Carlos Arias: "La Ciudad de la Justicia cierra a las tres; nadie se imagina al hospital haciéndolo"
Entrevista | Decano del Colegio de Abogados de Córdoba
Recién cumplidos sus primeros cien días en el cargo, el penalista batalla por conseguir el reconocimiento para el turno de oficio, mejorar la conciliación y aliviar el colapso en los juzgados
Camino de 40 años de profesión, a la que llegó “sin padrino”, Carlos Arias López (Córdoba, 1958) –se llama José Carlos, pero así solo lo conocen su madre y una tía, tras el fallecimiento de su padre, que también lo hacía– es desde el pasado 20 de mayo el Decano del Colegio de Abogados de Córdoba, tras imponerse en un proceso electoral “nunca visto” a María Victoria García de la Cruz y Francisco García-Calabrés. Cumplidos ya los primeros cien días de mandato, marcados principalmente por los actos protocolarios de presentaciones propios del cargo, este letrado penalista y “apasionado del derecho penitenciario” inicia el curso tras el verano con la lucha por el reconocimiento, sobre todo en términos económicos, del turno de oficio y la conciliación como grandes caballos de batalla, además de la reordenación de una institución que conoce bien, tras una década en el órgano rector de su antecesor, José Luis Garrido.
-Hace una semana cumplió cien días como Decano. ¿Qué balance puede hacer?
-Bueno, de momento ha sido una fase de presentación y puesta a disposición de las instituciones, y a decir que cuento con ellos, y de mostrar un talante de tolerancia y diálogo, para dejar atrás los problemas o malos rollos. Sobre todo porque recién sacadas las elecciones sale la sentencia de las 24 horas del juzgado de guardia –se elimina que haya solo dos horas de traslado de detenidos– en las que se nos da la razón, pero eso ya me obliga a dejar claro que no quiero una guerra con jueces ni fiscales, que siempre me he llevado muy bien con ellos, y eso es algo que quiero seguir haciendo. Ahora debo poner mi impronta en mi decanato y en la forma de llevar las cosas, sin egos, sino con solución de problemas, en una época en la que casi todo pasa por la conciliación y los arreglos, por el ahorro de tiempo, y dinero, que eso conlleva.
-De ahí viene lo de “es mejor un mal acuerdo que un buen pleito”.
-Por supuesto. Ahora que es tan moderno eso de la conciliación y la mediación… ¡eso está estudiado ya, viene de lejos! Vamos a solucionar lo más pronto posible el asunto porque el tiempo es muy importante, y más como estamos ahora de necesidades. Y eso va encaminado a eliminar el colapso también, porque ahora está todo judicializado y los juzgados no los han dotado de medios suficientes. Un juez no es un tío que hace jeringos.
-¿Por qué se ha llegado a que cualquier problema, por nimio que sea, acaba en un juzgado?
-Porque ahora estamos en una sociedad donde la gente es más consciente de sus derechos. Antes era impensable poner una hoja de reclamaciones y ahora la gente sabe de sus derechos y lo reclama, ya que se han cometido muchos abusos por parte de mucha gente. Y también porque la sociedad está judicializada también, porque antes no había separaciones o divorcios como ahora, ni cláusulas abusivas, ni suspensiones de pagos… La sociedad española se ha convertido en una sociedad muy puntera, igualándose al resto de Europa, pero ahora necesita unas instituciones judiciales que no estaban al nivel de otros países, de ahí este colapso en el que no damos abasto. La justicia se ha quedado atrás, voluntaria o involuntariamente, porque hay dinero para todo menos para lo que tiene que haber… No se puede estar con cuatro jueces, que están desesperados, y eso es un tema de pasta; hay que sacar más plazas de oposiciones, pero luego hay que dotarlas y hacer una cierta fiscalización que haría que todo funcionara mejor.
-Y entre las cosas a mejorar, la situación del turno de oficio.
-Eso viene de toda la vida, y no se soluciona. Es cierto que estamos mejor que hace mucho tiempo, también hay muchos más abogados que antes y ya no es lo mismo. Pero lo cierto es que está muy mal pagado, muy bajo. Y una de las peleas que tenemos es que si esto es un servicio público, que lo gestionan las administraciones públicas, es igual en Andalucía que en el País Vasco o Cataluña; ¿por qué me pagan aquí la mitad o la tercera parte que en el País Vasco haciendo el mismo trabajo? Hay que equiparar eso. Estamos en esa pelea para que se pague mejor, se asista mejor, se trate mejor…
-¿Cuesta mucho defender a alguien que parece evidente que es culpable de lo que se le acusa?
-Cuesta trabajo, pero hay que delimitar dos cosas. Estamos en un estado social de derecho en el que prima la ley y todo el mundo tiene derecho a la mejor defensa, y eso no tiene nada que ver con la moralidad o los sentimientos que puedas tener. Voy a defenderlo con lo que me dice la ley, con toda normativa, y para mí se queda que sea culpable o no, porque no decido, eso lo hace un juez, que puede tener claro que lo ha hecho, pero como no tenga una prueba… Las opiniones o suposiciones no valen, son pruebas. Hay que separar la profesionalidad del sentimiento, pues yo siempre digo que defendería a cualquiera, salvo algo particular, que me toque a mí, a mi familia. Dentro de eso, yo no soy nadie para juzgar; no me meto en eso, porque nadie sabe cómo puedes terminar tu vida, nadie puede decir “no voy a matar nadie o no voy a robar”, porque depende. Y como todo el mundo puede ser capaz de hacer algo… no se puede prejuzgar. Soy un profesional y voy a hacer mi trabajo lo mejor posible, cumpliendo con la ley y de la manera que favorezca mejor a mi cliente.
-¿Hay Justicia de primera y de segunda?
-Claro que sí, aunque intentamos con el turno de oficio que nadie se sienta desasistido. Te pongo un ejemplo. Los etarras siempre tenían unos abogados espectaculares, y esto es pasta al fin y al cabo; pues se les ocurrió que cuando habían estado en preventivo y tenían que ir los días 1 y 15 de cada mes a los juzgados, durante 10 o 15 años, eso computaba como pena, y restaba. No puede ser lo mismo, porque todo al final es dinero. Todos iguales, no; muy iguales, pero no del todo. Esa igualdad se viene buscando desde la Edad Media, y hemos avanzado mucho, pero…
-Entre esos segundones hay sitio para presos, refugiados o emigrantes, parte de esa sociedad mal vista, casi repudiada.
-Volvemos siempre al rico y al pobre. Si es un moro rico es un árabe, si es un morito en la patera, no lo quiero; voy más que a la raza, al pobre y al rico. Y el preso es mayormente un desgraciado. La fealdad de una sociedad no se quiere, y eso es lo que subyace, y la gente tiene un cierto rechazo. Pero si se explica bien, por ejemplo el problema de los refugiados, ¿quién no se conmueve? Pero es el horror y el rechazo que se hace al feo, al pobre, al que es distinto pero peor que tú… Al final, la declaración de los derechos humanos que debería estar generalizada, después no lo es tanto porque te encuentras con estas cosas. Habría que hacer campañas de concienciación y explicar a la sociedad que esta gente no es mala: siempre digo que la gente que con mayor educación me ha tratado han sido presos. Y hay que ser consciente de dónde está uno y tratar a la gente bien.
-¿Se ve esa distancia de primera y segunda en la situación de la justicia en la capital y los pueblos?
-No. El único problema que tienen es cuando tienen que venir aquí al juicio, porque ellos instruyen y se celebra aquí. Es cierto que tienen ciertas carencias, en cuanto a medios, sobre todo en los humanos; por ejemplo Pozoblanco ha estado muchos meses con un único juez. Hacen falta tal vez más funcionarios y algún juzgado más, pero como en la ciudad. Pero no van por ahí los tiros, pues la idea que hay desde hace muchos años es quitar los partidos judiciales y reorganizar quizás en tres: Córdoba, Norte y Sur, y todos los funcionarios estarían para esos juzgados.
-Sería un modelo similar a esa oficina judicial que se viene barruntando desde hace años.
-Es lo que llevan haciendo desde hace 12 años, pero no son capaces de poner el plan en marcha. De hecho, la Ciudad de la Justicia se planificó y se ordenó en base a una posible oficina judicial. Y esto podría solucionar parte del colapso siempre que no fuera el mismo perro con distinto collar: muy bonito, pero ponme pasta, porque al final es dinero para que haya los medios necesarios. Porque no hay los medios suficientes para dar un servicio acorde a las necesidades de la sociedad actual.
-¿Cuáles son esas necesidades?
-Necesitamos más juzgados, aunque no todo es eso, sino actualizar el sistema para evitar que haya embudos. Ahora mismo hay un embudo grande, porque han dotado de funcionarios, oficiales, auxiliares… pero no hay jueces; no pueden tener 5.000 asuntos. Están asustados y muchos se están jubilando, porque están asumiendo unas responsabilidades que no pueden. Hay que subir la ratio de jueces, no alargar tanto los procedimientos… y luego se quieren fomentar mucho las mediaciones para evitar ir a juicio, con toda su parafernalia. Pero hacerlas de manera institucionalizada, como paso previo antes de la vista. Es cierto que no hay mucha mentalidad de eso, pero es nuestra labor hacérselo atractivo a la gente. ¿Cómo? Pues muy sencillo: ¿qué quieres ganar cinco dentro de cinco años o cuatro pasado mañana? Normalmente dirán que cuatro ahora mismo. Son arreglos que se pueden hacer, pero teniendo en cuenta que en una negociación todos deben ceder.
-¿Se podría así aliviar el colapso judicial actual?
-Con más medios y potenciando las conciliaciones y mediaciones se podrían solucionar muchas cosas. Hay algo que no está bien visto, pero lo voy a decir. La Ciudad de la Justicia costó un pastón. El Hospital General también es una infraestructura de ese estilo, muy grande y tal. ¿Te imaginas al hospital diciendo a las tres de la tarde que echa la llave y cierra hasta las nueve de la mañana del día siguiente? La Ciudad de la Justicia se cierra. Pues crea juzgados, de refuerzo, por la tarde. ¿Qué más me da ir a un juicio por la tarde si lo hago en dos años en lugar de en cinco y, entre otras cosas cobro en dos años y no en cinco? No hay que hacerlo todos los días ni a todas horas, pero es una posibilidad de sacarle rendimiento a lo que tenemos. Es cuestión de acostumbrarse, pero claro, hay que tener medios también para eso. Y que conste que esto no choca con la conciliación, que es clave, si no que trasciende otros valores, es un tema de organización principalmente.
-Me dice que eso no choca con la conciliación, un aspecto que preocupa mucho al gremio.
-No, porque como son menos juicios y más razonablemente puestos, el que tengo a las diez de la mañana no lo voy a hacer a la una de la tarde, que eso sí es un problema de conciliación. Y no te digo mujer-hombre, porque en la sociedad actual los hombres y las mujeres somos iguales en el cuidado de los hijos o en la recogida de los hijos en el colegio. Si yo tengo un juicio fijado a las diez, se alarga y tengo que recoger a mi hijo de la guardería a la una y media, le digo al juez que tengo ese problema y él me dice que no es su problema… ¿cómo que no? Que me llamen a mí, al Decano de Córdoba, y verás como le voy a decir que sí es su problema. No paso por ahí. Suspendemos y lo hacemos mañana, y no el año que viene, que es el miedo que tenemos, y por eso a veces no se suspenden. Es un camino, porque lo que digo es razonable; hay que ver entre todos ideas para solucionar las cosas con esa perspectiva.
-Por cierto, una duda: ¿le ha costado unir a su junta a los cinco miembros de otra candidatura?
-En mi toma de posesión dije que no importaba de dónde venías, sino dónde estamos y adónde vamos. Esto es un órgano colegiado, y yo tengo un programa, pero si lo comparas en la esencia con los de los otros candidatos, estamos todos en lo mismo. Y ha sido muy fácil, por la relación personal, y porque son gente encantadora y muy buenos profesionales. Me he volcado en demostrarles que no hay diferencias ya de dónde veníamos antes. Vamos a continuar con la maquinaria que había en marcha hasta llegar a donde todos queremos. Por ejemplo hay un proyecto de la biblioteca para hacerla más acorde a las circunstancias tecnológicas; no quiero tanto libro, sino fomentar la biblioteca digital.
-Otro proyecto en marcha es de asesoramiento a jóvenes, por un convenio con el Ayuntamiento.
-Eso es mérito de la Agrupación de Jóvenes Abogados (AJA) y es una subvención para asesoramiento a menores de 35 años para todo tipo de problemas. Es asesoramiento, no asistencia ni defensa, algo similar a lo que hacemos con los presos a través del Soapj.
-Y otro en Montilla con la Fundación Emet-Arco Iris que sirve para dar cobertura a las mujeres y menores en situación de vulnerabilidad, sobre todo migrantes, a través del proyecto Ödos.
-Eso sí ha sido pionero en España con la Fundación Abogacía y es espectacular. Hemos tenido un problema, que estamos intentando solucionar y en el que hemos implicado a la Fiscalía y al juez de Montilla, que es el de los niños que nacen in itinere, en la patera, porque no son del país de origen, tampoco del nuestro… Y como no son nada, el Ayuntamiento de Montilla los ha empadronado, cosa que no hacen en otro sitio, y eso significa darles derechos, a ellos y a las madres, para que tengan médico o puedan escolarizarse. Hay que tener en cuenta que la mayoría de las mujeres que hay allí provienen de las torturas, de las violaciones y de las barbaridades que hacen allí. Y ahora por lo menos ya es una manera de conseguir su inscripción en el Registro Civil, que es algo que estamos peleando ahora, para que tengan la nacionalidad. Y creo que lo vamos a conseguir.
-Para ir acabando, permítame algunas curiosidades. ¿Cómo está Córdoba a nivel de seguridad?
-Yo no la veo mal. Hay que tener en cuenta que con el tema de la pandemia hay una cierta agresividad y violencia en la gente, que la estamos viendo y es un poco excesiva, pero Córdoba está en los límites normales, lo que hacen que esté bastante bien. Cuando viajas a algunos sitios te das cuenta de que la delincuencia en Córdoba está en unos límites bastante aceptables para que pueda vivir la gente con tranquilidad, aunque hay que tener siempre también unos baremos de autoprotección.
-¿Y el papel de la mujer en la abogacía?
-En mi junta hay más mujeres que hombres. Es verdad que no voy a ser un imbécil y decir que no hay discriminación. En la Audiencia es donde hay menos mujeres, pero están accediendo porque ha habido mucho déficit. El problema de la mujer sigue siendo cómo está la sociedad, la consideración de las mujeres, pero proviene de una cosa de la naturaleza y es que tienen un mayor vínculo al ser madre, por mucho que esté el papel del padre, y que les produce cierta limitación. Pero de acceso a puestos, no creo que haya discriminación, como podía haber antes. Siempre puede haber un retrógrado, pero cada vez menos, entre otras cosas porque te lo comes.
-¿Qué hay que tener para ser buen abogado?
-Lo primero es estudiar mucho, tener empatía con la gente y cierta habilidad social, porque debe transmitir seguridad, y como yo siempre digo: suerte, suerte en la vida, porque un despacho lo haces en 20 años y te lo cargas en tres días. Y aquí no entra la vocación, porque en mi opinión solo hay dos vocaciones, que son las de cura y la de torero; ellos pueden tener una llamada, pero yo no, aunque lógicamente te puede gusta más o menos. Y también tener sentido de la justicia, que creo que casi todos los abogados lo tenemos. Pero principalmente tenemos que tener mucho estudio, no terminar nunca de estudiar, tener paciencia y tranquilidad para dedicar el tiempo que haga falta a las cosas. Y luego con el paso de los años, experiencia y trabajar bien.
-¿Y tener buen padrino?
-Yo no lo tuve, y la busqué, peleando mucho, con tranquilidad, y gracias a mi mujer, que me ayudó mucho. Hombre, está claro que si lo tienes, es mucho más fácil. Pero esta es una profesión de largo plazo, pues hasta que no llevas 15 o 20 años no sabes por dónde van los tiros, y hay que hacerse un poco nombre.
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