“El ánimo es muy importante en el cáncer de mama”

Día Contra el Cáncer de Mama

Dos mujeres cuentan su experiencia con la enfermedad; a una se la diagnosticaron en fase inicial, mientras que la otra ya ha pasado por cuatro tumores y una doble mastectomía incluida

Rafi Castro.
Rafi Castro. / Juan Ayala

En el proceso de diagnóstico de cáncer de mama primero viene la sospecha y con ella la negación (“no puede ser, se habrán equivocado”). Cuando los resultados ratifican que existe la enfermedad (“¿por qué a mí?”) llegan las dudas por el qué pasará (en el cuerpo y en la vida) y las preocupaciones de los familiares. Pero la mujer no quiere que nadie sufra y se protege tras una coraza de normalidad y positividad. Mientras, el llanto y la incertidumbre van por dentro.

Aunque es importante que las afectadas expresen sus sentimientos, también lo es que mantengan una actitud positiva para afrontar la enfermedad. Así lo destaca Rafi Castro, a la que le diagnosticaron cáncer de mama el 18 de abril de 2016, con 52 años. “El ánimo es muy importante en esta enfermedad”, asegura esta mujer a la que operaron justo un mes después.

“Iba un poco asustada, pero confiaba en los médicos del Reina Sofía porque me sentía muy arropada”, explica. Después de la intervención recibió radioterapia, ha seguido los controles rutinarios y ahora está curada. Su cáncer, de tipo hormonal, estaba en fase inicial y afortunadamente se lo detectaron en una revisión “porque estaba muy profundo y de otra forma no me hubiera dado cuenta hasta que hubiera crecido bastante”.

Hasta que recibió el diagnóstico “en todo momento pensaba que estaban equivocados y en la siguiente prueba iban a ver que no había nada”. Al hablar con otras compañeras se ha dado cuenta de que “a todas nos ha pasado igual; y no nos damos cuenta del momento de la vida en el que nos encontramos hasta que tenemos que cortar”. Justo ahí “caes en la cuenta de que tienes muchos proyectos, ilusiones y una familia, que te queda mucho por hacer”.

En todo momento, Rafi intentó “darle normalidad” al diagnóstico y delante de su familia y amigos aparentaba que no había pasado nada porque ya le habían quitado el cáncer, pero “por dentro iba la procesión y hubo un momento en el que aquello rompió”. Fue entonces cuando acudió a la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC).

“Tras el cáncer sientes de otra manera, ya no te afecta cualquier tontería”, asegura Rafi

Pasar por un proceso como este hace que la forma de ver la vida cambie mucho; “sientes de otra manera, ya no te afecta cualquier tontería y aprecias todo más”, como un simple baño en la playa: “cuando me metí en el agua después de operarme tenía una sensación tan extraña que parecía que era la primera vez que me metía en el mar”, recuerda.

Uno de los peores tragos fue la radioterapia (le dieron 25 sesiones):“la quimio tiene efectos más visibles, pero con la radio te encuentras agotada, te quema mucho por dentro y es una sensación poco agradable”.

Ahora se encuentra “estupendamente”, hace vida normal, está curada y es voluntaria de la AECC de forma testimonial. Va todos los lunes al Hospital Provincial a visitar a las mujeres a las que acaban de operar para “darles ánimos, que vean que yo estoy estupendamente y de esto se sale”, pero “hay que tener fe y mucho ánimo;no te puedes meter en casa pensando que estás enferma porque entonces es cuando estás enferma de verdad”. Por eso, siempre les recomienda que, aunque no vayan a salir de sus casas, se pongan un poco de colorete para que se vean guapas.

Rosa Pacheco.
Rosa Pacheco. / Juan Ayala

La superación de Rosa

La de Rosa Pacheco es una historia de superación continua. No en vano, lleva 15 años luchando contra el cáncer, aunque no ha sido hasta ahora cuando ha conseguido subir su autoestima gracias, en parte, al apoyo que recibe de la psicóloga de la AECC Leticia Barrera.

Con 37 años, a Rosa le diagnosticaron un cáncer de mama por el que la operaron y dieron quimio y radio. A los cinco años, justo cuando le iban a dar el alta, le detectaron otro en el otro pecho. Tras realizarle un estudio, descubrieron que era de tipo genético, así que le practicaron una doble mastectomía. “Decidí que quería vivir”, indica.

A los dos años, la ginecóloga le aconsejó que se sometiera a una intervención de extirpación preventiva de ovarios al haber pasado por un cáncer genético. Decidió hacerlo y en esa operación descubrieron que tenía un tumor en fase inicial. “Me dijeron que no había afectado a nada, que había tenido suerte porque el de ovarios, cuando se detecta, hay poco que hacer”, apunta Rosa.

Las revisiones pasaron a ser trimestrales y en febrero de 2018 llegó otra mala noticia para ella: una analítica reflejó valores tumorales altos, buscaron dónde estaba y lo encontraron en el peritoneo a finales de mayo. “Seguramente fue una célula que se quedó del de ovarios”, explica.

Esta última batalla ha sido muy dura: un año de quimio (12 sesiones de cinco horas cada una) y la operaron a vida o muerte, “pero afortunadamente está superado y estoy recuperándome, aunque tengo muchas secuelas de la quimio”.

“Estoy aquí gracias a los médicos y bueno, también gracias a mí, que he puesto mucho de mi parte”, confiesa esta mujer. Buena culpa de ello la tiene la psicóloga de la AECC, que tiene sesiones de trabajo con ella. “Gracias a ella he aprendido a quererme, que no es poco”, e incluso se ha hecho voluntaria para poder ayudar a otras mujeres.

Rosa afrontó su primer diagnóstico sola; vivía con su madre, que era dependiente y a la que ella cuidaba. En ese momento “no quería saber nada de la AECC ni de nadie, solo me preguntaba por qué a mí”. En el segundo llevaba un año con José, su pareja, que “estuvo al pie del cañón” y 11 años después sigue siendo su apoyo principal. En ese momento no quería involucrarlo en la enfermedad y le dio la posibilidad de dejar la relación, pero él quiso seguir a su lado.

Rosa intenta vivir su día a día sin pensar en el cáncer. Después de tener una revisión, guarda los papeles en una carpeta hasta la próxima “y lo olvido porque sino no vivo, no sería bueno para mí ni para los míos”. Tras cuatro cánceres, piensa que “de pasarme algo otra vez, Dios quiera que no, aquí estoy con las botas puestas hasta el último día”.

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