Mercedes Azores (fisioterapeuta): "El agradecimiento del paciente que ha estado a punto de morir te reconforta el alma"
Dos años de covid en Córdoba
Aunque ya se sabe mucho más del "bicho", pide "tener cabeza" porque cada vez que "hemos bajado la guardia ha venido una nueva ola"
Dos años de covid en Córdoba: la pandemia en primera persona
Desde el comienzo de la pandemia, "que parece que hace mil y hace solo dos años", Mercedes Azores ha convivido día tras día con el covid desde su puesto de fisioterapeuta especialista en cardiorrespiratorio, alternando las labores en planta y en UCI... y hasta en consulta ambulatoria, si el paciente requiere mantener el tratamiento. Un "proceso continuo, siempre con la misma persona", que no se da en todos los centros hospitalarios, pero sí en el Reina Sofía, y que hace que los lazos entre el profesional sanitario y el enfermo sean muchísimos más estrechos.
Sin dejar de trabajar "un solo día", a Mercedes no se le va de la cabeza cuando "empezó a ingresar gente muy mala, sin saber nada de la enfermedad ni cómo iba a afectar a los pacientes, y luego ya se vio que la patología era más grave de lo que se suponía y la gente moría más de lo previsto". Una situación que, como toda primera vez y ante algo desconocido, hizo que su primer encuentro en la UCI lo viviera "a 140 pulsaciones porque no sabías a qué te enfrentabas".
Más doloroso era ver a "compañeros llorar amargamente, preguntándose cómo iban a volver a casa para evitar llevar el virus", algo que en su caso minimizó estar lejos de su marido, profesor en Badajoz, al que se tiró sin ver un año, aunque eso no evitó que le afectara psicológicamente porque antepuso su trabajo, que "es llegar al paciente que tiene covid para que pueda respirar mejor y esa cara de felicidad de esas personas que te cogen la mano y te dan las gracias porque le estás salvando la vida, eso no está pagado".
Mercedes Azores insiste en que "se te queda grabado el agradecimiento de un paciente que ha estado o está a punto de morirse; es el agradecimiento máximo… y te reconforta el alma" y señala como los momentos más duros "perder pacientes de manera constante, porque he tratado a muchos que han sobrevivido, pero otros han muerto, y esa pena es la que te quedas por no haber salvado a todos".
"Los enfermos hablan contigo con los ojos porque no pueden hablar, ni mover nada", recuerda Azores, que admite que "los intensivistas son los que realmente le salvan la vida, y nosotros se la mejoramos". Eso no quita que haya vivido situaciones realmente "muy duras", si bien reconoce que "antes se tenía pánico a la enfermedad y ahora respeto; ya se ha perdido el olor a miedo que había en la UCI, en el Hospital o en la calle, pero que he visto en la gente que ha estado ingresada".
Por eso, la facultativa pide "tener un poco de cabeza porque cada vez que hemos bajado la guardia ha venido una ola nueva", aunque ahora "ya sabemos del bicho mucho más que al principio" y "hay que convivir con él, porque ha venido para quedarse". Y eso a pesar de la aparición, hace ya más de un año, de la vacuna, sin la que "hubiéramos estado peor y hubieran muerto más personas". Aún así, considera que "deben ser mejores y con menos efectos secundarios", algo que ocurrirá con el tiempo y las hará "más efectivas", si bien ya ha quedado claro que "en los vacunados sí o sí su supervivencia es mucho más elevada, lo que no quiere decir que no se pueda morir".
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