"La Unión Europea es un experimento sin parangón en el mundo"

Entrevista a Antonio Bueno Armijo

El profesor en Derecho de la Unión Europea considera que sin la PAC estaríamos "en una situación de libre mercado en la que solo los muy eficientes prevalecerían"

"Salirse de la UE sería como para el Estado de Wyoming salirse de Estados Unidos, o para Andalucía irse de España", compara

Consulta si te ha tocado estar en una mesa electoral para las elecciones europeas del 9J

El profesor Antonio Bueno Armijo, en la biblioteca de la Facultad de Derecho. / Juan Ayala

Profesor de Derecho de la Unión Europea, Antonio María Bueno Armijo se doctoró en la Universidad de Córdoba con una tesis sobre las subvenciones de la política agrícola común. En la cuenta atrás hacia las elecciones europeas, en las que están llamados a las urnas 450 millones de ciudadanos de los 27 Estados miembros, el experto arroja luz sobre el impacto real de las políticas procedentes de Bruselas en el día a día de Córdoba. ¿Es la UE ese cementerio de elefantes al que van a morir las viejas glorias políticas? No. ¿Vivimos en la Europa de los mercaderes? Tampoco, asegura.

-¿Qué se juega un territorio periférico como Córdoba en las elecciones europeas?

-La pregunta es muy difícil de contestar, pues es similar a cuestionarnos qué se juega Córdoba en las elecciones al Congreso de los Diputados o al Parlamento de Andalucía. Se lo juega todo, porque la Unión Europea está presente hoy día en absolutamente todos los ámbitos de la vida que podamos imaginar. Y pongo un ejemplo. Si consultamos las principales preocupaciones de los españoles de acuerdo al último barómetro del Centro de Iniciativas Sociológicas (CIS), se trata de la crisis económica, la política, el empleo o la inmigración. Salvo en la sanidad y la vivienda, materias en las que desde Bruselas se interviene muy poco, en los otros ámbitos resulta determinante.

-Entonces, ¿por qué gran parte de la población sigue viendo a Bruselas tan lejos? Da la sensación de que la distancia es más que física...

-Sin ánimo de señalar a nadie con el dedo, puede ser una cuestión de medios de comunicación. Es decir, ¿a la gente le interesa lo que publican los medios o los medios publican lo que le interesa a la gente? Continuamente recibimos informaciones de política andaluza o nacional, y todo el mundo está al día de estos asuntos, conoce a los actores y los debates. Pero quizás eso no se encuentra fácilmente en los medios de comunicación cuando se trata de la Unión Europea. Tenemos medios de comunicación de ámbito autonómico y nacional, pero no hay ninguno de escala europea. De hecho, algún periódico digital que existe no publica en español.

-A veces da la sensación, de hecho, de que lo que llega de Bruselas son imposiciones. Y los propios políticos utilizan esto como arma arrojadiza o como excusa.

-Sí, y esto encaja con la crítica de déficit democrático que se ha hecho históricamente a la UE, en el sentido de que no se sabe muy bien quién toma las decisiones que luego se imponen a los Estados miembro. Pero lo cierto es que, aunque esta percepción está muy instalada en la sociedad, ocurre justo lo contrario. La legitimación democrática de la UE no tiene parangón. Las decisiones proceden fundamentalmente de dos instituciones: el Parlamento Europeo, que elegimos directamente los ciudadanos, sin intermediarios, y en el que internamente España tiene mucho peso, pues de los 750 eurodiputados que hay elegimos a 61, y el Consejo, integrado por gente que no ha llegado ahí porque sí, sino que se trata de jefes de gobierno de los Estados miembro; en nuestro caso, Pedro Sánchez. Todas son personas democráticamente elegidas. Así que todas las decisiones que se toman proceden de un parlamento elegido directamente por la ciudadanía y por un órgano en el que están los presidentes de gobierno, también legítimamente elegidos. ¿Qué mayor legitimación democrática se puede pedir? Nada viene impuesto. Que es verdad que algunos países más grandes tienen más peso, pues sí... Pero, ¿dónde no ocurre eso? En España, Andalucía, con sus ocho millones y medio de habitantes, elige la mayor parte de los diputados del Congreso. En la Unión Europea ocurre igual. Somos el cuarto país más grande, tras Alemania, Francia e Italia. Nuestro peso es importante.

"La ciudadanía europea fue una idea española"

El profesor Antonio María Bueno Armijo. / Juan Ayala

-Vayamos a lo práctico, ¿qué asunto podría citar en el que la fuerza de España haya sido determinante?

-Pues estoy especialmente orgulloso de un asunto que pudiera parecer un tema muy tontorrón. Una de las grandes cosas que tenemos en la UE es lo que se conoce como ciudadanía europea. Es decir, todas las personas ciudadanas de un Estado miembro, por el solo hecho de ello, son automáticamente ciudadanas europeas. Y ello implica una serie de derechos que se pueden ejercer en toda la UE, por ejemplo la libre circulación. Puedo residir libremente donde quiera sin que nadie me pida ni un papel. Ese estatuto fue una idea española, y fue España quien convenció a los demás.

-A la hora de hacer balance de este último mandato, ¿qué políticas efectivas de calado se han puesto en marcha desde Bruselas?

-¿Por dónde empiezo? Quizás lo más relevante haya sido la política de expansión económica que se ha hecho en los últimos cinco años, lo que hemos llamado fondos Next Generation. Tras la crisis sanitaria del Covid-19, nos encontramos con una gran crisis económica, pues las economías se paralizaron y había que reactivarlas. El paquete económico que se aprueba, de un nivel que nunca antes se había alcanzado, es lo que ha permitido poner en marcha buena parte de las economías nacionales. A mi juicio, ese empujón ha sido determinante. Y un tecnicismo. Por primera vez, a escala masiva, la UE ha pedido dinero prestado, es decir, ha emitido una especie de deuda europea. Es algo que nunca había ocurrido, y supone un gran paso en la solidaridad entre los Estados, pues todos respondemos de la deuda de manera conjunta.

-¿Han tenido resultado efectivo estos fondos?

-Seguramente es muy pronto para saberlo, pues muchas de las inversiones que se están haciendo buscan cambios estructurales. Y un cambio de modelo económico no se consigue en tres años, no es realista. Esto ocurre con muchos programas de ayudas que llevan años en vigor. Siempre se cuestiona si sirven para algo, si se logra el objetivo.

-Parece que hay una corriente antieuropeísta cada vez más ruidosa, ¿a qué se debe?

-No estoy seguro de que el sentimiento europeísta haya calado mucho en España, todo lo contrario. España tiene un sentimiento de pertenencia a la UE muy marcado. De hecho, partidos políticos relevantes contrarios a la UE no hay ninguno. Naturalmente, y faltaría más, los partidos políticos pueden expresar críticas hacia el funcionamiento de la UE y sus políticas, pero no creo que eso sea un crítica a la UE. Es decir, un partido puede criticar al Gobierno andaluz, pero eso no significa que esté en contra del sistema institucional andaluz. Y las elecciones al Parlamento Europeo son el ejemplo paradigmático de ejercer un voto de castigo por cuestiones de política interna que creemos que no nos va a costar nada. Pero, en general, el sentimiento de pertenencia es muy elevado en todos los países. En Polonia, por ejemplo, tienen un sentimiento identitario nacional muy fuerte, pero cuando se pregunta a los polacos si quieren salirse de la UE dicen que ni de broma. Ahora, la critican todo lo que quieren y más. Pero no es incompatible.

"La UE es una máquina muy bien engrasada"

-Otra crítica habitual es la burocracia y la lentitud de la UE. ¿Habría que cambiar algo?

-Es una crítica injusta. La UE es bastante ágil tomando decisiones. De hecho, no creo que nuestro procedimiento legislativo en España sea más ágil. La UE es una máquina muy bien engrasada, todo el mundo sabe cuál es su función y qué tiene que hacer. Yo diría que las decisiones en Europa no son lentas, al menos no más lentas que en las otras cámaras más cercanas.

-¿Y es fundamental tener a alguien del territorio, de Córdoba, en la UE para que defienda los intereses más cercanos?

-De todas las elecciones que celebramos en España, las de la UE son con diferencia las más democráticas, en el sentido de que no se pierde ni un solo voto porque tenemos una circunscripción electoral única. El caso paradigmático era Izquierda Unida, que perdía muchos votos en las provincias. Y eso no ocurre en las europeas. Todos los votos suman. Eso, como contrapartida, tiene un precio, y es la lejanía de los elegidos, pues las listas no siempre van a garantizar que haya representantes de todos los territorios.

-Quizás esto abunde en la imagen de lejanía, pues puedes estar votando a alguien que no sabes quién es...

-Pero los cabezas de lista suelen ser políticos muy conocidos, con mucha experiencia, no es gente bisoña. Suelen ser ministros, expresidentes autonómicos, alcaldes... Y tampoco nos engañemos, en las elecciones al Congreso de los Diputados, con suerte, conocemos al primero. Pues es algo parecido, con el plus de que es gente de nivel. Durante años, se criticó que Bruselas era algo así como un cementerio de elefantes porque se decía que allí iban a morir las grandes glorias políticas. Pero hace años que no es así, la mayoría de los candidatos se encuentran en el apogeo de su vida política.

-Mucha gente identifica la UE, básicamente, con las ayudas de la PAC, que en los últimos tiempos solo reciben críticas. ¿Qué habría que cambiar?

-Muchas personas que se dedican a la agricultura en Andalucía estarán de acuerdo conmigo si digo que sin el apoyo de la PAC algunas explotaciones no serían viables. En Europa tenemos una gran diversidad agrícola, y algunas de las prácticas necesitan cierto apoyo. Y no es un apoyo regalado, sino que se debe a las funciones sociales importantísimas que desarrolla la agricultura, la más evidente la fijación de la gente al territorio. En ciertas zonas de Córdoba ocurre así. La PAC es fundamental, y de hecho ha habido una transformación en los últimos 30 años en que ha cambiado su perfil, dejando de lado lo puramente económico para centrarse en lo social. Es decir, deja de ser una política de lo agrícola para pasar a ser una política de lo rural. Eso tiene una contrapartida, y es que por el hecho de que sea más social se ha intentado volcar más en lo ambiental. Es algo que ahora se está ponderando. Pero la PAC, sin duda, ha sido y es fundamental en la UE, en España, Andalucía y Córdoba.

-¿Dónde estaríamos sin la PAC?

-La UE es un experimento sin parangón en el mundo. En algunas otras regiones se han creado zonas de libre comercio, pero la gran diferencia es que aquí el elemento social está presente desde el primer momento porque, si pongo en marcha un libre mercado sin más, las regiones ricas serán cada vez más ricas, y las pobres serán cada vez más pobres. Con la agricultura pasaría exactamente lo mismo. La PAC se creó para establecer el mismo nivel de protección para todos los agricultores en Europa, estén donde estén, ya sea en Finlandia, Irlanda o Córdoba. ¿Dónde estaríamos sin la PAC? Pues en una situación de libre mercado en la que solo los muy eficientes prevalecerían. En Córdoba hay algunas empresas agrícolas tremendamente competitivas, esas no habrían tenido ningún problema, pero sí todas las demás. Ese elemento social de la PAC se perdería, y eso que a veces se ha criticado a la UE por ser la Europa de los mercaderes. Esa preocupación social no está presente en ningún otro modelo de integración mundial.

-¿Por qué hay tantas críticas entonces?

-Cuando entramos en el 86, estábamos en la cola con Grecia, Portugal e Irlanda. En España no todas las regiones son iguales, y la UE, aunque se le acuse de burocrática, no lo es. La Comisión, por ejemplo, es muy chiquitita, no llega a 40.000 empleados, que debe ser los que tiene el Ayuntamiento de Madrid. La PAC está muy descentralizada. Ofrece una serie de marcos que permiten que cada Estado, de alguna manera, diseñe su política agrícola nacional. Y, en el caso de España, luego se centra en las comunidades autónomas. Por lo tanto, es un sistema muy volcado en tener en cuenta las peculiaridades de los territorios, pues es una construcción basada en la idea de subsidiariedad. A lo mejor las autoridades nacionales, autonómicas y locales no sacan todo el partido que se le puede sacar a las posibilidades de la PAC, y a lo mejor son las comunidades autónomas las que deberían de revisar su funcionamiento.

-¿Faltan técnicos especializados, por ejemplo?

-En las administraciones nacionales y autonómicas, todos los funcionarios se hinchan a aplicar normativa europea. Y quizás, sin embargo, no tenemos todavía toda la capacitación adecuada en materia de Derecho de la UE. En el mundo académico, de hecho, esta asignatura se ha incorporado hace muy poco a los planes formativos.

-¿Cómo se podría mejorar?

-Es una cuestión de iniciativa política. Ninguno de los Estados miembro es capaz de conseguir todos los fondos que están a su disposición. Cuando se aprueba el presupuesto comunitario, se reservan partidas específicas para cada Estado, pero ninguno es capaz de alcanzar el objetivo, que se basa en presentar iniciativas y proyectos concretos. El más eficiente es Finlandia, que consigue absorber un 70% de los fondos que tiene disponibles. La muy eficiente Alemania apenas llega al 50% y España, que está de las últimas, se queda en apenas el 30%, junto con Italia y Grecia. Al final es una cuestión de liderazgo político, de tener administraciones y líderes que entiendan cómo funcionan las políticas europeas, que sean capaces de ver todas las posibilidades y que tengan ideas para el territorio. No es un problema del Derecho de la UE. Si no somos capaces de pedir, la UE no nos puede sustituir. Y si nos sustituyera, criticaríamos que no saben lo que en realidad necesitamos.

"Realmente la UE es un Estado federal"

Antonio María Bueno Armijo, en la Facultad de Derecho de Córdoba. / Juan Ayala

-¿Qué decisiones van a ser fundamentales en el próximo mandato?

-Todos los ámbitos que nos podamos imaginar de la vida de un cordobés están afectados por las políticas de la UE. Economía, migración... En inteligencia artificial, por ejemplo, la UE ha sido pionera en aprobar una normativa intentando regular estos avances y va a continuar en esa línea. Lo que decida, va a ser trascendental. En la última legislatura se ha desarrollado por ejemplo la idea de mercado interior digital y eso se va a ampliar con más normativa. En el ámbito del Estado de Derecho, que está tan de moda, se acaba de aprobar una iniciativa para proteger a los periodistas de posibles ataques de los poderes públicos. Es que es todo. Dígame cualquier ámbito que considere importante para Córdoba...

-El turismo, por ejemplo...

-Pues mire, en turismo, vaya por Dios, la UE apenas tiene competencias... Pero esto está muy relacionado con todo lo que tiene que ver con libre circulación y con la prestación de los servicios. Una de las formas de turismo que está siendo cada vez más valorada en Andalucía es el turismo silver, de personas mayores. Suelen tener un nivel socioeconómico elevado y una formación alta, la mayoría jubilados que cobran pensiones. O los nómadas digitales... El hecho de que se establezcan una serie de relaciones en materia de derecho del trabajo que permita mover a las empresas a sus trabajadores también es una ocupación de la UE.

-¿Sería muy diferente nuestra sociedad si no formáramos parte de la UE?

-Tan diferente como si Andalucía saliera de España. Es inconcebible. No podemos decirlo así de claro porque nos regañan, pero realmente la UE es un Estado federal, hace mucho tiempo que pasó de ser una organización internacional. Somos unos Estados Unidos de Europa. Salirse de la UE sería como para el Estado de Wyoming salirse de Estados Unidos, o para Andalucía salirse de España.

-Nos hemos acostumbrado a ver un nivel de crispación muy elevado en el Congreso de los Diputados. En la UE, a la hora de hacer políticas, ¿se liman asperezas y se barre para casa?

-Los diputados no se alinean por países, lo mismo que en el Congreso de los Diputados no se alinean los andaluces por una parte y los valencianos por otra. Se agrupan por ideología: el PP europeo, los liberales... Aunque, a la hora de la verdad, todos tienen su corazoncito. Es decir, que si se va a aprobar algo que puede afectar negativamente a España, quizás porque no se sienten tan observados, los europarlamentarios tienen una cierta flexibilidad para cambiar su voto y establecer alianzas. Eso ocurre mucho más que en el Congreso de los Diputados.

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