El desayuno irresistible de los domingos
El Jeringo de Oro conserva su masa madre desde que abrió hace 17 añosl tradición Los hermanos Morales Benítez utilizan la receta que su madre popularizó en su kiosco del mercado de la Mosca.

Aunque a Chari Morales Benítez muchos cordobeses la conocen como la churrera de la calle de los Frailes, a dos pasos de San Lorenzo, ella se siente incluso molesta por esta denominación. No porque esté disgustada por su trabajo, sino todo lo contrario: "Es que lo que aquí hacemos no son churros, son jeringos [o tejeringos, según el diccionario de la Real Academia], que es lo típico de Córdoba", dice con orgullo desde detrás del mostrador. Tras dejar claro que hay que evitar llamarla churrera, Chari Morales se desenvuelve como pez en el agua entre las ollas de masa, los papeles que absorben el aceite sobrante de la fritura y los vasos de chocolate caliente que también ofrece en El Jeringo de Oro, un clásico para los desayunos de domingo de cientos de cordobeses.
Y no es exageración. Desde que el establecimiento abre a las 08:00 hasta que cierra a mediodía, la cola de cordobeses llegados desde todos los barrios de la ciudad es incesante. Aquí se funciona a la antigua usanza: no se coge número como en Correos o en Hacienda, se pide la vez. Así se hacía también cuando Manuela, la madre de Chari y de sus nueve hermanos, regentaba un kiosco en el mercado de la Mosca.
Ella fue autodidacta. "Le gustaba estaba profesión hasta que dio con la receta más adecuada", recuerda Chari, que empezó a ayudarla cuando tan sólo tenía 18 años. El Jeringo de Oro lo llevan ahora entre cuatro hermanos: Fernando, Rafi, Manolo y ella misma, que es la encargada de elaborar la masa con la misma receta de su madre.
"Es importante que la materia prima sea la mejor. No se puede utilizar cualquier harina. Nosotros la traemos de La Rambla, del mismo fabricante que se la servía a mi madre en el mercado de la Mosca", dice. La otra clave es la masa madre, porque los jeringos de la calle de los Frailes no llevan levadura. "Lo que queda de masa se guarda de un día para otro. Es la forma de conservar la receta. Utilizamos la misma masa madre desde que abrimos hace ya 17 años", dice.
Durante todo este tiempo, son incontables los kilos que Chari ha mezclado a mano, "como se hacía antiguamente", al igual que son incontables las ruedas que sus hermanos han sacado de la jeringa y han frito en el perol hasta adquirir el dorado adecuado. "Un domingo cualquiera se pueden servir entre 25 y 30 kilos", calcula, mientras señala la olla metálica donde guarda el secreto de su éxito. Bajo el dedo alzado de una estatua de San Pancracio, Chari atiende a una clientela que no se amilana: la mayoría tiene que esperar a la intemperie debido a las reducidas dimensiones del local. Pero no importa el frío. "Tenemos un proyecto en mente, pero todavía no lo podemos desvelar", dice esta maestra de la masa frita, que sugiere la apertura de una cafetería para consuelo de sus seguidores.
Aunque "no todo ha sido siempre tan bonito" como su vitalidad transmite -aclara-, porque al negocio de la calle de los Frailes le costó remontar tras el cierre del antiguo kiosco en el mercado. Ahora, recobrado el éxito, El Jeringo de Oro es un punto de encuentro de turistas y cordobeses, de vecinos de toda la vida del barrio y de residentes en otros puntos de la ciudad. La semana pasada, durante la presentación en la Universidad del libro de Ladis Personajes cordobeses, en el que aparece su perfil, el rector, José Manuel Roldán Nogueras, la nombró varias veces, y ella tuvo que morderse la lengua: "Me llamó churrera varias veces, pero yo soy jeringuera", deja claro.
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