"El concurso de Patios se tendría que dividir entre abril y mayo"
geografía humana
Comenzó con 15 años como ayudante de su padre y ahora son sus hijos los que llevan el negocio

CREADA por su padre en 1941, Rafael Prieto se incorporó a Santa Marta siendo un niño. Ahora son sus hijos quienes llevan este negocio familiar y espera que algún nieto lo continúe.
-Decía el padre Mundina que las plantas nos oyen.
-Sí, tenía razón. Quiere decir que, cuando cuidas una planta, la riegas, no es que te oiga, es que el agradecimiento te lo da la planta creciendo; si te da flor te la da muy bonita, no cabe duda que las plantas como todas las cosas tienes su sentido. Soy muy amigo del padre Mundina. Pertenecemos ambos a un grupo de jardineros viejos que viajamos un par de veces al año a visitar jardines históricos.
-¿Cómo se le ocurre dedicarse a las flores?
-Empecé con 15 años, además en contra de los deseos toda mi familia. Mi padre fundó la tienda en el año 41, pero ya el negocio había empezado a andar antes, en el 37. Yo en 1946, con 15 años, me incorporé a Santa Marta de la calle Rodríguez Sánchez. Mi padre tenía tres empleados pero aquello no funcionaba, y entonces yo me hice cargo con Manuel Roldán, el alma de Santa Marta desgraciadamente desaparecido. En aquella tienda estuvimos hasta el año 60.
-¿En qué consiste hacer un jardín?
-Un jardín consiste en tapar las vistas que molesten, no se debe tapar lo que es bonito, pero sí los puntos negros.
-¿Cuáles son sus jardines que mejores recuerdos le traen?
-El del Parador por ejemplo, lo hice con veintitantos años y era poner solución a un edificio muy grande en medio del campo porque por aquel entonces no había allí nada. Puse árboles muy grandes para disimularlo. También el del barrio del Santuario, donde hice un estanque con 20 centímetros de profundidad para que no se ahogara ningún niño y que, además, se hizo pensando en que pudiesen distraerse los mayores con barquitos. Como no iba nadie lo han convertido en una plaza pavimentada. Lo mismo que en el barrio de San José Obrero, allí se conservan los árboles, que están muy grandes; y lo último que hemos intervenido ha sido en el Plan Renfe.
-Cuando empezó, aparte de para los entierros, ¿la gente compraba flores?
-Era muy difícil vender flores en Córdoba porque había unas necesidades enormes. Vender una flor era imposible. Sólo había tres puntos de flores en Córdoba, estaba María, que tenía un puestecito delante de El Barril, y otro señor que tenía un kiosco delante de la Iglesia de la Compañía. Y dos floristas en la plaza del mercado central. Recuerdo que cuando empecé, como la tienda nuestra estaba justo enfrente de Jesús María, la llenaba de claveles, que es lo que había, y cuando pasaba alguna señora que yo pensaba que pudiera comprar alguna flor cogía un micro con un altavoz y le decía "señora por favor deténgase, que son flores naturales, puede entrar, a 1,25 pesetas la docena".
-Y luego se metió también a hacer jardines.
-La jardinería en Córdoba empezó a moverse a partir de los años 70. Aquí había muy poco surtido de plantas. Teníamos un pequeño vivero con nardos, margaritas, galias, las flores que se podían cultivar en la ciudad; no había más. Y plantas estaban la aspidistra, la palmerita y nada más, lo que producía Valencia. Había tanta escasez que llegaban los proveedores y me decían "este año le han tocado 500 rosales, no hay más, estábamos racionados". El primer jardín que hicimos fue en la residencia Teniente Coronel Noreña. No había ni semillas y nos enteramos que un señor de EE UU había traído unos esquejes que se llamaban gramón y aquello agarró muy bien. A partir de ahí se hicieron más cosas, el Hospital General por ejemplo, que fue una odisea porque lo hicimos entre abril y mayo y entonces el cultivo era distinto y sembrar en esa época era un desastre. Se inauguraba el 2 de junio y no había más remedio que sembrar. Al final lo resolví arrancando las plantas de nuestro vivero a las cinco de la mañana y sembrando sólo hasta las 10. Además enfundé las cortezas de los árboles con sacos para que no se secaran.
-¿Usted, que es como un pintor, le molesta cuando le cortan sus arboles?
-Es lo que me ha pasado en el Parador. El jardín es una obra viva. Yo sigo visitando jardines que creé y que el cliente me sigue respetando tal y como yo le digo, y no le cobro nada por ello, pero en el momento en que me cambien una de las cosas no vuelvo a aparecer por allí.
-También le dedicó su tiempo a los jardines del palacio de Viana.
-Yo a Viana siempre le he tenido mucho cariño. La señora marquesa si necesitaba algo venía a Santa Marta y tenía contacto con ella desde el año 50. Se quedó sin jardinero y le ofrecí el mejor que había en mi plantilla. Este hombre estuvo hasta que se jubiló. Me hice cargo total de Viana cuando la marquesa se lo vendió a la caja de ahorros. Entonces lo tenía un poco descuidado el jardín porque el jardinero estaba sólo y era muy mayor. Cuando me llamaron de la Caja Provincial para cuidarlo se lo agradecí muchísimo y mi labor allí ha sido sencillamente reconstruir. Se ha conseguido una cosa muy importante, que le concedan el título de patios y jardines artísticos. No podemos sustituir ninguna de las especies que hay, sólo por otra igual. Había algunas cosas de Viana que no me gustaban, por ejemplo el suelo que tenía en algunas zonas era albero de Sevilla y yo no le tengo mucha simpatía porque es tierra y, si se moja, mancha mucho. Eso lo cambié echando el chinillo cordobés que es un producto nuestro, una gravilla.
-¿El chino cordobés?
-Es el garbancillo, tenemos el enchinado que es la piedra seleccionada, normalmente blancas y negras para crear dibujos; luego está el canto rodado, que es el que hay en el Cristo de los Faroles y luego está el enchinado cordobés, que es el arrocillo, que lo llamamos así porque es una gravilla que tiene el tamaño del arroz.
-Antes había canto rodado en la Corredera y se estaba más fresquito en verano.
-Yo te hablo de jardines, en la parte urbana yo pienso que tenemos que retroceder un poquito e irnos a lo que era Córdoba, que era una ciudad que estaba toda empedrada. No entiendo lo de poner bloques de granito hoy día en todos sitios. Yo paso por esa explanada tan enorme que han hecho en la Torre de la Malmuerta y no lo comprendo. El rincón donde están las hermanitas de la Cruz, la plaza de la estatua de Osio, era muy bonito, había un jardín con el sabor de su época -los jardines deben de respetarse, todo es historia en esta vida- y ahora eso es otra cosa. Ahora están muy de moda las yucas. Pero, ¿en Córdoba tienen lógica? Son una moda para la playa, no para Córdoba.
-¿Cuál ha sido la mayor venta de flores que han tenido?
-La venta más importante que tuvimos, que fue una desgracia, fue el entierro de Manolete. Tuve la oportunidad de atender a Carlos Arruza, a Gitanillo, todos los muy amigos de Manolete y que estaban destrozados. Ha sido el entierro más importante que hemos participado como floristas. Hicimos un total de 87 coronas. Eso nunca se ha repetido en Córdoba. Mi padre vio el entierro de Julio Romero de Torres y me contaba que el de Manolete fue mucho más espectacular. No daba tiempo material para hacer las coronas; estuvimos cuarenta y tantas horas sin parar, sin descansar. Cuando lo teníamos todo entregado llamó don Pedro Balañá, entonces empresario de la plaza de Barcelona, desde Alcolea, porque venía de camino al entierro, y me dijo "mire usted necesito una corona porque Manolete no se puede ir sin unas flores mías". Le dije, "don Pedro, ni tenemos tiempo, ni tenemos flores" y me contestó, con una expresión muy fuerte, "señor Prieto yo le pago hasta 500 pesetas" y los que estaban cerca de mí me dijeron di que sí, di que sí, y le hicimos una corona muy grande. Aquello fue un acontecimiento muy grande.
-Parece que todo el mundo se sintió afectado por la muerte de Manolete.
-Te contaré una anécdota. En el año 51 se creó Interflora en España pero nosotros teníamos ese servicio desde los 40 porque lo hacíamos a través de Suiza. Cuando murió Manolete, a partir de 1949 recibía de Nueva York a través de Interflora una orden que decía ruego coloquen en la tumba de Manolete unas flores y una tarjeta en la que ponga A la memoria de un gran caballero y un buen español. Hasta el año 2005 estuvo llegando esta orden. Un día, después de 2005, entró una señora de unos 40 años que pedía flores para un torero, con acento inglés, y le dije muy serio: "a la memoria de un gran caballero y un buen español". Se puso colorada y me preguntó cómo sabía eso y ella me explicó el por qué estaba allí. Todos esos años, más de medio siglo, había sido un americano quien enviaba las flores. Había visto torear a Manolete en México y quedó tan impresionado que cuando murió en Linares se puso el propósito de que nunca le faltaran flores en la tumba el día del aniversario de su muerte. Quiso venir algún día a Córdoba a visitar la tumba pero murió en 2005. Y era su hija quien cumpliendo el deseo de su padre vino a Córdoba a llevarle personalmente flores a la tumba de Manolete. Fíjate qué cosa más bonita.
-¿Dónde estaba cuando mataron a Manolete?
-Me impresionó recibir la noticia. Yo era muy joven, 15 ó 16 años, vivíamos en Buen Pastor y fue un mazazo para todos porque no lo comprendíamos. Y lo que arrastró Manolete después, cuando el Córdoba estaba en primera división venían los equipos a jugar y hacían antes una ofrenda floral en la tumba de Manolete. También vino Cantinflas, a comprar flores para Manolete, y mientras lo atendía las mujeres querían romper los cristales para entrar.
-¿Cuando era más niño a qué jugaba?
-Estaba estudiando en La Salle (antiguamente llamado Cultura Española) hasta cuarto de Bachiller, librábamos los jueves por la tarde y yo me iba Santa Marta a vender flores. No he tenido la niñez de jugar al fútbol o estar con los amigos. Nunca he salido todos los días con un amigo porque todo mi tiempo me lo he gastado con las plantas. Este negocio tiene un sacrificio enorme. La recompensa es que disfruto mucho cuando veo una cosa que hice hace 40 ó 50 años, son mis jardines, mis obras, aunque eso no me haya permitido ni celebrar un cumpleaños.
-Con tanta flor no le costaría conquistar a su mujer.
-En aquella época costaba mucho trabajo y yo además tenía muy poco tiempo. Nos veíamos muy poco. Me tocó servir en África, estuve en el 55 cuando hubo un montón de muertos en Sidi Ifni y se le dio la independencia al protectorado de Marruecos. He tenido una gran suerte con la mujer que tengo. En cinco años teníamos cuatro hijos. Tengo ocho nietos. Ésta es la tercera generación de Santa Marta y no sé si alguno de los nietos continuará con ello.
-¿Qué le parecen los patios de Córdoba?
-Los patios lo están llevando bastante bien, aunque mi criterio es que se debería dividir el concurso de Patios entre abril y mayo. Córdoba tiene del 15 al 30 de abril la verdadera primavera; ya ha pasado el azahar y las plantas florecen con fuerza y si luego viene lluvia en mayo todo eso se estropea. Todo es cuestión de organizarlo para no perjudicar a los vecinos. Los Patios es lo más atractivo que tiene Córdoba y cada vez viene más gente y llena los hoteles. Hay patios que cuesta trabajo irse. Los patios se deben de potenciar todavía más. A mí han venido a buscarme de la televisión japonesa y de la BBC para hacer reportajes sobre los patios; son lo más conocido de la ciudad.
-Al menos un consuelo después del fracaso del 2016.
-Nos han dado a todos los cordobeses una bofetada sin mano con motivo de la Capitalidad. Nos tenemos que animar los cordobeses porque Córdoba no es esa desconocida que dicen algunos. Cuando hablas de Córdoba en cualquier lugar del mundo nos conocen. Son los propios cordobeses los que no conocen su ciudad.
-¿Cuántas crisis lleva usted superadas?
-La crisis más importante que recuerdo, y lloré, fue por no tener agua. Fue la sequía del 47. Tenía que ir con un mulo cargado de cántaros al Guadalquivir para llenarlos de agua y que las flores no se me secaran. Eso no se lo deseo yo a nadie, eso sí eran crisis, eso fue cuando la explosión de Cádiz. Aquel año fue terrible y ahora que nos quejamos de la temperatura, en aquella época yo vendía flores con camisa y corbata en la tienda, sin aire acondicionado.
-Ahora incluso se permite que un adulto vaya en pantalón corto.
-Estamos ya todos acostumbrados a todos, yo respeto en ese aspecto a todo el mundo, aunque yo no me lo ponga. Cada uno somos responsables de uno mismo, soy de una generación que estábamos siempre controlados, a mí me faltaban dos día para casarme y todavía mi novia tenía a las 22:00 que estar en su casa. Me da pena la época actual porque con la ilusión tan enorme que me casé eso hoy día no se repite porque decías, al fin, vamos a estar los dos juntos a solas. Esta libertad tan enorme que hay... antes eran verdaderos noviazgos, bueno, posiblemente yo sea del siglo pasado.
-¿Prefiere la plantas y la naturaleza a cualquier otra cosa?
-La vida se acaba pero la naturaleza sigue. Soy un enamorado de las plantas y disfruto mucho con ella. Yo jamás he tenido vacaciones, han sido viajes para ver plantas. Yo no puedo estar en la playa viendo pasear a la gente, eso me parece una pérdida de tiempo. Un día empezó a nevar y me fui corriendo, sin paraguas al palacio de Viana a ver caer la nieve en el jardín, sin ruido, viendo las plantas teñirse de blanco; eso fue un espectáculo maravilloso. Ahora, de política, no me hables, de eso no entiendo.
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