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Juicio de la Manada
El testimonio ha sido "contundente", una confirmación "clara y concisa" de lo que ya relató ante el juez de instrucción. La declaración de la denunciante de abusos sexuales por parte de cuatro miembros de la Manada en Pozoblanco ha sido el momento más sustancioso de la segunda jornada de la vista oral, en la que se ha escuchado a una quincena de testigos que han aportado información con cuentagotas de lo acontecido en la madrugada del 2 de mayo de 2016.
La joven ha declarado a puerta cerrada y tras una mampara para evitar la confrontación visual con los procesados, cada uno de los cuales se enfrenta a siete años de prisión. El abogado de la acusación, Blas Arévalo, ha informado después de que la joven ha excusado que no denunció en su momento "porque no recordaba lo que había pasado concretamente".
"Cuando tuvo conciencia, sí que denunció. Ha sido muy clara", ha dicho al término del interrogatorio.Pese a las evidentes lagunas, sí ha sido clara en un hecho: "En ningún momento sabía lo que había ocurrido dentro del vehículo ni que la estaban grabando, ni había autorizado las grabaciones ni permitió ni consintió el envío de estos vídeos a ningún grupo de chat", ha explicado el letrado, para quien este testimonio permitiría acreditar el delito contra la intimidad que se imputado a la Manada.
En el interrogatorio, la chica también habría dado "muestras de los síntomas que puede presentar una persona que ha sufrido este tipo de violencia", ha indicado el abogado a preguntas de los medios de comunicación.
Entre los testigos, uno de los más esclarecedores ha sido un amigo a quien la chica llamó por teléfono a la mañana siguiente de los supuestos abusos. Ha contado que, al descolgar el móvil, ella le dijo: "Me han violado". Acto seguido, replicó asustada que "no tenía que haberle llamado" y colgó. El testigo le envío un wasap y le animó a denunciar, aunque ella estaba "muy asustada" y no sabía los nombres de los cuatro varones con los que se había desplazado en coche desde la feria de Torrecampo a Pozoblanco. El abogado de la defensa le ha preguntado cómo es posible que, con tan pocas palabras, notara el temor: "He sido víctima de abusos sexuales y lo sé distinguir", le ha espetado.
Los testigos han sido interrogados, básicamente, sobre tres cuestiones: qué ocurrió en Torrecampo; el momento en que la chica se baja del coche en Pozoblanco y se monta en el asiento del copiloto con Alfonso Jesús Cabezuelo, el exmilitar, al volante, y el vídeo grabado por José Ángel Prenda que colgó en varios chats de Whatsapp.
Este último aspecto puede resultar clave en el procedimiento, ya que si el juez optara por invalidar el vídeo como prueba, como propone la defensa, solo quedarían los testimonios de quienes visualizaron las imágenes para probar los supuestos abusos sexuales, sobre los que la chica no ha podido profundizar al encontrarse inconsciente en aquel momento. El episodio habría ocurrido en el interior del vehículo en el que los cuatro procesados, con la chica en el asiento de atrás, regresaban de la feria de Torrecampo a Pozoblanco, donde pasaban el puente de Mayo de 2016.
Aunque sobre este punto ha sido interrogada una decena de personas, solo los dos últimos han confirmado ver el vídeo en el chat El peligro, en el que participaba el Prenda. Uno ha reducido el episodio a “unos chavales y una chavala en el coche, ella medio dormida”. “No recuerdo si alguien la besa”, ha dicho. El otro lo ha definido así: “Vi un cachondeo, unas risas, una niñería”. “En mi coche se han quedado también dormidas amigas después de salir de la discoteca”, ha excusado a sus colegas.
Sobre el encuentro de la denunciante con la Manada en Torrecampo, varios jóvenes han narrado entre lagunas que fue en la discocaseta tras un botellón; varios coinciden en ver a la joven con el exmilitar en la barra pidiendo una copa.
Casi de mañana, en lugar de regresar a Pozoblanco con sus amigos, lo hizo en el vehículo de los cuatro de la Manada, una circunstancia en la que ha habido unanimidad sobre el hecho de que fue una decisión voluntaria. El vehículo se dirigió a la vivienda de Antonio Manuel Guerrero, el exguardia civil destinado en el municipio y donde la pandilla pasaba aquel puente. La fiesta continuó allí, pero la denunciante quiso regresar a su casa. Volvió a subirse al coche, con el exmilitar de conductor: “Para nada” la forzaron a montarse, dijo otro testigo que la observaba desde el balcón.
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