Enfermeras de cuidados paliativos: ¿quién cuida quienes cuidan?
Tribuna universitaria
Las profesionales de las unidades de cuidados paliativos, que se enfrentan al sufrimiento y la muerte a diario, padecen un fuerte desgaste emocional y requieren de unos recursos psicológicos de apoyo de los que carecen
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Una mirada, un gesto. Una mera acción hilada con candidez que representa un detalle más del día a día. Y, de pronto, todo acaba aquí. Perece el momento, la persona y, con ella, todos esos días aciagos que le acompañaron cada vez que una profesional del cuidado acudía al filo de la mañana… Para volver a empezar. Hasta el fin de otros días aciagos, hasta el fin de otras personas, o hasta el fin de su ejercicio profesional.
Cada año, millones de personas en todo el mundo precisan cuidados paliativos, un ámbito de la atención sanitaria que busca ofrecer la mejor calidad de vida posible a quienes transitan el escarpado camino del final de la vida. Las enfermeras en unidades de cuidados paliativos no solo deben enfrentar la muerte, situaciones derivadas del acercamiento a la misma y el sufrimiento a diario, sino que también se ven afectadas por el agotamiento emocional, con implicaciones que trascienden su vida profesional.
A través de un estudio cualitativo que se llevó a cabo como parte de un Trabajo Final de Grado adscrito al Departamento de Enfermería de la Universidad de Córdoba, analizamos cómo el personal de enfermería en cuidados paliativos gestionaba la carga emocional derivada de su trabajo. Este estudio, realizado en Córdoba mediante entrevistas directas a enfermeras de la unidad de cuidados paliativos, ha sido recientemente publicado en una de las diez revistas de mayor impacto en enfermería a nivel internacional, siendo esta la revista oficial del Consejo Internacional de Enfermería.
Falta de preparación emocional
Se evidenció que muchas enfermeras en cuidados paliativos no se sentían adecuadamente preparadas para gestionar las complejidades emocionales de su trabajo. Las experiencias diarias de contacto con la muerte, el sufrimiento y el duelo de las familias son elementos que las enfermeras enfrentaban con regularidad, pero para los cuales no siempre tenían herramientas emocionales sólidas. En particular, varias participantes señalaron que su formación inicial no les proporcionó los recursos necesarios para hacer frente a este tipo de situaciones. Una enfermera comentó: “Nunca te acostumbras a ver morir a alguien, no importa cuántos años lleves en esto”.
Las enfermeras expresaban sentirse vulnerables emocionalmente, una realidad que no siempre es reconocida. "Nos dicen que estamos acostumbradas, pero no lo estamos; solo hemos aprendido a lidiar con ello a nuestra manera", dijo otra participante.
Estrategias de autocuidado
Ante una inexistencia de recursos de apoyo psicológico y emocional, muchas enfermeras tuvieron que desarrollar sus propias estrategias de autocuidado. Estas incluyeron la construcción de barreras emocionales y el intento de mantener una cierta distancia frente a los pacientes y sus familias para protegerse del sufrimiento ajeno. Sin embargo, estas estrategias no siempre resultaban efectivas. Una enfermera explicó que “intentas distanciarte, pero hay momentos en los que no puedes evitar involucrarte”. Incluso con una perspectiva profesional, el efecto emocional es inevitable en situaciones particularmente difíciles, como el fallecimiento de pacientes jóvenes. Como expuso otra participante, “siempre intento ver las cosas desde un punto de vista profesional, pero hay momentos en los que no puedes evitar que te afecten”.
Algunas enfermeras recurrieron a la terapia individual para sobrellevar la carga psicológica, aunque este recurso no estaba al alcance de todas. "Comencé a ir a terapia por mi cuenta porque necesitaba ayuda para seguir siendo la profesional que quiero ser", relató una enfermera.
Efecto en la vida personal
Las experiencias emocionales acumuladas en el trabajo no se quedaban en el entorno hospitalario. Muchas enfermeras describieron cómo estas vivencias repercutían en sus relaciones personales, dificultando su capacidad para “desconectarse” emocionalmente de lo que ocurría durante la jornada laboral. A menudo, llegaban a casa agotadas emocionalmente y con la mente aún ocupada por las experiencias del día. "Llego a casa pensando en lo que pasó en el trabajo, no puedo evitarlo. Las emociones se me quedan grabadas", comentó una participante.
El agotamiento emocional y físico también incidía negativamente en su vida social y familiar, ya que tras largas jornadas, muchas enfermeras se sentían incapaces de relajarse o disfrutar de su tiempo libre. Algunas mencionaron que, después de años en la unidad de cuidados paliativos, se sentían desgastadas a nivel personal y profesional.
Barreras organizativas
El estudio también señaló que las barreras organizativas, como la falta de personal y la insuficiencia de recursos específicos para la gestión emocional, eran un problema importante para las enfermeras. Antes de la pandemia de COVID-19, las enfermeras de cuidados paliativos solían participar en talleres semanales que les ayudaban a abordar temas emocionales y éticos relacionados con su trabajo, pero estos programas fueron suspendidos y aún no eran reanudados en el momento de realización del estudio. "Antes de la pandemia teníamos sesiones para hablar de nuestras experiencias, pero todo eso desapareció, y lo necesitamos más que nunca", señaló una enfermera.
Por otro lado, apuntaron que poseían menos recursos en comparación con otras unidades o servicios hospitalarios, a pesar de que cuidados paliativos requiere de un mayor nivel de atención emocional. “Nos faltan recursos y personal, y sientes que no puedes dedicar el tiempo necesario a cada paciente”, dijo una participante, reflejando la sobrecarga laboral.
Es evidente que las enfermeras, figuras clave en la atención paliativa, no disponen de los recursos suficientes para gestionar su bienestar emocional. Aunque la gestión emocional autónoma es necesaria, refleja la desprotección institucional frente a los efectos psicológicos de su trabajo. Garantizar que las condiciones laborales promuevan no solo la calidad del cuidado, sino también la salud mental de quienes lo brindan es fundamental. Implementar políticas que incluyan apoyo psicológico y formación en manejo emocional es una cuestión de justicia laboral y ética institucional.
Al contrario, y al dirigir la mirada a la situación actual, me pregunto, ¿resulta ético que un ser humano deba crear una barrera o escudo por sí misma, ante otro ser humano que necesita de toda su humanidad y acompañamiento en su último suspiro? Quizá, después de todo, será que la humanidad debe prevalecer ante esta realidad, y que sean estos resultados los que aporten un débil haz de luz en pos de cuidar a quienes cuidan al final del camino.
*El artículo referenciado es: Espejo‐Fernández, V., & Martínez‐Angulo, P. (2024). Psychosocial and emotional management of work experience in palliative care nurses: A qualitative exploration. International Nursing Review, 71(1), 1–14.
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