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Hace casi dos meses y medio que Mario llegó al mundo, pero era tan pequeño que de inmediato tuvo que ingresar en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos (UCIP) del Hospital Reina Sofía de Córdoba. Nació el pasado 6 de septiembre a las 30 semanas de gestación de su madre, Carmen Belén Reyes, y pesaba 806 gramos.
El niño venía con restricción del crecimiento (bajo peso para la edad gestacional), por lo que en realidad su tamaño era como de 28 semanas. A Carmen Belén la estaban controlando porque los médicos vieron en la semana 24 que la sangre no le llegaba bien por el cordón, así que le administraban corticoides y, en el momento del tratamiento, el bebé mejoraba. El objetivo era aguantar unas semanas más porque con esa edad gestacional los pronósticos de superviviencia no son muy buenos.
Al final, en una revisión en la semana 30 la especialista vio que Mario había perdido un poco de peso y a Carmen Belén se le había subido la tensión, por lo que era peligroso para ambos. "Fuera va a crecer más que dentro", le dijo la doctora. Así que le programaron una cesárea para que el bebé no sufriera en el parto "y desde ese día seguimos aquí", explica esta madre desde el pasillo de Neonatos del Reina Sofía, la que es su casa desde hace casi dos meses y medio.
Las primeras 24 horas son decisivas "y la primera semana los médicos son muy sinceros, nos decían que no estaba bien". Además, Mario nació con el ductus abierto (un pequeño vaso que comunica la aorta con la arteria pulmonar y que normalmente está abierto en el feto, pero se cierra justo después del nacimiento) y le tuvieron que poner un tratamiento. También se alimentaba por sonda.
Pero ahí no acababan sus problemas. Al nacer tan pronto, los pulmones no se habían acabado de desarrollar, así que de primeras le pusieron una mascarilla, pero luego lo tuvieron que intubar. A los dos días les dijeron que el respirador estaba al máximo y que posiblemente le tenían que poner otro de respiración forzada. "Lo pasamos muy mal", asegura emocionado su padre, Alberto Núñez. Al día siguiente, "sorprendentemente" remontó y le pudieron bajar el oxígeno".
"Aquí lo hemos pasado mal porque hemos conocido a gente que ha perdido a su bebé", asevera Carmen Belén desde el pasillo de Neonatos que tan bien se conoce esta pareja, que cada día sale de Montilla para estar a las 09:00 en el hospital para darle el biberón a Mario y se va del centro después de la toma de las 21:00. Una jornada intensiva que pasan en la sala para familiares o dando una vuelta por la planta.
Las primeras semanas las visitas eran "todas llorando" viéndolo al otro lado de la incubadora. "Era una mezcla de alegría y de pena por verlo con tanto cable, pero lo tocaba un poquito y era el hombre más feliz del mundo", confiesa Alberto.
Unas semanas después pudieron empezar a hacer el método canguro, que consiste en mantener el recién nacido en contacto directo, piel con piel, con el pecho de la madre o el padre.
Mario estuvo un mes y medio en la UCIP y luego pasó a ingresos, donde ya podían entrar cada tres horas a cambiarle el pañal y a darle la toma después de que le quitaran la sonda por la que en un principio se alimentaba.
Ahora, por peso ya podría tener el alta, porque supera los dos kilos, pero "todavía no le han podido quitar las gafas del oxígeno" y en eso están enfocados ahora los médicos. Ya lo han visto los especialistas de Aparato Respiratorio para ver qué tratamiento le pueden administrar "porque los que le han puesto hasta ahora no le han hecho nada", señala esta madre.
Y es que Mario tiene displasia broncopulmonar, una patología propia de los prematuros que hace que el desarrollo de los pulmones sea "más lento todavía". "Pero poco a poco, porque el otro día le bajaron un poco el oxígeno y se lo han podido mantener, es un pasito pequeño pero para él es enorme", señala Alberto.
El ingreso ha sido una montaña rusa. "Un día estás arriba y al siguiente abajo", incide el padre, que siempre mira el lado positivo de las cosas. "Yo digo que todo el mundo no tiene la suerte de tener un muñeco, es tan pequeño que es un muñeco precioso", explica con orgullo.
Él es muy positivo, mientras que Carmen Belén es muy negativa, por lo que en este tiempo ha tenido darle mucho apoyo y animarla. Incluso han ido al psicólogo alguna vez para que les ayudara a sobrellevar la situación.
En los casi dos meses y medio que llevan en el hospital, han establecido amistad con muchas familias que han pasado por allí y conocen a casi todas las enfermeras. "Nos damos mucho apoyo entre los padres y da una alegría impresionante cuando ves salir de alta a un niño", indica Alberto.
Ellos han "visto salir" a todos los bebés que estaban cuando ellos entraron, de forma que Mario es el veterano. Una chica cuyo bebé llevaba cuatro meses ingresado les pasó el testigo. "Nos dijo que teníamos que ser los encargados de hacer reír a la gente porque ella era muy graciosa", recuerdan con cariño estos padres.
Cada día "es uno menos que nos queda aquí", resalta Alberto. "Ahora veo las fotos de cuando estábamos en la UCI y vaya cambio", apunta Carmen Belén con una sonrisa en la cara y la esperanza de que pronto vuelvan a casa los tres juntos.
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