"En Córdoba no hay contrastes, sino una desigualdad enquistada”

Entrevista a Salvador Ruiz | Director de Cáritas en Córdoba

Ruiz empezó como voluntario y ahora es el máximo responsable de la entidad eclesiástica, que sigue prestando ayuda cada año a un mayor número de personas con necesidades vulnerables

El director de Cáritas en Córdoba, Salvador Ruiz, en la entrevista concedida a 'el Día'. / Juan Ayala

El pasado mes de junio cumplió tres años al frente de la dirección de Cáritas. Salvador Ruiz (Córdoba, 1982) es doctor en Derecho y profesor universitario y siempre ha estado ligado a Cáritas porque, según explica, es “un hombre de Iglesia”. Ha pasado de ser voluntario y formar parte de la puesta en marcha de la conocida UVI Social a dirigir la entidad que a lo largo del año pasado triplicó sus ayudas en Córdoba. Después de tantos años en el seno de Cáritas, confiesa que el día que algún caso de las personas que atienden no le toque el corazón, se irá.

–En 2009 fue elegido secretario general de Cáritas, justo en los peores años de la crisis económica. Ahora, ocupa el máximo cargo de la entidad y un año después de comenzar una cierta recuperación ha llegado la pandemia. ¿Cómo se ha trabajado en todo este tiempo?

–De hecho, señalar una diferencia clara entre la crisis social de 2008 a la actual crisis derivada por el coronavirus, en efectos prácticos, es difícil, no se nota. La situación en la que llegan las personas a nosotros es prácticamente la misma. Son personas que ya venían de una situación de crisis social y que ahora se han encontrado otra que ha alargado aún más su situación. Es verdad que cuando empezamos a ver un descenso en el número de familias que atendemos estalló la nueva crisis social por el coronavirus. Nosotros habíamos visto ya en el año 2019 un descenso importante en las familias que atendíamos, pero en 2020 todo volvió a subir y a triplicarse las personas atendidas en las parroquias.

–¿Qué impacto ha tenido el confinamiento y cómo pudo trabajar Cáritas entonces?

–Al principio, el confinamiento fue una situación de verdadera incertidumbre para las familias y para Cáritas. Nuestros voluntarios, que principalmente eran personas de riesgo, no podían seguir con el voluntariado de forma ordinaria. Teníamos personas muy mayores que echaban una mano en la parroquia durante toda la vida y, de buenas a primeras tuvieron que confinarse. Por eso, el confinamiento nos obligó a la renovación de las personas y que fueran jóvenes y empezaran a echar una mano en Cáritas, sobre todo, en las parroquias. Luego, además, fue un momento en el que nosotros experimentamos un apoyo muy grande por parte de los colectivos más jóvenes, en el seno de las hermandades y cofradías, las asociaciones juveniles… todo eso fue una riqueza. Vimos cómo se ofrecían ayudar a los demás y cubriendo muchas veces al voluntariado mayor que no podía seguir.

–¿Y cómo fue para las personas que atendía Cáritas hasta entonces?

–El confinamiento fue un momento en el que se cerraron muchas puertas. Desde Cáritas, desde el minuto uno, quisimos mantener siempre nuestras puertas abiertas, pero nos contaban cómo otras puertas, sobre todo las de los servicios públicos, se habían cerrado, que solo se atendía por teléfono y esa atención telefónica no era operativa. Esa atención, al principio, supuso para muchas familias un momento de bastante desesperación porque no había dónde llamar y también porque muchas familias con las que trabajamos son de una economía diaria de subsistencia, viven con el ingreso diario y el confinamiento supuso un corte drástico de sus ingresos. De un día para otro se vieron sin nada, sin ningún tipo de colchón económico y ni siquiera con apoyo familiar en muchos casos. Esa gran avalancha de familias que se vieron sin ingresos supuso un incremento desde la primera semana del confinamiento.

"De un día para otro, muchas familias se vieron sin nada"

–A todos nos metieron en casa, pero en Córdoba había mucha gente viviendo en la calle. ¿Cómo se les atendió desde Cáritas?

–Teníamos a muchas personas que no tenían a dónde ir. La Policía, cumpliendo su deber, les instaba a no estar en la calle y no había dónde ir. Hasta que se habilitaron los recursos municipales, que eso tardó un poco, para nosotros fue una urgencia que teníamos que cubrir y, a veces no dábamos la respuesta que se podía.

–¿Cree que los servicios públicos dieron la respuesta que se necesitaba entonces?

–Creo que como todo, también el tercer sector ha tenido que adaptarse de un día para otro a una pandemia. No creo que esto sea una problemática respecto a si los servicios públicos podían haber sido más eficaces o no, sino a la adaptación que se hizo y a la toma de decisiones que en su momento se realizó respecto a la pandemia. Creo que la decisión rotunda de cerrar todos los centros cívicos fue un error. Tendría que haber habido trabajadores de emergencia, trabajadores esenciales, que siguieran atendiendo a las familias porque las parroquias estaban abiertas. No puede ser que la primera línea de contención que son los servicios públicos, donde no se habla de caridad ni de acción social, sino de derechos, estuvieran cerrados.

–En la presentación del balance anual destacaron que a lo largo del año pasado atendieron a 8.000 familias de Córdoba por primera vez. ¿Hay vergüenza por tener que recurrir a ustedes para pedir ayuda?

–Siempre hay vergüenza en pedir y no es agradable. Pedir siempre supone reconocer también que con tus propios recursos no puede sobrevivir tu familia. Inevitablemente, eso genera en las personas cierto respeto y vergüenza.

–¿Qué hace Cáritas para evitar este tipo de situaciones?

Salvador Ruiz contesta a las preguntas de este medio. / Juan Ayala

–Siempre intentamos que esto sea un acompañamiento y no hablamos de que sea un servicio vertical, en el que Cáritas esté arriba y la persona que pide esté abajo. Hablamos de un acompañamiento horizontal, donde unos y otros vamos caminando hacia el objetivo de la inclusión plena de las personas a las que acompañamos. Por eso, nuestros voluntarios procuran hacerlo de la manera más respetuosa con la dignidad de las personas. Por ejemplo, en pleno confinamiento y porque las medidas de seguridad no lo permitían y porque consideramos que el sistema tiene que ir cambiando, nosotros cambiamos el modo de repartir los alimentos. Estamos evitando poner en fila a las personas en la puerta de una parroquia a la vista de todos, sabiendo todo el mundo quién necesita alimentos. Estamos apostando por entregar los alimentos de una forma más personalizada, donde la familia sea quien compre sus propios alimentos a través de la ayuda que podamos darles; es decir, respetando la dignidad de las personas que es lo que no se puede tocar.

–¿Y funciona?

–Desde Cáritas siempre se procura cambiar de estilo, que ellos perciban que lo que ofrecemos es una ayuda, que en su situación se puede ver cualquiera, que no es una situación vergonzante para nada y que debemos apostar desde las potencialidades y que lo que hacemos no deja de ser acompañamiento. Los voluntarios lo hacen muy bien para que no exista esa vergüenza. Por eso, prefieren las visitas a domicilio para que pueda hacerse presente y todo esté en el ámbito de una conversación y antes de citar a las personas. Es verdad que la situación, inevitablemente, genera timidez, vergüenza y reparo porque no es una situación agradable; no hay que olvidar que hay mucho sufrimiento en las personas que se acompañan. En este sentido hay que entender bien la caridad, que se ha entendido mal durante mucho tiempo y se ha correspondido con ideas que no son propias de la misma.

–Entonces, ¿qué es la caridad?

–La caridad es acompañamiento, es amistad y ayuda, no es simplemente una relación, como he dicho antes vertical, en la que yo ayudo y otra persona recibe. La caridad es una relación horizontal.

–Córdoba tiene cinco de los barrios más pobres de España, una situación que arrastra desde hace décadas. A su juicio, ¿dónde radica este problema estructural?

–A veces hablamos de Córdoba como ciudad de contrastes y realmente no son contrastes, es una desigualdad enquistada. En Córdoba hay bolsas de pobreza donde se ha transmitido generacionalmente, es decir, que los hijos de los pobres van a ser pobres. Además, cada vez hay más un fenómeno de feminización de la pobreza y nosotros lo vemos: la mayor parte de las personas que vienen a Cáritas son mujeres. Hay una desigualdad enquistada y quizá lo que ha faltado es un plan integral. Se han hecho muchos planes específicos para estos barrios, pero quizás ha faltado un plan integral, un plan de ciudad donde todo el mundo empuje y vaya trabajando. Por ejemplo, en el barrio de Las Palmeras nos consta que tenemos la tasa de fracaso escolar más alta de Europa. Si una cosa se acompaña de la otra, la recuperación de esa zona es prácticamente imposible. Es decir, la única recuperación de esas personas es huir de allí y esa no es la solución.

Salvador Ruiz, en el salón de actos de la entidad.

–¿Y cuál es entonces?

–Pues la solución es que todas esas zonas y bolsas de pobreza puedan ir alcanzando cotas normales de integración porque tampoco se pide otra cosa: que se respeten los derechos básicos de las personas que viven allí, que tengan derecho a la seguridad, a la libertad y al trabajo.

–Entre todas estas zonas, el Distrito Sur de Córdoba es la que peores registros presenta. ¿Cómo actúa Cáritas allí?

–Las parroquias lo ven día a día. Realmente es una zona donde las parroquias están funcionando a pleno pulmón, desde la parroquia Santa Luisa de Marillac, en el Polígono Guadalquivir, que tiene un trabajo muy importante, hasta la parroquia de Jesús Divino Obrero en el Cerro. Son parroquias que están trabajando a pleno pulmón con las personas a las que acompañan. Pero muchas veces, lo que se necesita en esos barrios, no lo puede dar Cáritas porque se necesita una transformación social en la que podemos ayudar, comprometernos en el cambio, pero necesita una apuesta pública, económica y de todos los sectores en la transformación de la zona.

"En Córdoba hay bolsas de pobreza donde se ha transmitido de manera generacional"

–¿Incluye al Ayuntamiento en esta apuesta?

–Si queremos que el trabajo sea fructífero, el trabajo no puede ser solo del Ayuntamiento. Creo que el Ayuntamiento hace bien con un plan integral en esta zona, pero hace falta un trabajo colaborativo de todas las entidades públicas y privadas y también desde otras instancias públicas, incluso autonómicas y nacionales, que apoyen el plan. También tiene que venir el apoyo por parte del propio sector económico, los empresarios y los sindicatos. Hace falta que todo el mundo apoye un plan.

–¿Cómo puede ayudar el sector empresarial en este plan?

–Pues contratando. Lo que no puede ser es que una persona tenga que ocultar que viene de un barrio u otro con un currículum con el que puede ser contratado perfectamente.

–¿Pero se dan ese tipo de situaciones en Córdoba?

–Sí pasa, y tenemos personas que han conseguido un puesto de trabajo después de un proceso de selección, que viven en nuestra casa de acogida y no lo pueden decir porque supone un estigma. Por eso, este tipo de cuestiones va mucho a más allá del Ayuntamiento, supone el esfuerzo por parte de todos; todo el tejido social tiene que empujar. O esto se hace desde un proyecto de ciudad, en el que todo el tejido social y económico apueste por el cambio y se atreva a hacer una apuesta valiente y se procure, ante todo, la dignidad de las personas o, hacemos eso más allá de la propaganda y el rédito político, o los cambios no se van a producir. Al final, va a ser como hasta ahora: se arreglan las farolas de una calle, al final lo importante es buscar cambios transformadores.

–Pasado el confinamiento, y la llegada de cierta recuperación económica, ¿qué perspectivas tiene Cáritas ahora?

–Hay que saber diferenciar la perspectiva general de la personal en el sentido de que si uno solo mira a los números y mira los datos, al final parece que estamos en una dinámica de espiral en la que siempre estamos en la misma situación y parece que no se avanza. Sin embargo, cuando uno conoce la historia, la biografía de las personas, se ve que aún en los peores momentos hay personas que superan su situación, personas que con un poco de ayuda son capaces de conseguir su empleo, los recursos necesarios para sustentarse ellos y su familia. Eso te alienta a ver que más allá de ver el bosque es importante saber ver la individualidad de cada persona y de cómo cada historia va teniendo un resultado cada vez más esperanzador.

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