Cien años de Cabalgata de Reyes Magos en Córdoba

Córdoba/El día 5 de enero de 1925 la primera Cabalgata de Reyes recorría por primera vez las calles de Córdoba, impulsada por el entonces párroco de San Francisco y director de las Escuelas Parroquiales del Ave María, Carlos Romero Berral, con el apoyo de José Cruz Conde, alcalde entonces de la ciudad. El objetivo de esta fue repartir juguetes y ropas a los casi 300 alumnos de esas escuelas parroquiales.

Cuentan las crónicas de aquel tiempo que la comitiva partió de la Posada del Potro, para continuar por la calle San Fernando haciendo parada en la ermita de la Aurora, en la que los Reyes Magos, entonces encarnados por el pintor Emiliano Costi Jordano y los hermanos Francisco y Antonio Diéguez Santos, acompañados por tres pajes que eran soldados del Regimiento de Artillería, adoraron al Niño.

Como cuenta la escritora y periodista Matilde Cabello, los tres Reyes iban iluminados por numerosas antorchas, porque la iluminación de Ximénez ni se soñaba todavía; la llevaban los pajes, directamente en las manos y con toda la tranquilidad del mundo, porque no había leyes de Riesgos Laborales. De los balcones colgaban adornos de todo tipo, como si de una feria se tratase y, en los días previos, se había abierto un banco de juguetes para repartirlos entre los niños pobres del colegio del Ave María.

A juzgar por la lista que publicaba el diario La Voz, al chiquillo lo mismo podía caerle una escopeta que dos cortes de pantalón o de traje, aunque, en su mayoría, eran juguetes tan propios de la época como aros, flautas, borricos de cartón, cajas de soldaditos de plomo, algún aeroplano, guitarras y ni una sola muñeca. También los hubo que donaron gorros, pañuelos, bufandas o dinero en metálico que, en total, venía a sumar unas cien pesetas.

Con aquel cargamento, la comitiva salió de la Posada del Potro a la seis en punto de la tarde y, siguiendo el camino de la calle Lucano, subió por la de la Feria hasta la ermita de la Aurora –aún en pie– para hacer una ofrenda al Niño Dios. Luego, se encaminó cuesta arriba para la calle Librería, Claudio Marcelo y Alfonso XIII, a dar la vuelta, pues Las Tendillas, con la cosa de las obras de ensanche, no estaba para mucho trote real.

Y al llegar a la calle Armas, los sillones de los tres esperaban en el patio del Centro Católico, junto a los niños pobres del colegio del Ave María. Terminaban así unas fiestas en donde el personal ya se comía las uvas en la calle, concretamente, frente al reloj del Palacio de Justicia, en el paseo del Gran Capitán, o en el interior del teatro Duque de Rivas, donde la bella Dorita obsequió a los clientes con las 12 uvas. A falta de la guitarra de Juan Serrano ( que le pone ahora banda sonora a cada Nochevieja desde el reloj de la plaza de las Tendillas), se las tomaron, al son de la marcha real.

La Cabalgata la abrían batidores a caballo de la Guardia Municipal, seguidos de la banda de clarines del Cuarto Regimiento de Artillería Pesada. Continuaba un heraldo que portaba una dalmática donde aparecían los Escudos de Córdoba y España, otro conducía una farola con luz eléctrica que representaba la Estrella de Oriente. A continuación seguían los niños de las Escuelas Ave María con ramos de monte simulando un bosque por donde marchaban los Reyes. Estos, vestidos de lujosos trajes orientales, iban montados en briosos caballos que eran conducidos por pajes.

A los lados discurrían muchachos con túnicas judías portando grandes hachones. Detrás de la comitiva iba una gran carreta tirada por dos bueyes en la cual estaban los juguetes. Cerraba el cortejo la banda de cornetas, tambores y música de las Escuelas Ave María. Tuvo un gran éxito, como consecuencia del apoyo recibido de muchos cordobeses con sus aportaciones tanto en juguetes como en donativos.