'Bienvenido al purgatorio': 13 operaciones y anécdotas de la Guardia Civil
Literatura
La obra, escrita por Carlos Camacho Morales, recoge servicios de éxito del Instituto Armado protagonizados por sus efectivos
El texto muestra que antes "el guardia civil se sentía más respaldado en sus actuaciones por todas las autoridades"
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Bienvenido al purgatorio (Diputación de Córdoba, 2024) recoge trece operaciones o servicios de éxito de la Guardia Civil, junto a una anécdota del funcionamiento del Instituto Armado, escrito bajo el seudónimo de Karl de Kamora, que trata de proyectar "la vocación y las virtudes que encierra la profesión". Quien se ha camuflado hasta ahora bajo este seudónimo para contar otras historias noveladas de buenos y malos, con muchos visos de veracidad, y "evitar, en caso de conflicto, que su nombre pudiera ser asociado erróneamente a cualquier corriente de opinión generada dentro de la Guardia Civil", es Carlos Camacho Morales (Cañete de las Torres-Córdoba-,1951).
En Bienvenido al purgatorio no ha sido necesario porque, según señala en una conversación con Efe, "aquí son verdades contadas directamente por cada uno de los protagonistas de las historias", donde él, fuera ya del servicio activo, le ha dado el hilo narrativo, después de que propusiese la idea en una reunión de la Asociación de Veteranos de la Guardia Civil de Córdoba.
El propio título del libro es parte de esa verdad. A finales de 1982, un recién ascendido cabo, tras pasar por el Centro de Adiestramiento Especiales de El Escorial, que los propios guardias civiles conocían como "la ikastola", fue destinado al puesto de Marquina (Vizcaya).
Al llegar al cuartel, se presentó en el despacho del jefe, que vestía "con pantalón de uniforme, zapatillas de paño a cuadros y batín enguatado de color carmesí", recoge el relato. "Sin apenas levantar la mirada, me dijo: 'Bienvenido al purgatorio, ya tendrás tiempo de visitar el infierno cuando salgas de servicio'", se narra en el recibimiento del sargento.
Petrificado, ausente y con la sangre helada
Apenas seis horas después, cuando los efectivos de Marquina estaban cenando, el guardia que custodiaba la puerta entró en la estancia para anunciar que el cuartel de Guernica había sido atacado con lanzagranadas. Todos se levantaron porque sabían lo que tenía que hacer: "Confieso que me quedé solo en la mesa, petrificado, ausente y con la sangre helada". "Fueron tres años que cambiaron su vida y la concepción que tenía sobre la vida y la muerte", cuenta este guardia civil en el libro.
La oportunidad de esta obra, que lleva como subtítulo El precio de una vocación surge porque "siempre hemos mantenido el secretismo dentro de la Guardia Civil, en unos casos por imposición legal y en otros por puro convencimiento de que son secretos que deben permanecer ocultos", opina Carlos Camacho, cuyo primer destino fue en 1974 en Vilanova i la Geltrú (Barcelona).
El tiempo pasado, ya que la historia más reciente es de 2011, facilita "transmitir al ciudadano cuál es la actividad de la Guardia Civil y cómo conocer un poco a su Guardia Civil desde dentro, con esos sentimientos del hombre o la mujer que trabaja en esta profesión".
Para el autor, que lideró algunas de las más brillantes operaciones antidroga en la década de los 80 del siglo pasado, "el fin último siempre ha sido, y además siempre lo hemos llevado muy en el fondo de nuestra alma, proteger al ciudadano", por lo que lamenta que el instituto armado sea conocido por "alguna operación policial donde ha habido éxito", pero que no se dé difusión a que "la gran cantidad de actuaciones de la Guardia Civil están rodeando a la ayuda humanitaria".
El desbordamiento del Tamarguillo
Entre ellas destaca la actuación de la Comandancia Móvil en las inundaciones provocadas por el desbordamiento del arroyo del Tamarguillo, en Sevilla, en noviembre de 1961, donde, entre otras actuaciones, lograron atar a un árbol un autobús que la riada se llevaba en la calle Luis Montoto convertida en el cauce de un río y salvar a sus ocupantes.
El libro relata asimismo situaciones singulares, como la del sargento que en una detención en 1993 en un caso de violencia machista creía haberle apuntado la mano al sujeto al que había esposado, cuando, en realidad, lo que había caído al suelo era una mano ortopédica.
También otra en la que solo seis agentes antidroga detuvieron en Lucena y condujeron hasta la Comandancia en la capital dos autobuses con setenta personas, de las que a la postre cincuenta transportaban droga en el interior de su cuerpo desde Ceuta.
O el caso en el que se logró la confesión de un homicidio, que se pretendía pasar por suicidio y donde la juez negaba las diligencias pedidas por la Policía Judicial de la Guardia Civil, a través de un falso informe con pruebas de ADN que se dejó ver al sospechoso en una fingida debilidad de uno de los investigadores.
Bienvenido al purgatorio no deja pasar oportunidad para proyectar el lamento de que en los tiempos en los que se desarrollan la mayoría de las actuaciones que narra "el guardia civil se sentía más respaldado en sus actuaciones por todas las autoridades, especialmente por la judicial, y ese respaldo proporcionaba seguridad al agente y la seguridad se convertía en eficacia".
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