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Crítica de Música
**** Elliott Murphy & Band Featuring Olivier Durand. Voz, guitarra y armónica: Elliott Murphy; guitarra y voz: Olivier Durand; violín: Melissa Cox; percusión: Alan Fatras. Fecha: sábado 6 de julio de 2024. Lugar: Gran Teatro. Aforo: Algo más de tres cuartos de entrada.
Suena por los altavoces del Gran Teatro de Córdoba Congratulations, ese megaéxito de esa megabanda que fue The travelling wilburys; o lo que es lo mismo, ese bendito invento que componían George Harrison, Bob Dylan, Tom Petty, Jeff Lynne y Roy Orbison. Un tema que formaba parte del primero de los únicos dos discos de estas rock stars con mayúsculas, el Vol. 1 -de 1988-, tema en el que lleva la voz cantante Bob Dylan. No era una elección baladí la de esta canción a modo de despedida. Era el epílogo perfecto a un concierto sublime ofrecido por quien ha elegido que suene, de quien como los Wilburys, es una de las últimas rock stars, Elliot Murphy. Era el epílogo perfecto a un recital -insisto, sublime- en el que, precisamente sobrevoló el espíritu de Dylan, además del de Leonard Cohen y el de Lou Reed.
Un concierto que empezó poco más de dos horas antes, precisamente, con Last of the rock stars (La última de las estrellas del rock), otra declaración de intenciones de quien vive en París desde hace más de 30 años como neoyorquino expatriado y que en 2023 cumplió 50 años de carrera musical y literaria, lanzando más de 35 álbumes. Un recital que desde esa primera canción dejó constancia de que el que es uno de los más apasionados, cultos e inteligentes compositores del rock se ha sabido rodear de muy buenos músicos: Olivier Durand a la guitarra y la voz; Melissa Cox al violín; y Alan Fatras a la percusión. No en vano, Olivier Durand es, además de uno de los mejores guitarristas franceses, su fiel escudero de a la hora de la composición en los últimos años
El recital continuó con Not enough time, Green River, Metaphysical moments y Sunlight keeps falling. Todas ellas, como la mayoría las casi dos decenas de canciones que compusieron el concierto, estuvieron acompañadas por las palmas de un respetable emocionado por cada solos de violín y de guitarra o por cada duelo sonoro en el que ambos instrumentos se enfrentaban hasta el deleite. “Quiero dedicar esta canción a mi gran amigo Lou Reed”, dijo en un inglés muy inteligible. Esa canción era la siguiente del repertorio, Deco dance (del LP Night lights, de 1975), tema con unas primeras estrofas casi recitadas y que condujeron hasta una vibrante explosión rítmica en la que Melissa Cox se lució con un solo de violín, culminando con un travieso silbido de Elliott Murphy que, cual perfecto frontman, entre guiños y bromas invitó a reproducir a un público ya entregado que acompañó esa petición.
Tras ese particular homenaje a esa también rock star neoyorkina que fue Lou Reed, llegó una crítica a los malos políticos y malos economistas que se creen los amos del mundo para dedicarles What the fuck is going on (Qué carajo está pasando). Y tras esta canción protesta llegó una apreciación. “En París se toma uno de los mejores cafés del mundo, pero he comprobado que en Córdoba, también”. Esa apreciación sirvió para introducir Fix me a coffee, tras la que sonaron Something consequential, Lack of perspective, Alone in my chair y You never know what you're in for. No sin dejar claro que lo suyo no es el español, idioma del que insistió en que ha aprendido poco. “Puedo decir ‘chica muy guapa’, ‘andaluza’, ‘puta madre’”, relató consiguiendo, como un perfecto frontman, levantar las carcajadas del respetable.
Llegó el turno de su particular homenaje en forma de canción al Rey del rock, la magistral y elegíaca On Elvis Presley’s birthday, que culminó con un mantra susurrado (drivin’... drivin’... drivin’...) para encadenarla sin tregua con A touch of kindness. Esa oda a Elvis es comparable a la mítica The river de su amigo Bruce Springsteen. Tan mítica como una Summertime que el neoyorkino ha sabido dylanizar componiendo una versión del clasicazo de la ópera Porgy & Bess firmado por George e Ira Gershwinq, clasicazo que dedicó “a la bella ciudad de Córdoba”.
Fue el comienzo de los bises. En los cuales, definiéndola como “the story of my life” (la historia de mi vida), presentó Elliott Murphy la divertida y festiva Rock’n Roll’n Rock’n Roll (del LP Elliott Murphy, de 2011) en la que llegó a realizar algún molinete a lo Pete Townshend, legendario guitarrista de The Who, con su guitarra acústica. Luego pareció sonar el dylanaino Knockin' on heaven's door. No sin olvidar ofrecer la increíble Rock Ballad, una canción muy en conexión con su amigo Bruce Springsteen.
“En 1992, Bruce me invitó a cantar con él en el escenario del Bercy Arena de París y me sugirió que cantáramos mi canción Rock Ballad de Just a story from America. Fue un momento increíble para mí y tengo que admitir que estaba muy nervioso. Cuando subí al escenario con el difunto y realmente extrañado asistente de Bruce, Terry Magovern, creo que estaba temblando visiblemente y Terry puso su mano en mi hombro y me dijo: ‘Elliott, es como en los viejos tiempos, solo que hay más gente’. Eso me calmó y Bruce y yo nos adaptamos a la canción frente a 18.000 fans como si estuviéramos en Max's Kansas City”, llegó a decir tras ese concierto de aquella gira en la que el Boss presentaba los álbumes Human toch y Lucky town.
Tocaba poner la guinda al pastel en el Gran Teatro de Córdoba. Olivier Durand cogió una dulcie, un peculiar y muy singular instrumento de origen francés parecido a un ukelele sin cuerpo, cuya gran versatilidad sonora se mueve entre el banjo, el bouzouki, el sitar o la mandolina, para acompañar la última del repertorio, Come on Louanne (del LP Soul surfing, de 2001), canción con la que todos los músicos lograron un fin de fiesta tan encendido como perfecto. El perfecto fin de fiesta de un recital soñado y sublime ofrecido en Córdoba por una de las últimas rock stars.
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