'Dating Violence': el riesgo de una escalada de violencia en las relaciones sentimentales adolescentes

Tribuna universitaria

Los adolescentes pueden pasar de comportamientos violentos de baja intensidad a violencia dentro del cortejo

Detener esa escalada exige la identificación temprana de signos que se minimizan y se toleran como si fueran normales

Una pareja joven
Una pareja joven / E. D. C.
María Sánchez-Zafra, Carmen Viejo y Rosario Ortega-Ruiz

13 de octubre 2024 - 06:59

Durante la adolescencia, las relaciones interpersonales experimentan una transformación importante: se amplía el círculo de amistades buscando las afinidades afectivas, marcando el inicio de los primeros vínculos sentimentales. El juego social transcurre en acercamientos más o menos cortos, pero que suelen ser atractivos a la par que desafiantes, ya que casi siempre se realizan como retos para la propia competencia social y la evaluación del lugar que se ocupa en los grupos. La novedad y el interés busca la mutualidad de la elección: ¿me gusta? ¿le gusto? ¿es guapo/a? ¿interesante? ¿le gustaran las mismas cosas que a mí? ¿será divertido/a? Muchas dudas, muchas veces apasionantes, pero también misteriosas y arriesgadas. Dada su inmadurez, no siempre los y las adolescentes cuentan con las herramientas precisas para moverse en este nuevo escenario de cortejo, coqueteo y desafío.

A medida que los adolescentes se enfrentan a las dificultades inherentes de la complejidad de lo que muy pronto distinguen como relaciones sentimentales, su inexperiencia puede generar ciertos riesgos de los que no son conscientes. En muchos casos, los adolescentes recurren a actitudes y comportamientos torpes, como empujones, chistes inapropiados y bromas que son el producto de su inseguridad y de los estados emocionales próximos a la pasión y las urgencias eróticas. Cuando estos problemas se comunican y se dialogan, la cosa puede resultar en risas y satisfacciones mutuas, pero esto no siempre termina así. Otras veces comienzan los “malos rollos”, es decir, la brusquedad, la desconfianza o directamente la falta de respeto, el hostigamiento o la agresión más o menos encubierta o disfrazada.

Este tipo de interacción, donde se asumen comportamientos violentos de baja intensidad dentro del cortejo, ha sido descrito en la literatura científica como dirty dating (Ortega-Ruiz & Sánchez, 2011). Aunque al principio estos actos pueden parecer parte del proceso normal de interacción social adolescente, se ha comprobado que puede actuar como precursor de formas de violencia más graves, y así el fenómeno se convierte en lo que llamamos dating violence, o violencia en las relaciones de cortejo y pareja adolescentes (Viejo et al., 2016).

Los estudios indican que, en muchas ocasiones, ambos miembros de la pareja participan tanto en la agresión como en la victimización, configurando así una dinámica bidireccional de violencia; un cierto juego sucio que es mal predictor en un proceso de cortejo, en donde el aprendizaje no ha hecho más que empezar y que aún va a tener muchos giros de guion.

Un estudio reciente realizado por la Universidad de Córdoba con una muestra de 575 adolescentes mostró que el 69,8% de participantes estaba libre de verse implicado en fenómenos de violencia en sus incipientes parejas, pero el 18.2% había sido protagonista de violencia psicológica y sexual sutil mientras el 5,1% confesó violencia psicológica y física en todas sus formas, revelando que esta tiende a avanzar de manera progresiva desde actitudes y comportamientos que tratan de disimular la agresividad hacia la violencia verbal, física y psicológica. Estos últimos adolescentes están en grave riesgo. 

El análisis de las relaciones sentimentales de los adolescentes en Andalucía permitió identificar perfiles de implicación en la violencia. Ciertos perfiles se caracterizan por ser formas leves de violencia, como las descritas arriba; otros implican ya actitudes y comportamientos abusivos como el control conductual y emocional del compañero/a, hasta la violencia física y sexual. Son formas de agresividad injustificada como la coerción, la humillación, el desapego emocional hasta llegar a convertirse en un verdadero dilema entre el supuesto amor emergente y la triste realidad del acoso. Hay un componente importante de esta incipiente vida afectiva: la inmadurez, inexperiencia y falta de competencia que deja a los protagonistas en situación de aislamiento social, de falta de comunicación y de vulnerabilidad

La activa vida digital que los adolescentes y jóvenes tienen facilita mucho el contacto rápido, visual, la fantasía de intimidad, cuando de hecho las pautas relacionales no son nada seguras: es el ciberdating que añade un plus a la sensación de proximidad al tiempo que hay inseguridad y miedo sobre hasta donde se puede llegar con la nueva intimidad. Mostrar imágenes de contenido erótico, escribir mensajes sexuales explícitos puede ser tan amenazante como recibir agresión física y tan avergonzante como los tocamientos no consentidos.

Los hallazgos del estudio muestran dos grandes perfiles de afectados: los que han tenido alguna experiencia de lo que hemos denominado formas leves de violencia que podrían considerarse todavía próximo al dirty dating; y graves, tanto físicas como psicológica, en diferentes grados de intensidad. Estos resultados respaldan la teoría de la escalada de la violencia, que describe el proceso de normalización de la violencia en las relaciones afectivas contaminadas por la agresividad injustificada y la búsqueda del control y el dominio sobre el compañero sentimental. Detener esta escalada exige la identificación temprana de signos que cotidianamente se minimizan y se toleran como si fueran normales. En este sentido, y aun en el marco de que las relaciones sentimentales adolescentes pueden tener un gran potencial para el aprendizaje social, afectivo y moral (Viejo y Ortega-Ruiz, 2023), hay que estar atentos a sus riesgos. Es importante aprender a identificar y frenar los primeros escarceos violentos, sutiles y disimulados, que suelen pasar desapercibidos, pero terminan siendo la piedra sobre la que se construyen las formas severas de agresión y victimización. 

Los mitos del amor romántico (ej. los celos son símbolo de protección; quien te quiere te hará llorar), los estereotipos de género y los factores culturales (redes sociales, pornografía, ciertos tipos de música, etc.) contribuyen a la normalización de esta violencia en los albores de este nuevo ámbito de la vida afectiva que nace en la adolescencia y que ya nos acompañará para siempre; en el escenario de la intimidad, el amor y la pasión por el otro. No hace falta decir que, en sus formas más graves, estos desgraciados esquemas relacionales están en la psicogénesis de la violencia de género. La prevención pasa por lo que llamamos la formación en competencias sentimentales; en aprender a comprenderse y comprender al otro como amante, como objeto del deseo, procurando no confundir la felicidad y la alegría con el dominio, los celos y la obsesión por controlar. 

  • El estudio mencionado forma parte de la tesis doctoral de María Sánchez-Zafra, dirigida por Carmen Viejo y Rosario Ortega-Ruiz

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Con este artículo, El Día de Córdoba pone en marcha una sección abierta a todos los docentes de la Universidad de Córdoba como espacio de transferencia de conocimiento y divulgación de ideas. En él se abordarán contenidos relacionados con las distintas áreas en las que la UCO investiga e imparte docencia.

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