Amalia Ladrón de Guevara Hernández: una mujer innovadora y pionera en la Pedagogía y en el Magisterio

Historia de Córdoba con nombre de mujer

Esta maestra de origen zaragozano introdujo en Córdoba el método Montessori, entonces ya conocido en Europa

Angelita Romero de Torres: una mujer singular en una familia singular

Una fotografía de Amalia Ladrón de Guevara, con sus alumnos.
Una fotografía de Amalia Ladrón de Guevara, con sus alumnos.
Ana Ortega Tenor

23 de marzo 2025 - 06:57

Córdoba/La familia formada por Florencio Ladrón de Guevara Verges y Clara Hernández Lafuente procedía de un ambiente pequeño burgués y tenía seis hijos. Su hija Amalia nació el 12 de noviembre de 1888 en Villaroya de la Sierra (Zaragoza), localidad que contaba en aquel entonces con unos 1.000 habitantes y hoy tiene censados 413.

Amalia consigue el permiso de sus padres y abandona la residencia familiar para estudiar Magisterio en la capital, Zaragoza. En 1922 adquiere su plaza como funcionaria y entra en el Cuerpo de Maestros. Curiosamente, el mismo año que otra zaragozana, María Moliner, entra en el cuerpo de Facultativos Archiveros y Bibliotecarios. Tanto Amalia como María son de las primeras mujeres que consiguen acceder a puestos en un medio dominado por los hombres.

En 1924 se impulsa en Córdoba un plan de creación de nuevas escuelas, y es ese mismo año cuando es destinada como maestra a nuestra ciudad. Se incorpora a la Escuela Nacional de Párvulos y Escuela Maternal Modelo, en el edificio del actual Conservatorio Superior.

Imagen histórica de la Escuela maternal, en el actual Conservatorio Rafael Orozco.
Imagen histórica de la Escuela maternal, en el actual Conservatorio Rafael Orozco. / Rafael Garzón

La joven maestra llega a Córdoba, una ciudad provinciana, pero que desde mediados de los años 20 se encuentra en plena modernización. Se crearon nuevas plazas, se pavimentaron algunas calles del centro, se plantó una nueva arboleda en los jardines de la Agricultura... También hubo mejoras en transporte público, red eléctrica y alcantarillado.

Es entonces cuando la plaza de las Tendillas adquiere un aspecto más parecido al actual tras la desaparición del Hotel Suizo y gracias a Félix Hernández, encargado del nuevo diseño y de algunos edificios como el Palacio de la Colomera.

La Perla, lugar de encuentro de intelectuales

La cafetería La Perla, entre la calle Góndomar y la calle Sevilla, era frecuentada por artistas, entre los que estaba Enrique Moreno, apodado El Fenómeno. Este joven escultor de inigualable talento conoce a Amalia poco tiempo después de su llegada a Córdoba. Sabemos a través de su nieta María José que también ella frecuentaba estas tertulias que congregaban a los más destacados intelectuales del momento.

Posiblemente, Enrique la conoce en uno de estos encuentros, y pocos meses después deciden casarse; ella seguirá trabajando en la escuela y será pronto madre de cuatro hijos: Enrique, Francisco, Manuel y Antonio, este último su biógrafo.

Su marido era ya muy conocido, su formación en París y Roma le habían acercado a las vanguardias artísticas del momento y había frecuentado a Picasso, Dalí, etc. Amalia no era ajena a este ambiente de vanguardia que también llegó al mundo de la educación.

Amalia, con sus compañeras de la escuela.
Amalia, con sus compañeras de la escuela.

Introdujo el método de enseñanza María Montessori, ya conocido en Europa. Este modelo educativo era la antítesis de "la letra con sangre entra" y supuso una novedad y un avance para la pedagogía de la época. Una parte de su filosofía se recoge en estas palabras: "(…) Nadie puede ser libre a menos que sea independiente; por lo tanto, las primeras manifestaciones activas de libertad individual del niño deben ser guiadas de tal manera que, a través de esa actividad, el niño pueda estar en condiciones para llegar a la independencia (...)".

Doña Amalia, una mujer innovadora

A pesar de ser muy pequeña, su nieta María José recuerda muy bien a su abuela como una mujer innovadora en su trabajo y en su vida diaria. En sus propias palabras explica: "Nos llevaba regalos, cuentos con brillo o desplegables, cuentos en 3D, monedas de chocolate, cosas que tú nunca habías visto". También la recuerda como una persona elegante y bien vestida y añade que para estar con El Fenómeno tenía que ser una gran persona.

La Librería Luque se convirtió desde su creación en el proveedor del material de enseñanza y de escritorio que necesitaban los nuevos centros educativos. Muy pronto, Enrique y Amalia se convierten en grandes amigos de sus dueños, Rogelio y Pilar, quienes regentaban la librería de mayor renombre de la ciudad.

El impulso a la educación pública, gratis, mixta y laica llevado a cabo durante la II República también llegó a Córdoba. En 1935, se creó la Escuela Luciana Centeno Álvarez dividiéndose en tres secciones. Una de ellas era La Maternal, donde trabajaba Amalia. Luciana Centeno, maestra de reconocido prestigio, fue nombrada directora.

El hijo menor, Antonio, presentó en 2009 una biografía de su padre y en ese texto comenta: "Fueron muchas las generaciones de niños y niñas que pasaron por su clase; para todos tenía un especial cariño y dedicación y muchos de ellos ya consagrados médicos, abogados o ingenieros, mantenían una gran admiración por su maestra, Doña Amalia".

También relata cómo se vivió en la familia el golpe de estado del 18 de julio: "Vivíamos en la calle Ramírez de las Casas Deza, número 3, pero mi padre decidió, para ver si pasaba la furia vengativa de los primeros meses, trasladarse con su familia al chalet de un amigo, en lo que se conocía como Granito de Oro, en la carretera de El Brillante, en las afueras de Córdoba".

Edificio La Perla, donde se encontraba la histórica cafetería La Perla.
Edificio La Perla, donde se encontraba la histórica cafetería La Perla.

El 8 de septiembre, el policía Ricardo Anaya llega al domicilio y detiene a Enrique. El escultor es llevado al Alcázar, siendo ejecutado al día siguiente. Su cuerpo fue reconocido por el marmolista Obdulio Blanco, evitando que fuera a la fosa común. Amalia fue a reconocerlo pero, bajo amenaza de manifestar ninguna señal de dolor, se negó a ello, y finalmente fue el padre del escultor quien se trasladó para su enterramiento.

Según su hijo Antonio, les inculcó el deseo de perdón, pero no de olvido, y les trasladó siempre la importancia de la humildad, de reconocer los valores de los demás y el respeto a las opiniones contrarias.

Enfermedad, hambre y dolor en la posguerra

Como muchas miles de españolas, demócratas, pero perdedoras en la guerra, su situación en plena Guerra Civil fue de una gran precariedad. En 1938, pidió una beca para su hijo Francisco y para ello tuvo que firmar un documento de adhesión al régimen; poco después su hijo tuvo que trabajar como botones para ayudar a la familia. A duras penas podían pagar el alquiler de la casa de vecinos donde vivían. Las enfermedades y el hambre hicieron que Enrique, el hijo mayor, muriese de tuberculosis en 1942. Su nieta María José recuerda a su abuela "con un semblante triste, muy seria, como se ve en las fotografías". La muerte de su marido y de su hijo mayor le dejaron una profunda huella.

Los primeros diez años de la posguerra fueron los más difíciles; la dictadura imponía el terror y el sometimiento a los vencidos. Según las palabras de su hijo, su madre tuvo que pasar "por la amargura, la humillación y el dolor de tener que bordar escudos con el yugo y las flechas, o tener que cantar el Cara al Sol al iniciar las clases".

Fue gracias a las clases particulares impartidas a alumnos como Angelina Costa o Antonio Luque que pudo sobrevivir y sacar adelante a sus cuatro hijos. Contó con la ayuda de su hermano Urbano, maestro nacional, y de Pilar Flores de Quiñones.

En 1953, se jubila y buscando un futuro mejor para sus hijos abandona Córdoba y se instala en Madrid. Allí muere de leucemia, el 30 de abril de 1966, a los 77 años. Su cuerpo fue trasladado al cementerio de San Rafael, donde está enterrada junto a Enrique Moreno y su hijo mayor.

María José Moreno es la hija de Francisco, el segundo de los hijos de Enrique y Amalia, que falleció hace tres años. Hoy solamente quedan los nietos y otros familiares por parte de la abuela. María José añade que "es importante hacer un homenaje a las personas que, como su abuela, dieron tanto a la sociedad y sin embargo han permanecido en el olvido".

Mi agradecimiento al testimonio de Antonio Moreno Ladrón de Guevara, ya fallecido, por la biografía de su padre, a María José Moreno por su testimonio y generosidad, y a Matilde Cabello por su incansable labor para visibilizar a las mujeres. Gracias a ellos se ha podido conservar la memoria de una mujer pionera en su profesión, valiente y comprometida con la sociedad.

stats