de su pequeño pueblo, acabaría fundando ciudades más allá del Atlántico.

Como tantos hijos de aquella tierra, dura como las encinas y el granito, la familia Moyano sobrevivió de una pequeña propiedad, y aunque no se sabe ni los nombres de los padres ni los hijos que estos llegaron a tener, parece ser que Sebastián tuvo al menos dos hermanos, que quedó huérfano a temprana edad y al amparo del mayor de ellos.

En 1498 y en torno a los 18 años marchó a Sevilla, en donde Colón preparaba su tercer viaje, marcado ya el Almirante por la desgracia. Hay quien sostiene que en alguna de aquellas 6 carabelas colombinas embarcó Sebastián; otros aseguran que fue Pedrarias Dávila quien lo enroló en la ciudad hispalense, partiendo de Sanlúcar el 11 de abril de 1511.

La travesía concluyó en el Santo Domingo de La Española dos meses después. Coincidió con el extremeño Francisco Pizarro y el manchego Diego de Almagro. Con ellos anduvo en la conquista, y de ellos obtuvo botín en el reparto de tierras e indígenas de los españoles en América.

Ganadas las primeras posesiones, acompañó a Francisco Fernández de Córdoba hasta Nicaragua, corriendo el año 1524, y tras la conquista del territorio su papel, junto a su ilustre paisano, le procuró el primer cargo importante que ejerció en el Nuevo Continente: Alcalde de León. Había cambiado su apellido paterno por el de Benalcázar o Belalcázar y, como reseñábamos en El Calendario de El Día, era conocido por su pasión por las indígenas y por el buen yantar que, haciendo honor a la tierra natal, tenía como principal sustento al cerdo ibérico. Dice la aproximación a su figura de Óscar Tobar Gómez que "es sabido como dato histórico fehaciente que en sus largas marchas llevaba piaras de cerdos, para el sustento de la tropa", y entre los indios formó expertos porqueros ocupados en su cuidado. Tal fue la expansión del rebautizado por los nativos como puerco, que se podría decir que su presencia en la gastronomía de los territorios por los que Sebastián pasó, adquiere la misma relevancia que la patata o el tomate que importamos de allí; su raigambre se plasma incluso en la iconografía religiosa de templos peruanos o ecuatorianos actuales.

En agosto de 1530 estaba integrado entre los habitantes de su feudo; pero no se habían calmado sus ansias de conquista. Así, se unió a sus antiguos compañeros Pizarro y Almagro, con el primero como jefe, aportando a la expedición, ahora al Perú, un barco, 30 hombres, media docena de caballos y su inseparable piara de ibéricos, que también exportaría allí. Tuvo una importante actuación en la considerada conquista absoluta del país, obteniendo otro nuevo cargo, el de Gobernador de San Miguel de Piura.

Durante su estancia en Perú, un indio le contó que algunas tribus del actual Ecuador entregaban a sus dioses importantes tesoros (oro y esmeraldas), y Sebastián se empeñó con todos sus bienes en el sueño de "el Dorado". Su obsesión por hacerse con las sagradas ofrendas provocaba el recelo de Pizarro, por lo que decidió abordar esta nueva expedición en 1533 sin el de Extremadura. En diciembre de ese año entró en Quito y derrocó al indio Rumiñahui, que había exterminado a la mítica estirpe de los Atahualpa y esquilmado sus riquezas. Quizá en memoria de su amigo manchego fundó entonces el pequeño pueblo de Almagro, convertido luego en una importante ciudad. Le siguieron otras grandes villas como San Francisco de Quito (1534) Santiago de Guayaquil, Santiago de Cali (1536), Asunción de Popayán y otras, hasta 1537, todas estratégicamente situadas.

Volviendo a Tobar Gómez, éste Adelantado "sentía una especial atracción por las doncellas indígenas, en muchas de las cuales dejó una extensa prole entre el Dairén y Nicaragua, siendo, eso sí, un excelente padre". Tanto en esta primera población -fundada en 1510 bajo de nombre de Santa María la Antigua del Dairén- como en todas las que habitó, se ocupó de su prole a la que desposó con ilustres de ambas orillas: Catalina fue cuñada de Santa Teresa de Jesús; María, esposa del Capitán y Alcalde de Cali; Magdalena, consorte del Capitán fundador de Guadalajara; su hijo Francisco, casado con los Herreras y Sarmiento de Burgos.

En marzo de 1539 llegó de Cartagena de Indias a España y regresó dos años más tarde, nombrado por el emperador Carlos V, Adelantado, Capitán General y Gobernador Vitalicio de Popayán. Encontró su territorio sublevado y, tras apaciguarlo, volvió a avivarlo 5 años más tarde el mariscal Robledo, un mando a sus órdenes. El cordobés le venció y lo ejecutó. Pero el hecho elevó quejas a la Corte y estas, unidas a la violencia de sus capitanes contra la población, llevaron hasta allí al juez Briceño. En 1550 lo condenó a muerte y le confiscó sus bienes. Sebastián de Belalcázar solicitó entonces audiencia real y le fue concedida. Pero la muerte del Adelantado se anticipó a su regreso, y en 1551 quedó para siempre en Cartagena de Indias.

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