“Si muero puedes usar mi cuerpo”: canibalismo de supervivencia
Humanidades en la Medicina
El canibalismo no deja a nadie indiferente. ¿Cómo habríamos actuado nosotros si nos hubiéramos encontrado en el accidente del avión de la Fuerza Aérea uruguaya?

Desde que anunciaron La sociedad de la nieve, la película del director español J. A. Bayona basada en el libro del periodista uruguayo Pablo Vierci, resuena como muy difícil de comprender este drama de supervivencia suscitado en una situación de extrema necesidad, abordando el tema del canibalismo como dilema ético-moral. Recordando al historiador Marc Bloch, "una vez que se ha tocado una fibra emocional, el límite entre el pasado y el presente ya no está regulado por una cronología matemáticamente mensurable”.
Sin duda, el canibalismo no nos deja indiferentes. ¿Nos hemos preguntado alguna vez como habríamos actuado si esto nos hubiese ocurrido a nosotros? Todavía retumban en nuestra mente aquellas noticias de hace más de 50 años y esa es una parte de la explicación del éxito de la película: el conflicto que suscitó el caso sigue estando presente.
Para entender lo que allí ocurrió hay que oír a los supervivientes. La solidaridad en esta historia es real y nos muestra todo lo contrario a un “sálvese quien pueda”. Fue un “todos para uno y uno para todos”, con la extrema dadivosidad de otorgar un “si muero puedes usar mi cuerpo”. Equiparándolo a la generosidad altruista de los donantes de órganos, que ganan la batalla después de muertos.
Desde el punto de vista sociológico podemos y debemos distinguir ante qué tipo de canibalismo estamos. La historia está llena de asesinos con alteraciones psiquiátricas que mataban y se comían a sus víctimas, como el asesino en serie Fritz Harman (el carnicero de Hannover) o el de Armin Meiwes, un técnico de equipos de computación de Rotenburg (Alemania).
En la prehistoria, con los neandertales, o en las cruzadas en el siglo X, y en otros tramos de nuestros antepasados, se ha ejercido la antropofagia. Igualmente nos detallan los ritos mágico-religiosos de algunas comunidades que sacrificaban a seres humanos y comían parte de sus cuerpos en ofrecimiento a las deidades. En la cultura maya, tolteca y azteca, la práctica de extracción del corazón a la víctima todavía viva para ser ofrendado a su dios.
En la India existe la Tribu de los Aghori, que significa “sin temor” pero causan terror, porque comen carne humana de los cadáveres arrojados al río Ganges. Es hinduista y el lugar donde habitan es en las afueras de Benarés, realizando prácticas religiosas extremas y ancestrales, con rituales macabros por naturaleza.
Y por último distinguimos al canibalismo de supervivencia o de penuria, que es al que nos hemos referido en un principio.
Cuando le preguntan a Javier Methol, superviviente de la tragedia, a qué sabe la carne humana, responde: "El sabor de la salvación. Nosotros no comimos, no saboreamos esa carne. Nosotros nos salvamos con ella. Tiene el mismo gusto de la hostia, el cuerpo de Cristo. El sabor de la salvación no se percibe en la boca, sino en el alma”
En el acto de la Eucaristía católica se conmemora la última cena con la ingestión de un símbolo sagrado, es el dogma de la transustanciación expresado para el perdón de los pecados, comiendo el cuerpo de Cristo. Que comparte características de este “canibalismo ritual” que evoca Methol.
Tras el rescate, los supervivientes omitieron en un principio que habían practicado canibalismo por temor a una falta de entendimiento. Después, al revelar la realidad, fueron expuestos, censurados y recriminados por los medios informativos como caníbales.
Existieron otras aventuras que llegaron a ser odiseas infernales, como la Expedición Donner a California; en esta, el grado de desesperación fue tal que se propuso que uno muriera para alimentar a los demás y así sobrevivir.
También tenemos ejemplos de canibalismo en travesías por el mar como la historia del yate Mignonette, aplicando la terrible Costumbre del Mar. Estando a la deriva por naufragio y en una situación desesperada, dos de los tripulantes tomaron la iniciativa de asesinar al miembro de la expedición más deteriorado para alimentarse; el tercero se abstuvo de la acción. Al ser rescatados, confesaron lo que había pasado: estos dos fueron condenados a muerte y el que se abstuvo fue liberado; a los otros dos se le conmutó la pena. El caso del Mignonette sigue en un continuo análisis ético en las facultades de Derecho del Reino Unido y los Estados Unidos.
Un ejemplo muy conocido de náufragos caníbales es el del naufragio de la fragata de la marina francesa Méduse, inmortalizado por el pintor Théodore Géricault en La balsa de la Medusa, su lienzo exhibido en el Museo del Louvre.
En la historia más reciente, en 1941, Leningrado fue asediada por los alemanes en la Operación Barbarroja durante dos años y medio, con el resultado de más de tres cuartos de millón de habitantes muertos por hambre. Anna Reid narra en Leningrad: The Epic Siege of World War II, 1941-1944 dos casos de los archivos de la policía soviética sobrecogedores hasta para una película de pánico. El instinto de conservación es tan fuerte que el cuerpo, ante una situación de inanición, se consume a sí mismo, comenzando con la grasa, músculos, y así progresivamente.
Como vemos en la Historia, el canibalismo ha sido un tema morboso e incluso de fascinación, con el eterno debate ético en el que se mezclan cuestiones médicas, religiosas, de guerras, de venganzas, de exhibición de poder, mágicas y de pura supervivencia por hambruna insuperable.
La observación de la historia de los diferentes pueblos de la Tierra permite hoy asegurar que ningún lugar o grupo geográfico de la humanidad ha estado exento de la práctica del canibalismo. De ese pasado han perdurado los miedos y tabúes que nuestros avances culturales no han podido apaciguar por completo.
Este escenario del canibalismo de supervivencia suscita muchas preguntas. ¿Es la necesidad lo que nos hace ser generosos con los demás y por ende buenas personas? Adolfo Strauch (sobreviviente tragedia de los Andes) se pregunta si esa solidaridad que se explica por necesidad: ¿es genuina? ¿es menos auténtica que la solidaridad voluntaria?
También podemos preguntarnos si el fin justifica los medios, y la difícil respuesta la sabremos cuando nos encontremos en esa situación, en la que lo que impera es la supervivencia.
También te puede interesar
Contenido patrocinado
La oferta académica del centro especializado en FP se alinea con los sectores más demandados y con mayor empleabilidad