"Con los años, cada vez que escribes un poema te sientes más responsable"

Francisco Gálvez. Poeta

El escritor, que forma parte de la Generación del 70, acaba de reunir su poesía de 1994 a 2016 en la antología 'Los rostros del personaje' y participará en Cosmopoética este lunes con un recital

El poeta Francisco Gálvez. / Reportaje Gráfico: Jordi Vidal
Ángela Alba

30 de septiembre 2018 - 02:32

El poeta Francisco Gálvez (Córdoba, 1945) es una pieza fundamental de la poesía cordobesa. Fundador de las revistas Antorcha de paja (1973-1983)y La manzana poética (1999 hasta la actualidad), es uno de los miembros más destacados de la Generación del 70, un eslabón entre Cántico y la nueva poesía surgida en la ciudad a finales del siglo XX. Su trayectoria comenzó con la publicación de Los soldados (1973) y Tránsito (1994) marcó un punto de inflexión en su obra. Ahora reúne en la antología Los rostros del personaje (Pre-Textos) los poemarios que han visto la luz entre 1994 y 2016. Gálvez participará mañana en Cosmopoética, donde hará una lectura junto a Félix Moyano.

-¿Qué evolución puede ver el lector en Los rostros del personaje?

-Yo suelo cambiar la temática pero el fondo suele ser el mismo y además tradicional; la muerte, el tiempo y el amor, pero claro, eso lo puedes trasladar a diversas facetas de la vida. Tránsito es el libro que está en el medio, es centro de mi obra, como escribió Eduardo García y ahora ha escrito Vicente Luis Mora en el prólogo. Yo también lo considero centro porque a partir de Tránsito he cogido un cauce distinto a la primera etapa; me abro más a temas más cercanos sin abandonar la lírica. Para mí es una aventura iniciar un nuevo libro; me sale de por sí buscar nuevos cauces.

-¿Ahora en qué momento se encuentra? ¿Sigue escribiendo?

-Sí, tengo un nuevo libro que saldrá en el primer semestre de 2019. La obra tiene una parte de dietario, algunos poemas son autobiográficos y otros de ficción pero con la estructura de diario. Esa es una primera parte del libro. Mi poesía sigue abriéndose a temas más actuales porque la realidad no es la misma hace 20 años que ahora. Los temas te buscan a ti en lugar de tú buscarlos.

-Parte de su obra ha sido traducida al italiano, país que este año está en el centro de Cosmopoética. ¿Cree que hay un entendimiento entre poesía española e italiana?

-Son cercanas en todo. Aquí siempre se ha leído mucho poesía italiana. Somos latinos, esa pasión existe y en Córdoba también la tenemos.

-Parte de su trayectoria la ha dedicado al estudio de la poesía y las revistas literarias. Detrás de eso está su experiencia en Antorcha de paja.

-He hecho dos revistas muy distintas. La primera fue Antorcha de paja, que era de jóvenes. En aquella época no existían las redes sociales y era muy natural que los poetas que empezábamos tratáramos de hacer una revista porque era una forma de publicar nuestros poemas al tiempo que le pedíamos poemas a poetas mayores para codearnos con ellos y que esos números tuvieran más importancia. Pero Antorcha de paja fue mucho más que eso porque se situó en el momento oportuno de los años 70. Manuel Álvarez Ortega nos puso en contacto con los Novísimos y Postnovísimos. El nexo empezó ahí y también las conexiones que se han establecido con la Córdoba de los 70. La revista se hizo justo en la época de la transición, del 73 al 83, y tuvo éxito precisamente porque los editoriales hablaban de política, cuando todavía vivía el dictador, y de todo lo que queríamos. La manzana poética ya es una revista con gente con más trayectoria e historia porque ya lleva 15 años. No es la revista clásica juvenil.

-¿Qué supuso Antorcha de paja para el panorama literario tanto español como cordobés?

-Hay cuatro estudios sobre ella. Pienso que, posterior a Cántico, es la más importante. Primero porque estuvo en contacto con todos los jóvenes de los 70; Novísimos, Postnovísimos, los que todavía no eran pero fueron de la llamada poesía de la experiencia de Granada... En aquella época, en Andalucía y España Antorcha de paja era una revista totalmente conocida. Recuerdo que Carlos Clementson decía que editábamos 300 ejemplares y cuando iba a Madrid la encontraba. Y no teníamos distribuidores ni nada. Fue de gran ayuda Álvarez Ortega, que nos dio las conexiones con los poetas de nuestra misma generación de edad que estaban en aquel entonces en Madrid o Barcelona. Nosotros teníamos varias cosas claras: primero, que no queríamos ser una revista localista; segundo, que no queríamos publicar solo a autores cordobeses; y tercero, que teníamos que abrirnos a lo que estaba ocurriendo entonces en el país. Toda la transición está en los editoriales de la revista. Luego, nos apoyó Vicente Aleixandre, que nos mandó una carta titulada Elegir que nos vino muy bien porque nosotros estábamos eligiendo en aquella época. También Jorge Guillén, que aún estaba en EEUU. Es decir, los poetas mayores del 27 y los de nuestra generación pasaron por Antorcha de paja. Tenía que ser conocida forzosamente. Creo que ha supuesto mucho y todavía no se ha visto todo a pesar de cuatro estudios. Sobre todo, en esta ciudad no se le ha dado la importancia que ha tenido.

-¿Extraña esos años de la revista y ese momento de efervescencia de la poesía?

-Se echan de menos muchas cosas de las que uno ha vivido a gusto, pero yo soy una persona que siempre va hacia delante, no me gusta detenerme, de ahí incluso el cambio en las temáticas de mis libros. Algunos poetas de los 70 mantenemos aún ese espíritu de hablar por teléfono, nos vemos en alguna ciudad... Hay una serie de poetas que se merecen que les hicieran una antología porque son el espíritu de la Generación de los 70, que al mismo tiempo convivía con los Novísimos, aunque ellos tenían muchísima más fuerza a nivel editorial.

-¿Qué ha supuesto Antorcha de paja para su trayectoria? ¿Hubiera sido otro Francisco Gálvez si no hubiera formado parte de ese proyecto?

-Tal vez, pero es muy difícil saberlo. Llega un momento en el que la revista que has hecho ya no te sirve para nada. Sirve, por ejemplo, para analizar la poesía de aquel tiempo porque entonces estas publicaciones reflejaban el instante, el momento. Aunque estaba en pleno auge, nosotros mismos la acabamos en un acto en Granada. ¿Por qué? Porque lo mismo que teníamos claro que no queríamos hacer una revista local y que debía ser seria, sabíamos que estas publicaciones mueren por aburrimiento, repetición, por el "toma, te doy un poema y lo publicas y yo te publico a ti"; cosa a la que nos negamos. Después hemos pagado en cierta manera esa heterodoxia, pero no nos arrepentimos. Como eso se acaba, el poeta tiene que escoger su camino. La revista te ha ayudado en ese momento pero no después porque ya no eres el poeta de Antorcha aunque lo hayas sido.

-¿Cómo era el panorama cultural en los 70 en Córdoba?

-No había nada. Incluso posteriormente, cuando nace Cosmopoética, muchos de los festivales de poesía del país todavía no existían. En cierta medida hemos sido pioneros en ese aspecto. En esos años estábamos nosotros, había otro grupo y otra revista. Pero no era como ahora, que hay muchas lecturas poéticas, la gente se mueve, no había redes sociales... En 1973 todavía no habíamos entrado en la transición y el ambiente era pobre política y culturalmente, pero al mismo tiempo teníamos toda la efervescencia de aquellos años, algo que no voy a volver a vivir, y los jóvenes me parece que tampoco, porque había una pasión que generaba las ganas de cambio en la cultura, la política, las relaciones sociales... Había que cambiar todo, estaba todo por hacer y por vivir.

-¿Dónde se hacía la cultura entonces? ¿Dónde os reuníais?

-Había pocos sitios. Concretamente una de las normas de Antorcha de paja era no reunirse como sí hacían otros grupos que había en esta ciudad y fuera. No éramos poetas de encontrarnos para leernos nuestros poemas y decirnos lo bien que estaban. Nosotros teníamos dos lemas y uno de ellos era "Vida y poesía"; preferíamos vivir primero y después la poesía. Los números de Antorcha no se hicieron en quedadas y no tenían periodicidad. Éramos amigos, nos veíamos, salíamos con la familia, hablábamos de poesía lógicamente... Así se hacía la revista.

-Su generación es un eslabón entre la poesía de Cántico y la nueva poesía cordobesa. ¿Qué relación ha tenido con unos y con otros?

-Llegué a conocer muchísimo más a Juan Bernier porque fue el que quedó en Córdoba. A Pablo (García Baena) posteriormente también lo he tratado mucho. Hay que tener en cuenta que otra de las cosas que ocurrían en aquella Córdoba de los 70 es que estábamos solos, no teníamos a padres, no teníamos a ningún poeta mayor en Córdoba nada más que a Juan Bernier. No vivían aquí Julio Aumente, Vicente Núñez ni Pablo García Baena, que entonces estaba en Torremolinos. Ricardo Molina murió precisamente en 1968. No había nadie, estábamos solo nosotros, no como los jóvenes de ahora, que han tenido a los poetas de Antorcha de paja, a Carlos Clamentson, a Juana Castro... No obstante, yo mantuve buena relación con Juan Bernier, de hecho le publicamos su Diario inédito, que luego ha editado Pre-Textos. Fue una primicia que él nos concedió. También publicamos poemas inéditos de Ricardo Molina póstumamente. Luego, respecto a la relación con los jóvenes, ellos mismos te pueden decir. Nosotros siempre pensamos que había que romper el concepto de padres, esa distancia. Más que lo de padres, porque los mayores siempre somos padres en cierta forma, me refiero a que no queríamos esa distancia con los jóvenes, y así lo han expresado ellos en diversas ocasiones. Nunca quisimos esa distancia que nosotros habíamos tenido con nuestros poetas mayores, no tanto de Córdoba, que también porque no estaban, sino con los de fuera. Los veíamos como algo inalcalzable. Esa situación la rompimos. Aún hoy nos seguimos viendo y nos tratamos como iguales, sin distancia ni supremacía. Ellos lo entendieron así y creo que es bueno.

-¿No ha existido con ellos la figura del maestro?

-No. Es diferente que después se dé de por sí o ellos tengan esa concepción.

-¿Se puede considerar que Juan Bernier sí fue maestro vuestro?

-No, fue una persona genial y honesta. Hay que evolucionar, nadie debe seguir a nadie pero Juan tiene una gran poesía que está todavía por revalorizar. Lo que ocurre es que su obra es de un corte que llaman social, que para mí no lo es, y no le han prestado tanta atención. Es evidente que tiene bastante menos obra que, por ejemplo, Pablo, pero ha escrito poemas tremendos. En ese aspecto sí podemos decir que fue maestro, pero no en la poesía que después nosotros hemos escrito.

-¿Cómo se forjó la relación con los jóvenes?

-Nos fueron conociendo poco a poco, leyendo nuestros libros. El primer homenaje a Antorcha de paja lo organizó la Universidad de Córdoba (UCO) con la Junta, el Ayuntamiento y Cajasur. Se denominó el Año Antorcha y empezó en marzo con una tertulia de jóvenes que estaban en Filosofía y Letras, entre ellos Juan Antonio Bernier. Fueron varios meses en los que se hicieron publicaciones conjuntas, una exposición en la Posada del Potro y otras actividades. Ese fue el punto que sirvió para que nos conociéramos todos.

-Con el fallecimiento de García Baena, su generación -Juana Castro, Carlos Clementson- queda como la veterana de la poesía cordobesa. ¿Pesa esa responsabilidad? Antes, cuando Pablo aparecía en un acto se creaba mucha expectación...

-Creo que a partir de ahora debería ser de otra manera. No puedo hablar por los demás, pero yo no siento esa responsabilidad a la que te refieres, lo que pasa es que con los años, cada vez que escribes un poema te sientes más responsable. Cuando eres joven y escribes un poema o un libro todavía tienes tiempo de rectificar, pero ahora es más serio. Sobre todo si coges temas poco usuales en la tradición española, como a mí me ha pasado con El hilo roto. Ahí sientes más responsabilidad porque piensas "¿qué hago yo con esta edad y esta trayectoria hablando de esto?". En el fondo es una tontería porque la poesía es poesía escribas sobre lo que escribas.

-En 1999 fundó otra revista, La manzana poética. ¿Qué labor habéis hecho desde esta publicación?

-La hago con Bernd Dietz, que es catedrático en la UCO, y gente de cierta trayectoria. Lo curioso es cómo nace: su nombre hace referencia a la manzana de pisos de Vista Alegre porque ahí vivíamos todos, Pablo García Casado, Carlos Clementson, yo... Era la manzana de casas pero a la vez tenía que ser poética. Hubo dos poetas invitados, Eduardo García y Álvarez Merlo (que formaba parte de Antorcha de paja). Aquello se agrandó y se hizo una asociación cultural, una revista, el seminario de poesía... Lleva desde el 99 y se sigue publicando.

-¿Cómo ve la cultura cordobesa y a las nuevas generaciones de poetas?

-La cultura en Córdoba lleva años que está bien. No se parece en nada a los años en los que nació Antorcha de paja. A mí no me gusta hablar de poesía cordobesa sino de poesía española en Córdoba. Bueno, algunos de esos jóvenes tienen ya los 40 (ríe). Córdoba puede presumir de tener un gran plantel de poetas. Además viviendo aquí, que es más difícil.

-¿Entonces, es más difícil hacer poesía desde la periferia?

-Antes sí, hoy en día no por los medios que hay.

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