Angelita Romero de Torres: una mujer singular en una familia singular
Historia de Córdoba con nombre de mujer
La menor de los Romero de Torres aunó los intereses artísticos y culturales de su familia con el cariño de quienes la conocieron y con una visión avanzada de la vida
Julio Romero de Torres, 150 años de un pintor de leyenda
Córdoba/Se acerca el final de 2024 y la celebración de los 150 años del nacimiento de Julio Romero de Torres el 9 de noviembre de 1874, el mismo día que seis años después nacía su hermana Angelita, la menor de los ocho hijos de Rafael Romero de Barros y Rosario de Torres Delgado.
Una niña y una joven que se convertirá en la mujer más significativa de la familia, como demuestran su gran actividad, sus publicaciones y sus responsabilidades familiares, sociales, culturales, en el actual Museo de Bellas Artes desde niña y, más tarde, en el Museo Julio Romero de Torres, en los que fue convincente intermediaria, trabajadora y magnífica cicerone.
Su recuerdo perdura en la ciudad, donde vecinos del entorno de la plaza del Potro hasta hace poco la recordaban y hablaban de la señorita Angelita como si aún estuviera entre ellos, en la plaza, en su jardín, en la parroquia de San Francisco o como guía por las salas de los museos. La numerosa correspondencia personal conservada refleja su formación y quehaceres en el entorno doméstico y social, su especial vinculación con familia y amigos y algunos de sus viajes; además, su correspondencia con personajes de la vida política, cultural y social de Córdoba, Madrid o Italia refleja su capacidad de relacionarse con muy distintas personas y por motivos e intereses muy diversos.
Un carnet en el que consta “permítase la entrada a Dª Angelita Romero de Torres” firmado en 1921 por Aureliano de Beruete y Moret como director del Museo del Prado prueba cómo era reconocida, lo mismo que los sonetos que le dedica Ricardo de Montis, periodista, escritor y amigo de los Romero de Torres, con el título El poema de tu jardín en 1931 o cómo ella le escribe años después para anular la visita prevista, pues “aquí me tienes quedándome en casa porque mañana se reúne el Patronato del museo y hay que hacer el orden del día y el acta y las citaciones con la máquina y tengo que quedarme de mecanógrafa distinguida. ¡Qué le vamos a hacer!”. Relaciones personales repetidas con Antonio Jaén Morente, diplomático, diputado republicano, catedrático de universidad y como Montis amigo de la familia, quien en 1957, desde su exilio costarricense, le envía una carta expresando su sentimiento de tristeza al estar lejos de Córdoba.
Correspondiente de la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba
En 1945 es nombrada correspondiente de la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba y escribe un agradecimiento que refleja su carácter, autodefiniéndose “locuaz y parlanchina como buena ignorante, romántica y soñadora”, evocando las clases de violín con Ángel Villoslada y los emotivos conciertos de Cuaresma cuando tocaba al piano para su madre Las siete palabras de Haydn, referencias de infancia y juventud, que ella misma narra, al igual otras tareas más domésticas, en las agendas y cuadernos de cuentas que escribió durante décadas.
Otra de sus trabajos más importantes fue su dedicación a la colección arqueológica de la familia, cuyo contenido publicó en 1943 y 1950. Comenzada por Romero Barros y continuada por sus hijos, quizás fue Angelita quien dio cohesión a lo hecho anteriormente aunque no fuera arqueóloga en el sentido que hoy se entiende esta profesión. En 1945 su hermano Enrique ya la cita como propietaria “por sus aficiones artísticas y arqueológicas y por ser la que tiene a su cargo el jardín donde está colocada la mayor parte de los objetos de esta colección”, completando posteriormente su formación con la colaboración con Ana María Vicent, directora del Museo Arqueológico de Córdoba entre 1959 y 1987, en algunos trabajos en el mismo.
En paralelo daba conferencias sobre arte, recibía premios y ejercía de anfitriona en celebraciones familiares, asistiendo a numerosas actividades culturales y sociales, participando en el recibimiento en el museo de la Infanta doña Isabel de Borbón en 1915 o cuando, con su sobrino Rafael, ostenta la representación familiar en la visita a Córdoba en 1929 de la reina de Rumanía.
Sus gastos, al detalle
Gracias a lo conservado se conocen numerosas referencias a la vida diaria y la economía de la familia, gestiones y trabajos que en buena parte eran llevados por Angelita. Hay constancia detallada de gastos vinculados a la compra de inmuebles y de un coche, a los depósitos e inversiones en Papel del Estado, Cédulas Hipotecarias y acciones en Ferrocarriles y los réditos que les proporcionaban, así como las cuentas corrientes de parte de la familia en la cordobesa Banca Pedro López e hijos, destacando las que estaban a nombre de las mujeres de la familia, entre ellas la propia Angelita.
Su documentación personal y las cuentas con ingresos y gastos proporcionan una aproximación sociológica a la familia Romero de Torres que se permitían ciertos gastos que otras familias españolas no podían en esas décadas. Curiosamente conocemos detalladas cuentas del mercado entre 1938 y 1944, años de la guerra civil, la posguerra y las cartillas de racionamiento, que permiten analizar el tipo de alimentación de la familia aportando datos para conocer mejor la nutrición de algunas familias españolas en esos años. Verdaderamente hay que destacar el conocer estos gastos en alimentación, pero también lo que gastaban en ropa, regalos a diferentes amigas y amigos de Córdoba y Madrid, visitas de médicos, operaciones quirúrgicas y medicinas, suscripciones a la prensa, viajes o aportaciones a entidades religiosas, benéficas, culturales y recreativas, dividiendo los gastos en ordinarios, extraordinarios y superextraordinarios.
Para ahondar en su personalidad, en su “cuaderno 3º ahorro de Angelita” explica detalladamente la procedencia de sus ahorros y algunos de sus gastos más personales anotados minuciosamente, con ejemplos en la compra de un tubo de crema para la cara, unos zapatos azules, lo gastado en el dentista, unas gafas de sol o la invitación a helado a su hermana Rosario un 8 de septiembre, día de la Virgen de la Fuensanta, además de cuantificar los préstamos de dinero que hacía a la familia. Esa minuciosidad se repite en el “cuaderno de Angelita, 1959. Cosas que son para anotarlas”, en el que escribe reflexiones personales, fragmentos de textos que lee y le gustan, anotaciones sobre la trayectoria profesional y las publicaciones de su padre y su hermano Enrique o alguna referencia al patrimonio de Córdoba, citas y reflexiones que ponen de manifiesto los gustos e intereses de esta singular mujer. Sus anotaciones en una pequeña agenda un poco posterior detallan apuntes de cuentas de la familia y diversos gastos más personales, regalos, cuidado del panteón familiar en el Cementerio de san Rafael o los santos de sus amigas y amigos.
Elogiada por sus actividades y por su carácter alegre
Fue elogiada tanto por sus diversas actividades como por su carácter alegre patente en el texto de Margarita Nelken El patio de Angelita Romero de Torres, de 1926, en el que se hace referencia al mimo en el cuidado del jardín; cuidado que le llevó a ganar un diploma con medalla de bronce en la Exposición Nacional de Crisantemos de 1915, lo que le supuso una enorme satisfacción, ya que este patio era un lugar de encuentro de familia y amigos y que su hermano Julio había pintado en diversas ocasiones, en algún caso retratándola a ella misma, como también hicieron sus hermanos Rafael y Enrique.
La relación entre la familia Romero y Nelken llega a tal grado de amistad que queda constancia, en 1934, del dinero que le envían, pudiéndose valorar que sus amigos los Romero de Torres se lo entregaran para contribuir a su viaje al exilio, cuando a raíz de la revolución de Asturias de 1934 se le quita la inmunidad parlamentaria y es procesada como diputada socialista por Badajoz.
En estas relaciones personales hay que considerar que amigas de Enrique, Julio y Angelita Romero estaban relacionadas con las sin sombrero, la Institución Libre de Enseñanza, la Junta de Ampliación de Estudios, el Lyceum club femenino o la Residencia de señoritas, con importantes trayectorias como artistas plásticas, escritoras, docentes, periodistas o políticas, amistad que acercó a los hermanos a los postulados de dichas instituciones.
Tres generaciones en la misma casa
La vida de la familia Romero de Torres se desarrolló entre 1862 y 1991 en la conocida como Casa Romero de Torres, anexa al actual Museo de Bellas Artes, vivienda durante más de un siglo de sus conservadores y directores desde que llega Romero Barros en 1862 hasta el fallecimiento de su nieta María en 1991. Aquí desarrollan su vida durante tres generaciones, compaginando actividades privadas, relaciones sociales y vida cultural en Córdoba desde mediados del siglo XIX. A esta casa acudían amigos e intelectuales cordobeses y quienes llegaban a la ciudad, como le ocurrió al psiquiatra Carlos Castilla del Pino en 1949 al llegar a Córdoba con cartas de presentación a la familia, cuyo centro de atención en esos años era Enrique; evocaba Castilla sus visitas a la casa de la Plaza del Potro y cómo lo cautivó el jardín, recordando las atenciones de Angelita y de Francisca Pellicer –la viuda de Julio Romero de Torres–, que le invitaban a limonada sorprendiéndole la colección arqueológica del jardín.
La casa de los Romero de Torres era una casa habitada por una familia que ahí vivía y trabajaba, cocinaba y pintaba, recibía visitas de amigos y de la familia real, investigaba sobre arqueología y arte y coleccionaba arqueología y arte, de ahí la singularidad del espacio y de la colección que llegaron a tener, siendo tras el fallecimiento de su padre, Angelita junto a su hermano Enrique los principales artífices de esa actividad, pues Julio desde 1916 pasaba gran parte de su tiempo en Madrid.
Reconozcamos a Angelita Romero de Torres como la mujer que consiguió aunar durante años los intereses artísticos y culturales de su familia, con el cariño de cuantos la conocieron y con una visión más avanzada de la vida de lo habitual en las mujeres cordobesas de su época.
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