Carlos Colón
Sobre nuestra entrevista a González
Entrevista Antonio Rodríguez Unión y Esperanza de Las Palmeras
Antonio Rodríguez, o Chache (como todo el mundo le conoce), lleva viviendo en Las Palmeras desde que se mudó desde el Campo de la Verdad con 14 años (ahora tiene 64). Conocedor profundo de los problemas del barrio y las causas que lo generan, forma parte de la asociación vecinal Unión y Esperanza, que lleva trabajando desde hace años por mejorar la calidad de vida de un barrio que actualmente se encuentra en situación de emergencia social.
Un diagnóstico publicado esta misma semana por la Universidad Loyola Andalucía y la Fundación Cajasur y realizado por los propios vecinos, habla de cifras alarmante de paro, especialmente entre los jóvenes. También apunta el poco apego al barrio o los problemas educativos que atraviesa desde hace tiempo la zona. Sin embargo, también se habla de soluciones, que es, al fin y al cabo, lo que le hace falta a Las Palmeras. Al menos así lo ve Rodríguez, que pide, sobre todo, comprensión al resto de la ciudad.
-¿Durante estos años ha visto una mejoría o todo lo contrario?
–Se han visto muchísimas cosas. Empezó siendo un barrio normal y corriente, obrero. A medida que han pasado los años hemos visto cómo se ha deteriorado poco a poco. A veces porque los vecinos no sabemos convivir y otras por la dejadez de las instituciones. También ha tenido que ver la empresa administradora de la vivienda que tampoco ha hecho mucho por resolver los problemas. Se ha ido deteriorando poco a poco y todos hemos aportado nuestro granito de arena y ahora cuesta mucho reconocer nuestros errores y que rectifiquemos y nos demos cuenta de que es responsabilidad de todos, no solo de los vecinos. Por lo tanto, ahora todos tenemos que ponernos en marcha para apechugar con nuestra responsabilidad.
-Las administraciones han hablado en numerosas ocasiones de políticas de ayuda al barrio, ¿en qué se han traducido?
–Reconocemos que ha sido uno de los barrios más privilegiado en inversiones. El problema no ha estado en la inversión, sino en el provecho, en qué y en cómo se ha invertido. Las inversiones han estado mal dirigidas y mal enfocadas a la realidad del barrio. Hemos tenido proyectos muy bonitos, pero de corta duración. Teníamos uno, por ejemplo, que para nuestros chavales era importantísimo, de parques y jardines. Durante seis meses se hicieron profesionales un montón de chavales, pero el proyecto se acaba, ellos no se emplean, pasan los años y hoy por hoy está perdido. Este y otros muchos. No nos quejamos de que no haya inversiones, sino de que han estado mal gestionadas. No creemos que los proyectos estén malintencionados, pero sí se han hecho sin tener conocimiento de causa de la realidad. Tampoco se hace seguimiento de los resultados y eso es un sinsentido.
-Se ha hablado de la educación como el eje transversal sobre el que tienen que pivotar todas las acciones, incluso se ha propuesto una educación diferenciada, ¿en qué consistiría?
–No tenemos que olvidar que se trata de un barrio multicultural y que tenemos un mismo tronco del que derivan varias ramas: tenemos la etnia gitana y de ahí derivan otras ramas, tenemos los que llamamos mecheros, cíngaros, quinquilleros, mestizos... La etnia gitana tiene una cultura propia y no está inscrita en ninguna clase de los colegios. Los niños van al colegio y conocen todas las culturas de todas las etapas, sin embargo, de una cultura que lleva aquí desde 1415 no se tiene ni la más remota idea. Muchos de estos niños lo que quieren ver es su propia cultura reflejada en la enseñanza. También hemos tenido una experiencia piloto en otras provincias en las que se han aplicado formas de educación que han dado resultados.
–¿Cómo se soluciona el absentismo y el abandono escolar que existe?
–Si la familia no tiene la tranquilidad de tener unos ingresos que le permita vivir dignamente, para darle de comer a sus hijos, por mucho que hagamos programas educativos diferentes, el éxito no llega nunca. Muchas de estas familias se pasan más horas pensando de dónde van a sacar mañana para darle de comer a sus hijos que qué problema tienen sus hijos en el colegio. La prioridad, hoy por hoy, es traer el pan a sus hijos. Esto supone una desestructuración familiar, el niño ve que la familia no puede responder a todas sus necesidades y él aprende de lo que ve y “si hoy tengo ganas voy al colegio y si no tengo ganas no voy”.
–El diagnóstico habla del poco apego que existe de los vecinos con el barrio, ¿cómo se soluciona todo esto?
–Lo único que podría regularizar la convivencia en el barrio sería la formación y el empleo. Cuando una familia tiene recursos para poder sacar a sus hijos adelante, normalmente, nadie se busca problemas y nadie quiere marcharse de donde vive. Pero cuando me he tirado dos o tres días sin poder buscarle el pan a mis hijos, sin que tengan lo que necesitan, salgo a la calle en un estado de ánimo y una tensión tan enorme que basta que me tosas al lado para que busque un desahogo. Las autoridades responsables no las tengo a mano y pagamos el pato con el primero. Esto provoca riñas, quejas, mala convivencia... es lógico aunque no sea normal. El estado de ánimo no es el más adecuado para que haya una paz y una convivencia tranquila.
–¿Cuál es aquí el papel de instituciones como la cofradía o de la radio? ¿Unen al barrio?
–De cada evento que se ha realizado dudo que haya nadie que saque algo negativo. Este tipo de eventos siempre han salido perfectos porque aquellas familias que más problemas tienen para sobrevivir han sido los primeros que se han implicado en los mismos. Teniendo nuestras necesidades básicas cubiertas somos tan normales como el resto de ciudadanos. Eso pedimos, sin más privilegios y sin más estigma.
–¿Cuál cree que es la visión de los cordobeses sobre Las Palmeras? ¿Se superará el estigma?
–Siempre he puesto tres puntos en este aspecto y que les pediría a todos los cordobeses: que sepan quiénes somos, que sepan cómo somos y que sepan por qué somos así. Una vez que estos tres puntos los tengan claros que cada uno juzgue según lo considere conveniente. Yo entiendo cuando llegas a un trabajo y dices que eres de Las Palmeras y te miran mal, razones no tienen, pero si no nos conocen puede que sea normal que haya recelo. Me duele, pero lo entiendo. Pero pido, por favor, que hagan todo lo que puedan por conocernos.
–En el diagnóstico presentado hace unos días, se resalta como un hecho negativo en la línea de tiempo la construcción de las viviendas de protección oficial, ¿por qué?
–No significa que estén en contra los vecinos. Pero hace poco ha habido una actuación de reparación de infraestructuras de viviendas y han dejado aquello hecho un desastre. El seguimiento técnico se ha basado sólo en la opinión de AVRA, pero tendría que haber habido también un técnico del Ayuntamiento y yo no lo he visto. Una de las cosas que más nos ha llamado la atención es que en 13 bloques había dos azoteas a las que se les había dado mal uso, pero el resto se mantenían en condiciones. En 2014 salió ardiendo una vivienda y unos vecinos la usaron para escapar del fuego, y ahora, por ejemplo las han sellado todas.
–Se habla también de barreras arquitectónicas, ¿cuáles son los problemas?
–Queremos tener la posibilidad de que la antigua salida natural del barrio, que hoy se llama Sierra Morena, salga directamente a la carretera de Palma del Río. Y hoy en día hay un talón, pero es viable que se haga lo que pedimos. Para salir por ahí estamos obligados a ir a la otra punta del barrio.
–¿Cuál es la situación de las mujeres del barrio?
–Este sí que es un asunto bastante grave. Tienen el problema de ser madres, esposas, abuelas... y encima, por si fuera poco, son trabajadoras mal pagadas y teniendo que ocultar, algunas de ellas, su identidad. Ya sería suficiente castigo con todo esto. No soportan solo la carga familiar, sino que además tienen que aguantar el estado de ánimo de las parejas porque la situación les desborda y tienen mal humor. Yo, por mi parte, siempre diré que tengo una señora que es una perla de mujer, Dios no me dará nunca años suficientes de vida para agradecerle la compañera que me ha dado, unos hijos maravilloso. Ellas arrastran un calvario innecesario.
–Hay que hablar del paro, se dice que la tasa es insostenible, pero ahí sigue, ¿cómo sobreviven los vecinos de Las Palmeras?
–Es complicado. Unos buscan chatarra (que ya hay más chatarreros que chatarra), otros recurren a los abuelos, se hacen grupos de ayuda, los vecinos reúnen y se ayudan. Existe una solidaridad total y absoluta entre vecinos, no solo entre familias. Sabemos la situación que vivimos, en qué núcleo nos encontramos y quién tenemos por detrás que nos pueda echar una mano.
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