“La Administración debe actuar ya contra la pérdida de patrimonio vitivinícola"
Entrevista a Enrique Garrido, secretario de la DO Montilla-Moriles
El Sur de Córdoba está inmerso estos días en la vendimia, una actividad antaño clave en la economía de numerosos municipios pero que desde hace años pierde la batalla contra el olivar
Numerosos municipios del Sur de Córdoba se encuentran inmersos estos días en la vendimia, una actividad clave para comprender la idiosincracia económica, gastronómica y etnográfica de la provincia que, sin embargo, pierde fuerza a favor del olivar. Enrique Garrido es el secretario del Consejo Regulador de la Denominación de Origen (DO) Montilla-Moriles, la entidad que ampara la calidad de los vinos de la zona
-¿Qué perspectivas hay en la presente campaña?
-Está marcada por la reducción de cosecha. Venimos de varios años en los que la pluviometría no ha sido excesiva y al no tener la planta un reservorio ha disminuido la producción. Al inicio de la vendimia esperábamos en una caída quizás menor de la que se va a producir, pues si todo va como ahora llegaremos a una disminución de entre el 30 y el 40% respecto a los datos de la pasada campaña, cuando se alcanzaron los 45 millones de kilos de uva. El 95% es pedro ximénez y el resto, variedades mejorantes que utilizamos para la elaboración de los jóvenes. Es cierto que se trata de una reducción muy importante, pero la calidad es muy buena.
-¿Es ya la sequía un problema de primer orden para el cultivo de la vid?
-Es un problema incipiente. Para otras actividades agrarias como la ganadería sí se nota mucho antes la ausencia de pasto; en nuestro caso hemos acumulado varios años de sequía, lo que ha provocad este descenso de la producción. En todo caso, si el otoño viene lluvioso y la primavera como tiene que ser, nos recuperamos en poco tiempo. En 2018, a esta altura del año hidrológico, habíamos tenido algo más de 700 litros de agua, y este año van apenas 500, por lo que la disminución es de casi el 30%. Esto, inevitablemente, tiene consecuencias sobre la productividad.
-El marco lleva años inmerso en un proceso de modernización y reconversión. ¿Qué resultados se están obteniendo?
-Los resultados de la reestructuración están eclipsados por una cuestión mucho más importante que es la reducción de superficie, que empieza a ser un problema serio. Las administraciones deberían actuar ya contra la pérdida de este patrimonio vitivinícola en la zona de Montilla-Moriles en favor de una actividad histórica. No podemos perder más superficie. Hace 40 años, en la comarca había 30.000 hectáreas de viñedo. En el año 2000 había 12.000 y a la fecha actual, son 4.700.
-¿Ha ganado el olivar la batalla a la viña?
-El olivar ha ganado claramente la batalla. Aparte de las ayudas de la Unión Europea, que siempre han beneficiado más al olivar que al cultivo de la vid, se trata de un cultivo que necesita menos dedicación y actualmente está en la cresta de la ola. Así que, desde el punto de vista empresarial, a un agricultor le interesa más el olivar. Es verdad que quienes tienen ambos cultivos dicen que una viña bien llevada deja más dinero que el aceite.
-En todo caso, la seña de identidad de la zona es la vid. Ha dicho que echa en falta más implicación de las administraciones.
-Deberían asumir más responsabilidad en este sentido. Es cierto que las decisiones hoy en día no las tomas ni el Ayuntamiento de Montilla ni la Delegación de Cultura de Córdoba, sino a niveles europeos. Y eso desgraciadamente nos afecta de manera directa.
-Da la sensación de que a veces tienen que venir de fuera, como Parker o a Peñín, para convencer al marco de lo que tiene.
-No terminamos de tener una identidad compartida con nuestros vinos. Hablar de rioja para un riojano o de jerez para un jerezano o de Vinos de Madrid para un madrileño, y estamos en el paradigma de la ciudad cosmopolita, es diferente a lo que ocurre aquí, donde no existe esa identificación del parroquiano con su producto.
-¿Cómo se ha llegado hasta aquí? ¿Qué ha pasado para que se dé esta situación?
-Bueno... Tampoco llevan en el ADN los aceites magníficos que producen en Baena, ni los de Priego, ni los de Lucena ni en Montoro. Al final parece que volvemos a la idiosincracia del cordobés, que es así. Y es verdad que debemos reconocer la categoría y exclusividad que tienen nuestros vinos.
-En este contexto, ¿cuál es el nivel de comercialización que existe ahora en Montilla-Moriles?
-Estamos en una situación de valle. Hemos sufrido una pérdida importante en las décadas precedentes y ahora nos mantenemos en un nivel de comercialización cercano a nuestra capacidad de producción. Sí que es verdad que este año, con la reducción de cosecha que tenemos, nos podemos encontrar con un problema de abastecimiento. Con los poco más de 30 millones de kilos que vamos a obtener, difícilmente vamos a abastecer la comercialización que mantenemos, que es de unos 18 millones de litros. Se trata, además, de una comercialización eminentemente local.
-¿No han logrado encajar las bodegas su producto en el mercado exterior?
-Las bodegas están en la misma zona de confort que hace años. A todo el mundo le gustaría vender más y fuera, pero nos mantenemos en una exportación por debajo del 10%. Debe de ser de las DO españolas que menos venden al extranjero. Estos números son para que tomásemos alguna decisión en el seno del Consejo Regulador.
-¿Y respecto a la promoción?
-Nuestra capacidad de promoción es la que tenemos. El presupuesto del Consejo Regulador se abastece al 100% de las aportaciones de los socios: 25% del sector productor, 25% del elaborador y 50% del comercializador. Por cada euro que nosotros aportamos a promoción, la Junta de Andalucía aporta dos. Es cierto que teniendo en cuenta este nivel de corresponsabilidad de la Administración pública en la promoción, deberíamos de hacer mucho más.
-¿De quién es la responsabilidad?
-Pues de nuestras propias bodegas, de los agricultores, del pleno y de todos en general. Sí es verdad que se están llevando a cabo nuevas iniciativas para la promoción, que están siendo un exitazo en Madrid, Valencia o Barcelona. Están dando su fruto, y en cierto tiempo podremos ver que la comercialización se amplía. Pero hoy por hoy estamos en una situación complicada.
-¿Falta mentalidad empresarial?
-El gran hándicap que tiene Montilla-Moriles es que históricamente ha tenido toda su producción vendida, así que nunca ha necesitado un plan de comercialización. Quizás nuestras bodegas adolezcan de capacidad de comercialización, no sé a qué es debido.
-Al ritmo de destrucción de la vid que arrojan las estadísticas, ¿tiene la DO Montilla-Moriles fecha de caducidad?
-Espero que no. Mucha de la superficie que se mantiene está en manos de bodegas, así que no es previsible que se reduzca. En todo caso, por debajo de las 4.700 hectáreas es complicado que se mantenga una DO. A 10.000 kilos de media, son 50 millones de kilos, con 300.000 hectolitros de vino. Estamos al límite. En todo caso, Jerez tiene 6.000 hectáreas, Málaga 2.000, Huelva 3.000. En el conjunto de Andalucía, somos la segunda en posicionamiento. No está mal. Si nos comparamos con otras zonas, sí es más problemático. En Madrid hay 30.000 hectáreas, en La Rioja, 70.000, en Castilla-La Mancha, 600.000. Contra eso es difícil competir. Y luego tenemos la dificultad de que son vinos difíciles de entender, por lo que en la comercialización general cuesta posicionarlos. Ahora, llega un enólogo o un crítico o un prescriptor y ponen a nuestros vinos en la cúspide, junto a Jerez o Málaga.
-¿Ha vivido alguna vez la situación de pedir un vino de Montilla en un restaurante de Córdoba y que no haya?
-Muchas veces. Fino tiene casi todo el mundo, pero cuando pides un amontillado o un oloroso, la cosa cambia. Es complicado. Diría que llegas a determinados restaurantes y a lo mejor tienen un Montilla-Moriles, pero la mayoría no, y hablamos de Córdoba.
-¿Un fino puede acompañar un almuerzo?
-Desde el principio hasta el final. El fino es exactamente igual en este sentido que el cava o que el champán.
-¿Qué pasa con todo el público que visita cada año la Cata de Córdoba?
-Es gente que toma este vino una vez al año y no vuelve a pensar en Montilla-Moriles.
-¿Tan mala es la experiencia?
-Todo lo contrario. Tenemos un estudio que dice que la percepción por parte del consumidor es muy buena, pero el problema está en que no son vinos que tengas en el ADN. Porque se termina la cata y no vas a un bar a pedirlos. Algo estaremos haciendo mal. No sé si deberíamos cambiar el concepto, aunque nuestras bodegas están muy contentas. La pregunta es: ¿se trata de un modelo adecuado de promoción de nuestros vinos? ¿Lo que invertimos en la Cata revierte luego de manera efectiva?
-A veces da la sensación de que la Cata es un lugar de diversión más que de promoción o de degustación...
-Nuestras bodegas traen a las catas sus mejores vinos y, comparando con hace 10 ó 15 años, se trata de una Cata mucho más selectiva. La gente viene a probar vinos, como demuestra el hecho de que más del 70% de las consumiciones se canjean en puestos diferentes. Esto quiere decir que yo no llego y canjeo cinco invitaciones por una botella. La gente viene a catar, y cata vinos distintos. Antiguamente el rey era el pale cream o los finos muy cortitos. Y ahora los amontillados, olorosos, palos cortados y pedro ximénez se consumen cada vez más en la Cata. Eso quiere decir que de manera paralela al crecimiento del volumen de gente que va a la Cata a divertirse, hay otro volumen también creciente que viene a conocer y a aprender. Hace una década hacíamos catas dirigidas donde no entraba nadie a una carpa con 25 sillas, y ahora hacemos tres catas cada día y se llenan siempre las 50 plazas. Es decir, que existe un interés mucho mayor por nuestros vinos que antes. Aunque el gran debe es que no hemos conseguido que esta gente vuelva a la barra de un bar a pedir una copa de nuestro vino.
-En todo caso, hay bodegas que se mueven mucho y que no paran de crear nuevos productos...
-Sí, hay bodegas muy proactivas como Robles, con el filón ecológico, el espumoso, la mermelada, las reducciones... Todo eso amplía el campo de acción. Después, nuestros vinos sin crianza jóvenes están adquiriendo un nivel importante. Solo el espumoso o las mezclas no se amparan en la DO, lo que se sale de la convencional. La misión de una DO no es admitir todo lo que se haga, sino prestigiar lo tradicional, sin perder el norte y diversificando al máximo.
-Toda la comarca celebrará en las próximas semanas una cantidad de actos innumerables en torno a la vendimia. ¿Se va en el buen camino?
-Salvo la Fiesta de la Vendimia de Montilla-Moriles, que suma más de 60 ediciones, las demás son nuevas. Moriles no hacía absolutamente nada hace unos años y ahora sí, y de manera muy loable; Montemayor ha cogido la bandera del pedro ximénez y está teniendo un exitazo tremendo; Baena tiene una Cofradía de la Viña y el Vino y hace ahora su capítulo... La cuestión es que tres o cuatro cosas locales tienen mucha menos importancia que si todo eso se vendiera como un producto turístico bajo el paraguas de la Ruta del Vino, por ejemplo, o como una fiesta de la vendimia común para todo el marco.
-Se está viviendo un boom del enoturismo, ¿está perdiendo Montilla-Moriles ese tren por la dispersión de la oferta?
-Es un problema bastante similar al que tiene Córdoba con el turismo, que la gente la sigue considerando una ciudad de paso y de ahí el nivel tan bajo de pernoctaciones. En Montilla-Moriles es igual. La gente de Málaga o de Sevilla pasa por Montilla, pero no se para porque no la consideran de atención. También es verdad que nuestras bodegas, hasta hace cuatro días, no han pensado en el enoturismo como una actividad de diversificación para su negocio. Y hoy en día sería impensable que González Byas en Jerez o Marqués de Riscal en La Rioja no pensaran en el turismo como su principal actividad más allá de la comercialización de sus vinos. Eso falta por llegar a Montilla, aunque ya hay bodegas como Alvear o Pérez Barquero que empiezan a tener unos datos importantes de visitas.
-¿Está funcionando la Ruta del Vino?
-No. Con mucho esfuerzo, está sobrellevando una situación que debe ser mirada por los propios municipios que forman parte de ella. Se creó con nueve localidades de las 17 que forman parte de la DO, pero no estamos sabiendo articular una oferta turística en el territorio. Por lo que sea, por disputas políticas, porque cada uno no asume las reponsabilidades que tiene, por lo que sea... Pero es un paso que hay que dar. Hemos tenido elecciones municipales hace varios meses, y confío en que en los próximos años la Ruta del Vino adquiera la entidad que merece.
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