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“Cómo resumir sin llorar mi historia con el cáncer”. Así comienza Carmen Henares la narración de su relación con una enfermedad que la ha golpeado por tres veces desde 2015: ese año le diagnosticaron un cáncer de mama y en 2019 la operaron del tercero, que estaba en el cérvix (cuello del útero).
“Hace años era impensable que pudiera estar aquí hablando de ello”, dice Carmen, que explica que en el proceso se vive una contradicción porque “no hay alguien que pase por esta enfermedad y no sienta rabia, miedo y la frustración que supone verte en el borde del precipicio, en mi caso tres veces, y luego viene la total contradicción, la alegría de no caerte, de poderte salvar”.
Según su experiencia, esa contradicción “hay que saber manejarla”, porque el cáncer “no solo tiene secuelas físicas, también tiene secuelas psicológicas que cuesta mucho trabajo superar porque de estar estupendamente, pasas a una situación en la que cabe la posibilidad de que te mueras si no te recuperas”. Carmen, que ahora tiene 43 años, ha vivido esto tres veces: ha pasado tres veces por el diagnóstico, por el miedo y por la recuperación que, en definitiva, “es lo bonito”.
En su caso, los daños físicos del tumor de mama fueron mínimos porque era un carcinoma in situ y estaba muy localizado, pero le tuvieron que cortar músculos que le afectaron a la fuerza del brazo y además pasó por 25 sesiones de radioterapia. “Aunque te recuperes, el dolor de las cicatrices lo tienes de por vida”, apunta.
Cuando creía que ya se había recuperado porque había terminado la radioterapia, al mes siguiente le diagnosticaron un tumor en el cuello del útero. En este caso, el procedimiento fue más leve porque le practicaron una conización cervical (extirpación de una parte) y no tuvo tratamiento.
“Pero otra vez te enfrentas al miedo, a ese miedo que tú no eres capaz de explicarle a nadie y que sufres en soledad porque no quieres que tu familia lo sienta”. En el caso de Carmen, su preocupación venía por sus dos hijos, que en 2015 eran adolescentes. “¿Cómo haces para explicarle algo que te puede matar, de forma que ellos sufran lo menos posible? ¿Cómo haces para explicarles el día a día que te espera?”, se pregunta. “Es difícil y tienes que tener la mente muy fría para que, ya que tienes que sufrir, a tu familia la hagas sufrir lo menos posible”, explica.
Después de año y medio de baja, Carmen se incorporó a su trabajo con muchas ganas: “Es como si te sacan del mundo y, de buenas a primeras, vuelves a tu vida; porque volver a tu vida es dejar de sufrir”. Una vez que había vuelto a su rutina, un día empezó a sangrar. Fue a Urgencias varias veces, pero le decían que no tenía nada aparentemente. Como no le parecía normal, siguió buscando otras opiniones.
“Ya alguien que te escucha, que profundiza más en los síntomas que tienes, te hace una citología porque ve algo extraño en el cuello del útero”. Y es así como le diagnosticaron el tercer cáncer. “Cuando te dicen lo que tienes y le ponen el odioso nombre, te tienes que enfrentar de nuevo a una operación, a un tratamiento y al miedo porque no sabes si de este puedes salir, hasta dónde puedes estar afectada y si puede haber metástasis”, confiesa.
Desde su experiencia, “el cáncer es miedo, mientras que hace años significaba muerte”. Ella se ha recuperado de tres tumores, “pero al final te deja huella porque lo difícil es avanzar en el miedo”. Así, incide en que “lo que para mí ha significado cáncer es miedo, frustración y mucha rabia, sobre todo en el tercer proceso porque cuando crees que has recuperado tu vida, el cáncer de nuevo te da otro golpe”.
Ahora, Carmen sigue con sus revisiones y está empezando a notar las secuelas de la última intervención porque los síntomas que tiene indican que probablemente se enfrente al linfedema en las piernas ya que le extirparon las cadenas linfáticas laterales.
Para afrontar este proceso, es importante el tratamiento psicológico porque “enfrentarse al miedo sin ayuda es una locura” y “hay especialistas buenísimos que te ayudan a ver no solo que tu problema no es el único, sino que tienes que darte cuenta de que existe algo positivo en todo esto, que tienes la suerte de seguir viviendo porque hay otra gente que no la tiene, y que, como merece la pena vivir, tienes que seguir adelante en las mejores condiciones, tanto físicas como mentales”.
Carmen buscó esa ayuda desde el primer cáncer, aunque le costó dar ese paso. Sin embargo, cuando tuvo la primera consulta con la psicóloga de la AECC vio que “lo único que necesitaba era contar mi caso, que me dieran herramientas para poder enfrentarme al día a día y vencer el miedo”.
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