Peter, el musical | Critica

El dilema de Peter

Una imagen de 'Peter, el musical'.

Una imagen de 'Peter, el musical'. / Rafa Alcaide / IMAE

Fin de semana ideal este último para conectar con la magia de un personaje universal y acudir en familia al Gran Teatro, donde quienes se animaron a comprar entradas pudieron ver Peter, el Musical.

A estas alturas casi todo el mundo conoce aunque sea de oídas la historia creada por James Mathew Barrie sobre las aventuras de Peter Pan, un niño que se negó a crecer, bastante inquieto y salvaje, que tras colarse en la ventana del dormitorio de Wendy invita a esta y sus hermanos a volar al País de Nunca Jamás para reunirse con los niños perdidos y vivir una gran aventura entre hadas, sirenas, indios y piratas.

Theatre Properties toma la creación del autor escocés y elabora un musical de identidad propia, con canciones originales que recrean la obra. Conoceremos la trama y los protagonistas a través de sus temas, metiendo en la coctelera coreografías, acción, diálogos y humor. Todo ello bien acompañado de un buen soporte técnico con una ambientación híbrida que combina escenografía móvil y proyección multimedia, iluminación y sonido pulcro, vestuario con infinidad de cambios y maquinaria para vuelos como elemento imprescindible y más espectacular.

Este buen respaldo de medios lo aprovecha la magnífica docena de artistas versátiles que hablan, cantan, bailan entre risas y acrobacias para conseguir que las dos horas y media (con descanso de 15 minutos) pasen literalmente volando y el público infantil salga a la calle satisfecho y lo más importante: creyendo en las hadas.

El 27 de diciembre de 2024 se cumplirán 120 años del estreno teatral de Peter Pan y Wendy, titulo original de la obra de J. M. Barrie. Su fuente de inspiración fueron los cinco niños del matrimonio Llewelyn Davies, una familia londinense con la que entabló amistad y que, a la muerte de sus progenitores, se hizo cargo de tutelar.

Peter Pan escapa de sus padres a Nunca Jamás ayudado por Campanilla para evitar hacerse adulto y afrontar las responsabilidades propias que conlleva madurar. Crecer, estudiar, trabajar, tener pareja, hijos, pagar facturas y ver cómo todos los días parecen el mismo. Levantarse temprano y acostarse pronto mientras el espejo nos devuelve una imagen cada vez más apagada y gris. ¿Quién no ha sentido alguna vez el dilema de Peter? Este es el precio a pagar por dejar de creer en las hadas.

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