La niña de la calle Betis reencarnada en miles de mujeres

Cordobeses en la historia

Marisol Membrillo Fuentes fue una niña de colegio de monjas y uniforme; pero escapó al plató y a los infinitos disfraces que engrandece un camaleónico talento para la interpretación escénica

La niña de la calle Betis reencarnada en miles de mujeres
La niña de la calle Betis reencarnada en miles de mujeres

EL 17 de septiembre, a finales de los sesenta, la Colonia de la Paz estaba formada, mayoritariamente, por los obreros que sustentaban las firmas Capuchinos, Monoservicio, Europapel o Victoriano Villar, con Electromecánicas como locomotora. Una trinchera de vías y pasos a nivel separaban sus casitas bajas de la Córdoba que, al otro lado, crecía en vertical.

En una de aquellas viviendas de la calle Asín Palacios, vivían el orfebre Ricardo Membrillo y su mujer, Francisca Fuentes. Hasta allí iba doña Rogelia, la matrona, para ayudar a nacer a Matilde, Ricardo y Marisol. La más pequeña sólo conserva recuerdos y añoranzas de la casa del Patronato de San Rafael, en la calle Betis número tres, donde pasó su primera infancia. La casa "disponía de un patio precioso, con un limonero que siempre estaba alegre y rebosante"; junto al árbol, improvisaba la madre una piscina y los niños jugaban y podían "defenderse de los calores de esta ciudad en que nacimos". Así sería hasta los cuatro años, cuando el empleo del padre se hundía y también la casa del limonero, a juicio de un maestro de obras que se equivocó, pues aquel paraíso blanco de la infancia de Marisol Membrillo se mantuvo en pie muchos años.

Pero Ricardo había buscado piso en la calle Sagunto y trabajo en el negocio de metalurgia de su propio padre. Marisol recuerda aquello como "un momento difícil para la criaturita de cuatro años" que era ella. Comenzaron a pasearla desde Levante a la calle Gondomar, donde estaba La Milagrosa. Allí prevalece el recuerdo de su primer día de colegio, cuando la monja la reprendió porque parte de su atuendo no respondía al uniforme: "Cogió la rebeca y a mí con ella, por un hombro -escribe-, y me subió a empujones a aquel coche tan grande". Grande aparece también la figura del padre en su memoria, aquel hombre que "trabajó como un negro, en un negocio que nos dio la posibilidad de veranear con la tabla de planchar en la baca durante un mes en Fuengirola, paraíso cordobés". El esfuerzo de Ricardo y Francisca dio para que Matilde y Ricardo terminaran Enfermería y Arquitectura; la pequeña, en el Instituto Blas Infante, no tenía claro su camino; sólo el vocacional indicaba hacia los escenarios desde sus primeros años.

Siguiendo la estela de su hermana, probó en Enfermería y se decantó por Químicas. En el Politécnico se desveló su talento, gracias al maestro ya desaparecido Carlos Prieto. Con él ensayó La Húngara, de Mario Fratti, y obtuvo su primer premio (un viaje a Santiago); al año siguiente repitió dramaturgo y galardón (ahora a Italia) ambos para aficionados y otorgados por Cajasur. Superados los cursos, otra maestra, Encarna, la animó a entrar en la Escuela de Arte Dramático mientras transcurrían los ochenta. La cadena local PTV-Córdoba se fijó en ella y, alternando trabajo y estudio, se licenció.

En 1990 inició una intensa actividad en la TVM, como colaboradora, presentadora, redactora y conductora de programas, en una labor tan apasionante que dejó pasar una propuesta de trabajo del gran Adolfo Marsillach. Sin abandonar la actividad teatral, que desde 1991 venía representando en los grupos Candilejas y Talia, del que fue cofundadora, estuvo en la cadena municipal hasta 1995. La llegada a la alcaldía de Rafael Merino provocó el final de sus programas y el despido de la plantilla. Se dedicó entonces a la venta de seguros, a preparar oposiciones para la UCO o a grabar algún anuncio en los monitores de Aucorsa (Starvisión).

Al fondo del aquel aparente caos, crecieron dos prodigios: la presencia en su cuerpo de su hijo, Amado, y la fuerza en su corazón para dedicarse de lleno a su profesión de actriz. El primer casting (Canal Sur) fue también su primer papel en la serie Vidas cruzadas; el segundo, al que acudió embarazada, fue como protagonista en aquella mujer torturada de Plaza Alta y, cuando sus interpretaciones en Caridad ya había nacido Amado. Marisol y su compañero de sendas, Rafael Carlos Padilla, repartían su tiempo entre Córdoba, Málaga y el Materno Infantil del Reina Sofía, hasta el año 2000 en que se cerró la corta biografía de Amado.

A partir de 2001, a sus múltiples interpretaciones en obras teatrales y sus direcciones de escena, comienza a sumar intervenciones en series de televisión nacional, donde alcanza la veintena con el papel de madre, en la miniserie Marisol (Antena 3) emitida en marzo de 2009.

En la misma Córdoba donde los poderes la ignoraron, el cordobés Miguel A. Trenas vislumbró su talento, también para el cine. Después de interpretar dos cortometrajes con él, en 2001 Benito Zambrano nos la descubrió en la heroinómana de Padre Coraje, Mercero la rescató para 4ª Planta, Álvaro Bejines y David Carreras nos la mostraron en otros registros dispares como ¿Por qué se Frotan las Patitas? e Hipnos, tan diferentes a la asombrosa Angustias García, en su Pasión singular por Blas Infante.

La niña de la calle Betis sigue viviendo en/y con Córdoba, el puerto en su gira actual con El Rey de Algeciras (Centro Andaluz de Teatro), el escenario que albergará mañana su voz en Cosmopoética, el refugio que acogerá los nervios del próximo estreno en el Festival de Cine de Málaga con Entre Esquelas de Adan Martín, donde volverá a cautivar y a cautivarnos.

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