"Me he equivocado muchas veces, pero Córdoba siempre me ha perdonado"
Durante décadas ha sido uno de los ginecólogos más prestigiosos de Andalucía l Ahora, ejerce como asesor en el proyecto de hospital privado del Grupo Prasa, que considera "necesario"

En un momento de la conversación, desarrollada en el salón de su domicilio cordobés, el doctor Balbino Povedano afirma: "Mire usted, es que yo tengo un problema: hablo demasiado", y lo dice sin intuir quizá que todo lo que relata le resulta de sumo interés al entrevistador. Nacido en 1930, Povedano ha sido durante décadas uno de los ginecólogos más respetados de Andalucía, lo que ha valido premios como la Medalla de Oro de la Comunidad autónoma o la Medalla al Mérito de la Ciudad. Ahora, y pese a esa vigorosa trayectoria, aún se mantiene activo y con ilusiones y proyectos.
-Usted fue durante más de 15 años director del Hospital de la Cruz Roja, lo que le convierte en un buen conocedor de la sanidad privada. ¿Cree, como señalan muchos médicos, que la oferta de este tipo de sanidad en la ciudad es escasa?
-Bueno, lo primero que hay que decir es que no existen dos sanidades, pues sanidad sólo hay una, bien sea cubierta por el estado de bienestar, bien por la sanidad privada. Y eso es lo que le interesa a la sociedad: que exista una sanidad que cubra todas las necesidades. Ahora bien, es cierto que el estado de bienestar tiene por finalidad fundamental la asistencia de todos los ciudadanos, un objetivo que desde mi punto de vista es perfecto. Es decir, que el ideal sería que la sanidad pública hiciera innecesaria a la sanidad privada. Lo que ocurre es que si observa la realidad se dará cuenta de que eso no es tan así. Y si la sanidad privada existe es porque la sociedad la está demandando. Y en Córdoba, al menos desde mi punto de vista, la sociedad también la está demandando. Es más, yo estoy ahora asesorando al grupo Prasa en el proyecto de hospital en el que están trabajando y ellos han hecho un estudio en el que se observa que esto es algo que la gente pide e incluso se ve que es la capital en la que más se aprecia esta necesidad.
-Usted ya intentó hace una década que la Cruz Roja apostase por construir un nuevo hospital...
-A mi me expulsaron de la dirección de Cruz Roja porque cuando concluyó la segunda ampliación yo pedía que comenzase a trabajarse en un nuevo hospital, pero me dijeron que no. Aquello dio lugar a un conflicto, aunque yo todavía hoy sigo perteneciendo a la institución. En aquella ocasión fracasé. Yo pensaba entonces y pienso ahora que el hombre es un ser inconcluso, inacabado, y el mundo no es el que nos viene, sino el que está por venir, y ese mundo lo hacemos nosotros. Por eso tenemos que ir adelantando y prestando servicios que se presupone que van a ser necesarios dentro de unos años. Mi propuesta partía de que yo sabía que el hospital me iba a dar ciertos problemas dentro de unos años, y esos eran los necesarios para buscar la financiación precisa para hacer un nuevo centro. Aquello no se pudo hacer y creó una expectativa en toda la sociedad médica que ahora sí que puede convertirse en realidad gracias al proyecto de Prasa. De todos modos, si esto sale, el mérito será del altruismo de esa empresa, que tiene prevista una fuerte inversión y que corre los lógicos riesgos. Yo estoy convencido de que Prasa va a conseguir su objetivo pronto y muy bien.
-¿Cuál será su papel en ese nuevo hospital?
-Eso no está definido. Por ahora, Francisco Sánchez de Puerta y yo estamos siendo los asesores desde el punto de vista médico, y también hay un doctor con un largo currículum a la hora de crear nuevos hospitales que se encarga de la organización y de las necesidades. Y también, claro, unos arquitectos responsables. En definitiva, yo creo que esto va a suponer un cambio muy serio para la sanidad de Córdoba. Lo que pretendemos es que sea el mejor hospital de Madrid para abajo y, a ser posible, de Madrid para arriba, también.
-Y para los médicos, ¿qué supone un centro de este tipo?
-Pues muchísimo, pues nosotros somos unos trabajadores, pero hoy en día casi ningún trabajo se puede hacer sin una maquina. Y como no somos empresarios ni tenemos vocación de ello, pues de eso no tenemos ni idea. Sin embargo, para hacer hoy una medicina adecuada se necesita una tecnología de una calidad y unos costes que ningún médico podría adquirir. De esta forma, si cualquiera quiere hacer hoy una medicina científica tiene que recurrir a un hospital que disponga de todos esos medios. Con los médicos no va a haber aquí ningún problema. Por supuesto que va a ser un hospital abierto al que podrán ir los que quieran, aunque haya en algunos aspectos que no pueda ser del todo así.
-Se habla mucho de la fuga de talentos en la profesión. O sea, que muchos doctores jóvenes se marchan de la provincia hacia otros países como Inglaterra o Portugal. ¿Se puede frenar ese fenómeno?
-Mire, Córdoba ha tenido una gran suerte desde el punto de vista sanitario, pues cuando se inauguró el Reina Sofía vinieron muchos médicos jóvenes con ambiciones intelectuales. Y de una medicina más o menos tradicional consiguieron avanzar hacia una medicina mucho más avanzada. Lo que ocurre es que aquella generación, a la que yo también pertenezco en cierto modo, se está haciendo vieja. Ahora, también hay gente nueva muy bien preparada, pero necesita que haya en Córdoba un lugar en el que pueda poner en práctica esos conocimientos. Y esa aplicación, hoy en día, no es posible sin la tecnología necesaria.
-Los usuarios se quejan cada vez más de que los médicos han perdido el componente humano. Usted lleva medio siglo de profesión. ¿Cree que eso es cierto?
-Es cierto que se nos achaca eso, pero yo hasta cierto punto lo dudo. Quizá pueda ser posible, porque en cierto modo todo se ha uniformado en la profesión y, además, en la medicina pública se ha perdido responsabilidad, ya que pese a todas las denuncias que se presentan la culpa hasta cierto punto se diluye. O sea, que cuando se comete un fallo lo comete el Reina Sofía, pero no lo comete tal o cual doctor. Eso en un hombre ideal no influiría mucho, pero nosotros también somos humanos. Por eso, los médicos en esa medicina han perdido el mito que era antes el médico, pero han ganado en conocimientos y en el uso de una tecnología que antes era impensable. Con todos estos cambios, puede ser verdad que quizá en el aspecto humano hayamos dado un paso atrás, pero también se debe a que la sociedad nos ve como profesionales, como personas que hacen su trabajo y luego se marchan a su casa. Antes era no así sino que el médico de familia era, aparte de médico, el asesor e incluso el confesor.
-Una especie de chamán de la tribu...
-Sí, sí, al fin y al cabo era un chamán.
-¿Usted está satisfecho de su carrera?
-Yo pienso que no hay nadie que se pueda sentir satisfecho con lo que ha hecho, y si lo hay es porque el coeficiente intelectual de esa persona no es muy alto. ¿Por qué? Pues porque uno tiene que reconocer que se equivoca. Yo reconozco que me he equivocado muchas veces, pero he tenido el privilegio de que la sociedad cordobesa me ha perdonado siempre todos esos errores. Aunque también es verdad que un error consciente tampoco lo he cometido nunca; o sea, nunca a sabiendas.
-¿Cómo surgió su vocación?
-Yo quise ser médico porque mi padre era médico y en mi casa se hablaba mucho de Medicina. Él ejerció en Priego de Córdoba, pero era muy querido en todos los sitios y en muchos pueblos de alrededor hay una calle que lleva su nombre. En Fuente Tojar, en Zamoranos... Esa imagen me influyó mucho. Aquella vocación me llevó a estudiar a Madrid. La Universidad me sirvió bastante, porque allí se me levantaron una serie de inquietudes médicas y también de ideales políticos. Coincidí con Gregorio Marañón, que tenía amistad con mi padre, o con Lain Entralgo, del que seguí siendo amigo hasta su muerte.
-Supongo que aquélla era una formación muy distinta a la de ahora.
-Evidentemente, nosotros teníamos entonces una serie de valores que eran inmutables, mientras que ahora no es así, pues vivimos en una sociedad multicultural, multireligiosa, mucho más versátil... Ahora se duda de todos los principios. Hoy hay que moverse en un terreno difícil, pero esa dificultad presenta ventajas, porque hay que sentirse con la necesidad de hacerse preguntas.
-¿Es la duda el motor del ser humano?
-Claro, porque cuando estás seguro de algo, cuando estás en la certeza absoluta, no te mueves. Y la certeza en medicina pasa porque tú hagas una hipótesis, luego la verifiques y al final la apliques, pero sabiendo que eso que aplicas como inmutable en muy poco tiempo va a cambiar. Por eso estamos obligados a estudiar constantemente, porque si yo aplicase la medicina que aprendí en la facultad ahora sí es verdad que sería un chamán.
-Hablemos de Córdoba ahora. Es usted de los apocalípticos o de los integrados. De los que creen que la ciudad avanza o de los que piensan que ha perdido encanto.
-Es posible que se haya perdido encanto, pero yo sólo le veo a la evolución de la ciudad un único defecto: que teníamos que haber hecho más. En mi opinión, el Plan Renfe y el Plan del Río han sido dos acciones que han cambiado radicalmente la estructura urbanística de Córdoba. Ahora bien, ¿se ha roto la tradición? Pues pienso que no, porque la verdadera tradición del hombre es el cambio. Por poner un ejemplo, la Mezquita y la Puerta del Puente: ¿tienen esos dos elementos algo que ver? Nada, absolutamente nada. Sin embargo, hoy en día los vemos juntos y no nos extrañan, sino que nos gustan. Las actuaciones que antes mencionaba han conseguido algo que casi nadie mira: han ensamblado la ciudad, porque aquí había una vía del tren y hay un río que la cortaban.
-Y la sociedad cordobesa, ¿ha avanzado al mismo ritmo?
-Aquí ya lo dudo más, aunque es evidente de que ha habido logros. Por ejemplo, antes no había Universidad. Pero lo cierto es que ahora es más fácil ser pasota, porque antes todos teníamos un objetivo, porque rechinaba la falta de libertad pública. Si tuviese que señalar los dos peligros principales de la sociedad serían el individualismo y ustedes (en referencia a los medios de comunicación). En el primer caso, es evidente que ya nadie reivindica bienes sociales, sino individuales. El segundo peligro es que estamos muy programados por la información, y por eso a veces pienso que no somos ni siquiera conscientes de lo manipulados que estamos. El mayor problema es que nos creemos más libres, y tal vez no nos está mirando el Gran Hermano de Orwell.
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