Una ciencia interesante: la Zoomusicología
Loco por la música
Es una de las ramas de investigación menos conocidas de una ciencia mayor y estudia los aspectos musicales del sonido o la comunicación producidos y recibidos por animales
La música tiene diversas ciencias que estudian sus más que variadas y diferentes vertientes. Hay una muy curiosa y cercana, aunque muy desconocida por la generalidad. Me refiero a la Zoomusicología. Esta ciencia con nombre tan llamativo, estudia la música dentro del reino animal y analiza las respuestas sonoras y los efectos que estos les generan a los animales.
La Zoomusicología es una de las ramas de investigación menos conocidas de una ciencia mayor que es la Musicología y estudia los aspectos musicales del sonido o la comunicación producidos y recibidos por animales. Básicamente, aborda el uso artístico de la comunicación sonora entre los animales.
A principios de la década de los años 40 del siglo pasado, se iniciaron los estudios y pesquisas con una pregunta muy directa “¿Tienen los animales música?”.
Diversos investigadores conceden cualidades musicales muy concretas a los sonidos animales, particularmente a los “cantos” de los cetáceos y al gorjeo de las aves. Incluso se le intentan hallar similitudes con los rasgos culturales de la música humana asemejándolas a las regiones de procedencia de esos animales, asociándolo así a otra ciencia musical como es la Etnomusicología.
Existen obras musicales como La música, el mito, la naturaleza o Los Delfines de Arión, que data de 1983, donde se incluye un estudio acertado sobre la Ornitomusicología, rama que estudia específicamente el canto de las aves y que concluye, entre otras cuestiones, en que el sonido de estos animales se organiza de acuerdo a un principio musical de repetición-transformación.
Existen otros ejemplos interesantes a nivel mundial del efecto o relación de la música con o para los animales. Así, tenemos que para demostrar la teoría de los orígenes emocionales de la música, algo de lo que no dudamos, se escogieron unas piezas del compositor D. Teie y estas se probaron con los monos tamarindos algodonosos dentro de un estudio mayor, que abarcaba otras cuestiones inherentes a estos animales, concluyendo que estas piezas resultaron ser atractivas para esta especie del reino animal.
Otro claro ejemplo es el del creador nipón S. Kanki, el cual hace uso para sus creaciones musicales de esquemas sonoros que se aprecian en el sonido que producen los delfines en sus comunicaciones. La obra Música para delfines (Composición improvisacional ultrasónica) es prueba de ello. Esta pieza, que data de 2001, es solo audible mediante el uso de auriculares ultrasónicos subacuáticos, con lo cual no es de fácil acceso para los curiosos de este “género musical”.
De cualquier forma, nos resulta más cercano el acceso a obras que, a través de la historia, han hecho uso o simulado sonidos de animales en sus composiciones. Obras como La Gallina del compositor renacentista francés Jean-Philippe Rameau, o el famoso Carnaval de los Animales del compositor romántico e igualmente francés Camille Saint-Saëns, o el Catálogo de los Pájaros del también compositor galo Olivier Messiaen.
Especialmente curiosa es la música compuesta por el zoomusicólogo indio A. J. Mithra, quien ha realizado creaciones entremezclando sonidos naturales de pájaros y anfibios como las ranas. Pero, ¿qué efectos tiene nuestra música habitual en los animales? Pese a los estudios, aún no existe una respuesta uniforme al respecto. Algunos ejemplos de investigaciones hechas en ese sentido son el uso de piezas como el vals Danubio Azul de R. Strauss para reducir la ansiedad de ciertas razas caninas.
Aumento de la producción lechera con Beethoven
Es llamativo el efecto de aumento de la producción lechera en más de un 3% en las granjas donde se utilizan como sonido ambiental obras del repertorio clásico, como la Sinfonía Pastoral de Beethoven.
Existen dos estudios sumamente curiosos. Uno es el realizado con codornices en Filipinas, utilizando obras musicales de diverso género, para investigar el rendimiento, la calidad del huevo, el comportamiento y la economía de la cría de dicha especie.
El otro fue realizado para comprobar el resultado de la música en la memoria y el adiestramiento de roedores mediante el versionado de la Sonata para dos Pianos en Re M, de Mozart.
Estos estudios e investigaciones han demostrado que, además de los seres humanos, algunas otras especies del reino animal consiguen moverse al ritmo de la música al tiempo que también pueden tener la capacidad de imitar sonidos. Obviamente, de forma generalizada, ese movimiento al ritmo de la música no podemos considerarlo bailar. Sin embargo, sí es cierto que algunos animales consiguen ciertos movimientos ritmáticos a semejanza de un baile. Como ejemplo de ello tenemos aves como el papagayo, paquidermos como el elefante o mamíferos como los leones marinos.
Existe una aseveración que promulga que “la musicalidad es una virtud exclusiva del Homo sapiens”. Les invito a comprobar la falsedad o al menos la puesta en cuestionamiento de esta frase buscando los vídeos de Snowball, una cacatúa de cresta amarilla (Cacatúa galerita eleonora) que allá por el año 2007, se hizo famosa por sus movimientos tan acompasados al ritmo de la música que escuchaba de un CD, que le ponían sus cuidadores del centro de protección de aves en Schererville, Indiana, lo cual provocó la visita de numerosos investigadores al centro para ver al animal en cuestión, concluyendo todos que este proceder del ave había sentado un precedente en la investigación musical sobre el reino animal.
En definitiva, una vez más podemos apreciar que la música puede ser una fuerza universal de expresión y cuidado y que es un estímulo positivo, capaz de modelar las emociones tanto de los humanos como de los animales.
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