El diagnóstico de cáncer de mama: cuando la vida te sacude por dentro y te obliga a un alto en el camino
Día contra el cáncer de mama
Las cordobesas Leticia Sánchez y Marta Aguilar han estado en tratamiento este último año y, después del miedo inicial, lo han afrontado con positividad
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Córdoba/"No puede ser, esto no puede pasarme a mí". Esa es la primera idea que les viene a la cabeza a muchas de las mujeres que reciben su diagnóstico de cáncer de mama. Las palabras caen como un jarro de agua fría, como una bofetada que llega a sacudir sus cuerpos y, en definitiva, sus vidas. Primero llega el miedo, luego la negación... hasta que aparece la esperanza y la positividad. Leticia Sánchez y Marta Aguilar tienen 42 y 48 años, respectivamente, y han recibido el golpe del diagnóstico en el último año. Ahora han pasado lo más complicado del proceso y han empezado con un tratamiento de mantenimiento.
Ambas han acudido a la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) en Córdoba para recibir apoyo en estos momentos, aunque Leticia finalmente ha optado por ser apoyo para otras mujeres que se encuentran en esta situación haciéndose voluntaria. Ella ya conocía la AECC porque su madre fue paciente oncológica y estuvo muy vinculada a ella. A raíz de su diagnóstico, ha decidido emplear su tiempo en ayudar a las demás.
"La asociación para mí ha sido un descubrimiento", señala Marta, que acudió a la AECC porque había perdido parte de movilidad en el brazo por la radioterapia", aunque su recomendación "es venir desde el principio". Para ella el cáncer es "como el café de las mañanas, nos saludamos todos los días; quise desde el principio que se hablara con naturalidad porque me ayudaba a perder el miedo". Después de esta experiencia, las dos han aprendido que "el tiempo es limitado, lo valoras mucho más", por eso hay que dedicarlo "a lo que quieres y con quien quieres".
Leticia Sánchez: "Esto es una cuestión de actitud"
Hace un año que Leticia Sánchez recibió su diagnóstico. Un día notó dolor en un lateral de un pecho y, al tocarse, se palpó un bultito, por lo que fue al médico y le mandaron pruebas diagnósticas. Al principio le dijeron que no tenía por qué ser malo, porque hay muchos bultos en las mamas. Le hicieron una mamografía y ecografía y, por descartar, le recomendaron biopsiar. "Podías hacer seguimiento o biopsiar; yo opté por biopsiar y creo que fue la mejor decisión", explica. Entonces, "llegó la llamada y nada más sonar el teléfono sabía que algo malo había pasado", cuenta emocionada, confesando que pasó "mucho miedo". Justo después, llamó a una amiga suya que es radióloga y le aclaró lo que se veía en la imagen, de forma que cuando acudió al médico "iba con otro talante".
"El miedo no se va, pero luego entiendes que esto no tiene por qué ser el fin, que es lo que muchas veces piensas", asegura Leticia, que ahora tiene 42 años. Le hicieron pruebas para ver si también podría tenerlo en el otro pecho, pero finalmente fue negativo. La operaron y, como tenía un ganglio afectado, tuvo que someterse a quimioterapia y radioterapia. En agosto por fin terminó ese proceso y ahora ha empezado con un tratamiento de mantenimiento.
El miedo no se va, pero luego entiendes que esto no tiene por qué ser el fin"
A nivel emocional, al principio "no dormía, no comía, pensaba que me iba a morir mañana", señala Leticia, pero luego, "poco a poco todo eso se va yendo". Ella se lo ha tomado como un kitkat: "No he parado nunca de trabajar, incluso mientras estudiaba, y ahora estoy en mi casa, llevo a mis niños al cole, los recojo, me cuido y también he aprendido que el tiempo es mío". Esta enfermedad le ha dado "un gran aprendizaje".
Los hijos de Leticia tenían 4 y 6 años cuando todo esto empezó y no les han contado nada sobre la enfermedad en sí. Además de ser pequeños, la madre de Leticia falleció a causa de un cáncer y los niños asocian "la palabra mágica" a la pérdida de su abuela, por lo que en todo momento han evitado pronunciarla en casa o con sus amigos. "Les hemos dicho que a mamá hay que operarla, que va a tener el brazo un poco más delicado, no va a poder cogeros... es decir, , que había que cambiar ciertas cosas, pero nunca les he hablado de cáncer", apunta.
También los avisó de que se le iba a caer el pelo con los tratamientos "porque era lo más visual, lo que ellos más iban a ver". Fueron a cortarse el pelo juntos y cuando se le empezó a caer se rapó en casa. Tenía pelucas, pero a ellos no les gustaban, "entonces optamos por sombreros, pañuelos... y no lo he visto como algo traumático en ellos", asegura. "Mis niños, que era lo que más me importaba, lo han tomado como unos valientes", cuenta emocionada.
En todo el proceso, su marido ha sido un gran apoyo: "Él lo ha llevado por dentro, a mí nunca me ha trasladado sus miedos ni su tristeza, sino que él ha estado ahí". Y luego, su hermano, que es técnico de radioterapia, la tranquilizó y la ha acompañado a todos los médicos. Además de su padre, la mujer de su padre, su tía, sus amigos... "En realidad, tengo una familia maravillosa", señala.
En el momento en que recibió el diagnóstico, Leticia trabajaba fuera de Córdoba y tenía que conducir todos los días. Mientras le hacían las pruebas de radiodiagnóstico recibía muchas llamadas del hospital y se ponía "muy nerviosa". "Al final, mi familia también estaba preocupada porque cogía el coche, por lo que decidí darme de baja", señala. En su trabajo no le han puesto "ninguna pega", es más, su jefa pasó por un cáncer de mama hace más de 10 años y ha sido una persona que "ha estado motivándome". Le da mucha "tranquilidad" que le hayan dicho que su puesto va a estar ahí cuando vuelva.
Leticia ha seguido haciendo una vida normal, saliendo, yendo a los entrenamientos de sus hijos, quedando los fines de semana con sus amigos... "Esto es una cuestión de actitud", puntualiza. "Yo no puedo decir que haya tenido falta de vitalidad, que he estado cansada, sí, sobre todo al final, y me he dado cuenta de que estaba cansada cuando he dejado de estarlo", concluye.
Marta Aguilar: "Aprendes a ver la vida de forma más bonita"
El pasado Día Internacional de la Mujer (8 de marzo), Marta Aguilar recibió su diagnóstico de cáncer de mama. Se había encontrado un bultito en el pecho, fue a su ginecólogo y le dijo que no se preocupara, que se iba a reabsorber como ya le había ocurrido en otra ocasión. Pero, igualmente, le anticipó las citas que tenía programadas para una mamografía y una ecografía para meses después. Cuando le hicieron estas pruebas, le dijeron que le tenían que hacer una biopsia. Ella "estaba muy tranquila porque el comentario del ginecólogo había sido 'ni te preocupes'", pero, por otro lado, su madre había tenido cáncer de mama hacía año y medio y una tía materna también lo padeció hace años. Sin embargo, como es "una persona muy positiva por naturaleza" -lo que la ha ayuda mucho en este proceso- pensó que debía ser un tema de protocolo.
Esto te enfrenta a una incertidumbre brutal porque no sabes todo lo que te va a venir"
Durante los diez días de espera del resultado estuvo "muy tranquila, hasta que te llega la llamada", recuerda emocionada. Estaba trabajando y su intención era seguir toda la jornada, pero su director le dijo que se fuera directa al médico. "Esa subida al hospital y esa cara de la radióloga cuando te dicen que es un tumor maligno es un shock, como un trauma, no te lo crees; de repente la vida te sacude por dentro y tú estás como diciendo, ¿esto es a mí? Es que no te lo crees", señala Marta. "Es algo muy gordo, sobre todo porque te enfrenta a una incertidumbre brutal porque no sabes todo lo que te va a venir; si va a ser de un grado o de otro", apunta. Entonces, "te quedas paralizada, lloras mucho y cada día te acuestas intentando encajarlo, pero al día siguiente te levantas y no te acuerdas, y tienes que volver a recordar que ese es tu diagnóstico y que tienes que empezar un proceso que no sabes dónde va a llegar". Además, Marta tenía tan reciente lo de su madre que pensaba: "Si no nos hemos recuperado, si mi madre está como paciente". Le extirparon el tumor y "solo" ha tenido radioterapia. Ahora debe estar con un tratamiento hormonal durante cinco años.
"Dentro de que te toca y es muy duro, el proceso ha ido bien" y, al final, "es un alto en el camino, aprendes mucho y yo sigo aprendiendo", explica. En este tiempo, su red "incondicional" de familia y amigos la ha ayudado a mantenerse y ha aprendido "a ver la vida de otra forma, mucho más bonita". Ha aprendido que "vivimos con el piloto automático y cuando esto te pasa, es como que desconectas ese piloto automático al que al final acabaremos volviendo, pero empiezas a ser consciente del tiempo y a valorar cosas sencillas, a vivir más tranquila, lo que te permite apreciar todo lo bueno que hay a tu alrededor".
Lo más duro fue contárselo a sus hijos, que tienen 13 y 16 años, intentado mantener el tipo y no derrumbarse. El mayor le dijo: "no será cáncer, ¿no mamá?". Ella le dijo que era un bultito le tenían que quitar, un tumor. Han tenido "un comportamiento, una actitud y un apoyo increíble", apunta.
Actualmente, Marta está de baja laboral y tiene previsto volver cuando acabe las sesiones de fisio con un grupo de ejercicio específico para pacientes oncológicos al que asiste en la AECC. Quiere recuperarse para "volver lo mejor posible". Por otro lado, en su día a día está siempre activa porque considera que "la actitud en esto es fundamental". Da paseos, hace deporte, va a la biblioteca, asiste a actos culturales... "Yo soy muy sociable, pero en esto necesitas tus tiempos y marcar tu espacio", explica. Ahora siento que no es la misma y, aunque a veces echa de menos "a la Marta de siempre, llena de vitalidad y energía", es consciente de que "esto es un alto en el camino, empiezas otra etapa de tu vida".
Marta está muy agradecida a toda la investigación que se ha hecho en el cáncer de mama ya que gracias a eso "tenemos la suerte de que hay un porcentaje altísimo de pacientes que se curan, de supervivientes". Por su forma de ser, no tiene miedo a "una recaída o a que esto se vuelva a repetir" y, si llega, "se volverá a afrontar con mucha energía".
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