"Las autoridades creen que la cultura en Córdoba acaba en El Brillante"

Geografía humana

Vivió algunas de las experiencias que John Haycraft relata en su libro 'Babel in Spain' l Defiende la titularidad pública de los caminos que están cerrados por particulares en la Sierra

Patrick Philpott, asomado a una ventana de su domicilio.
Patrick Philpott, asomado a una ventana de su domicilio.
Jesús Cabrera

05 de octubre 2008 - 01:00

LOS conocimientos de inglés que tienen actualmente centenares de cordobeses se los deben, indefectiblemente, a Patrick Philpott. Este inglés de Leicester, que recaló en la ciudad en el verano de 1962, con pocos años de diferencia vivió experiencias similares a las que plasmó su paisano John Haycraft en su libro Babel in Spain, lo que le costó regresar a Inglaterra donde creó International House basada en su experiencia cordobesa y que ahora es una organización mundial líder en la enseñanza de idiomas.

-¿Qué paralelismos se pueden establecer entre John Haycraft y usted?

-Muchísimos. Los dos llegamos aquí y nos dedicamos a enseñar inglés porque no había otra cosa que hacer. Él dice en su libro que le venía muy bien porque era poco trabajo y le quedaba tiempo para escribir, que era su pasión, aunque luego no triunfó como escritor. Y yo tenía que hacer algo para comer y lo único que sabía era inglés. Al igual que John, empecé a ejercer la profesión y a los pocos años me saqué la titulación, cuando ya había aprendido a ser profesor de inglés. La gente de Córdoba no se ha dado cuenta de lo importante que fue John Haycraft. Lo conocí en los 80 y 90 en Inglaterra, en varios congresos de profesores de inglés, hablaba con él, me preguntaba por Córdoba, porque estaba muy interesado en saber cómo iban las cosas por aquí. John creó aquí la Academia Británica, que fue una escuela muy seria; después, como tuvo problemas tras la publicación de su libro Babel in Spain y porque tenía otras ambiciones en la vida, regresa a Londres, abrió allí otras escuelas que ahora están repartidas por todo el mundo bajo el nombre de International House, que es la empresa que fundó. Y todo empezó en Córdoba en 1953. Formó también parte de un grupo de profesores de inglés que le dieron estructura y seriedad a la profesión, de modo que hoy día existe la titulación, hay exámenes, inspecciones.

-¿Qué Córdoba fue la que usted se encontró?

-Muy parecida a la que se encontró John Haycraft, dominada por la oligarquía. Tuve la suerte de conocer a dos o tres familias que me fueron presentando a otras y fui dando clase a gente de ese estrato social. Desde el punto de vista sociopolítico era asfixiante, pero estos señores tenían todo el poder en la ciudad y podían hacer y deshacer como querían, algo que le extrañó mucho a John. Él era muy culto y, como pensaba, veía que las cosas no estaban como tenían que estar. Hizo amistad con algunos intelectuales de aquí, como Anastasio Pérez Dorado, Celestino Infante o Carlos Castilla del Pino. Había un círculo de gente que él conocía, que estaba en contra del régimen, con quienes hizo cierta amistad. Pero, claro, no podía hacer nada, porque si destacaba lo más mínimo, como extranjero, en 24 horas estaba en la frontera. Cuando llegué las cosas no estaban tan mal, pero existía ese clima de miedo. Actualmente, esos dinosaurios se han muerto o se han ido a otros pastizales y hay otros aires por Córdoba. Pero también hay cosas que han cambiado para peor, como el campo, donde antes se podía andar por todos lados y hoy hay vallas que no te dejan.

-Pero pese a este clima adverso, qué atractivo le hizo quedarse.

-Me enamoré de Córdoba. Era una maravilla, tan distinta a todo lo que conocía. Tan barata, la gente tan simpática, tantos edificios antiguos, el clima, el estilo de vida, el campo. Todo me cautivaba. Me daba paseos larguísimos por el casco antiguo y me lo pasaba muy bien. Había pocos extranjeros entonces y yo, que llegaba con mis ahorrillos para vivir con una familia en el Sector Sur, llamaba mucho la atención a las nenas de los barrios. Iba a los bares, a las fiestas flamencas; un ambiente maravilloso para un joven. Luego, cuando vine a trabajar, la cosa cambió, pero me sigue gustando Córdoba más que otros sitios.

-¿Qué echa ahora en falta de aquella ciudad?

-Muchos edificios antiguos que se han derribado, las calles silenciosas, menos tráfico, la gente más abierta y con un trato más afectuoso que hoy en día. No estamos como en Londres, pero vamos por ese camino. Era como pasear por un museo. Los señores viejos en las tabernas, tomándose su copa, quejándose de todo y hablando de toros y de fútbol. Una maravilla. Y el clima, porque quien ha vivido en invierno en el norte de Europa sabe lo duro, lo triste y lo deprimente que es.

-¿Y el verano cómo lo sobrelleva?

-Me quito de en medio. Voy a Inglaterra a ver a la familia y a hacer cosas. Pero me he quedado muchos veranos aquí saliendo a trabajar a las cuatro de la tarde. Uno se acostumbra a todo.

-¿Cómo reaccionó al llegar de un país europeo en los años 60 a una ciudad como Córdoba, con una actividad cultural prácticamente paralizada?

-Le encontraba atractivo a Córdoba, porque en Inglaterra estaba inmerso en un ambiente intensivo de estudios y era un relax llegar aquí y olvidarme de todo eso. Era extraño que un señor inglés se estableciera aquí.

-¿Cómo le miraban?

-A mi familia le extrañó bastante, sobre todo a mi madre. Cuando vinieron mis padres se dieron cuenta de que esto era muy atractivo, sobre todo mi padre. Se sentaba en la calle de la Plata con su copa de coñac y se pasaba todo el día viendo pasar la gente. Estaba encantado sin saber una palabra de español. Esto era un encanto. Aparcaba mi seiscientos en Las Tendillas y me iba a dar clase. No es como ahora, que hemos ganado en muchas cosas, como en una sociedad más abierta, más libre, no hay los abusos de antes.

-La sociedad de Córdoba era una sociedad cerrada, que lo sería aún más para un extranjero, ¿no?

-Como era un bicho raro, me toleraban.

-¿Por exótico?

-Sí, si hubiese sido chino hubiera tenido entrada también en todos los sitios. Como no suponía una amenaza me toleraban, hacía gracia y como creo que hacía bien mi trabajo pues estaban contentos conmigo. Sigo teniendo amigos entre esa clase.

-¿Cómo descubre el patrimonio natural de Córdoba?

-El primer año que vine fuimos a una novillada a Belmez y me quedé boquiabierto al ver lo bonito que era aquello. Cuando me quedaba aquí hacía lo posible por dar un paseo por la sierra. Luego, cuando me establecí, los niños habían crecido y tenía más libertad, y me dedicaba los domingos a andar por mi cuenta, a explorar esa maravilla que tenemos y que los cordobeses no conocen. Han ido a Los Villares y punto.

-¿Y eso por qué?

-Por el carácter de los cordobeses, en parte, y porque las criaturas no pueden acceder a la Sierra porque está vallada. En la plataforma A Desalambrar nos encanta llevar a la gente a sitios que no conocen y se quedan maravillados de lo bonitos que son. Las autoridades, que hablan tanto de Capital Cultural, creen que la cultura acaba en El Brillante, que de ahí para arriba no hay cultura. Pues sí hay cultura, señores, hay cultura de estudiar la fauna, la flora, los edificios, la vida que hacía la gente ahí. Con un paseo se te ensancha el alma y se te llenan los pulmones de oxígeno. Esto, creo, es una cultura bastante respetable y un atractivo para la ciudad. Si a la gente que viene sólo a ver la Mezquita le podemos ofrecer también paseos por Valdelashuertas, el Bejarano, el barranco de la Huesa o por estos sitios tan bonitos con tanta historia, pues sería un atractivo más para la ciudad. También parece raro que un gobierno local que se dice de izquierdas defienda los intereses de los terratenientes que no son, precisamente, de izquierdas.

-¿Tiene esperanzas de ganar esta batalla?

-Sí, muchísimas. Ya hemos ganado algunas batallitas, como abrir el camino de Torilejos, en Posadas, hemos conseguido recuperar muchas vías pecuarias por donde tienen que ir, porque Medio Ambiente te hace unos deslindes que no tienen explicación. Sobre todo, queremos que el Ayuntamiento apruebe en el Pleno el inventario de caminos públicos y empiece a trabajar para recuperarlos.

-¿Qué es lo que lo retrasa tanto?

-La voluntad política lo retrasa todo. El señor [Andrés] Ocaña y la señora [Rosa] Aguilar no quieren que eso se haga. No tiene otra explicación, porque el inventario está hecho, que es el de 1884, más los demás caminos que han ido apareciendo que también son públicos. El reglamento de uso parece que también está hecho y sólo falta pasarlo por el Pleno. No creo que ningún partido se oponga seriamente a recuperar un bien que es público. Además, es una obligación legal tener el inventario y los caminos abiertos. Hemos recurrido al Defensor del Pueblo, que ha instado muy enérgicamente al Ayuntamiento a que lo hagan ya, porque han estado cuatro años dando largas y ya no hay excusa.

-Cuando se apruebe el inventario de caminos públicos, ¿cuál será el próximo objetivo de A Desalambrar?

-Nosotros, encima de que nos cuesta el dinero, estamos haciendo el trabajo de las autoridades, de reclamar esto y abrir los caminos. El trabajo consistirá en que el Ayuntamiento vaya camino por camino para ver si están abiertos y, si no, obligando al propietario a que lo abra. Habrá juicios y eso tardará años, pero se tiene que conseguir.

-Por esta defensa ha llegado a estar frente a un juez. ¿Qué es lo que lo motiva?

-Me siento más cordobés que otra cosa, y lo siento como algo mío. Esto es así. Tengo sangre irlandesa y somos gente de cuello muy duro. No nos doblegamos.

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