La escolapia beata que nació en Cabra

MUJERES SINGULARES de córdoba

María de Jesús de la Iglesia de Varo. Superiora de la orden de las Escolapias en Madrid, su cuerpo apareció masacrado en la carretera hacia Andalucía en septiembre de 1936

En Córdoba. Entrada principal al colegio Santa Victoria, donde impartió clases.
En Córdoba. Entrada principal al colegio Santa Victoria, donde impartió clases.
Pilar Bartolomé

25 de noviembre 2018 - 02:31

Nació en Cabra, en 1891. Fue la décimo primera de 14 hermanos, aunque sólo ocho llegaron a adultos. Su infancia y juventud transcurrió en Cabra y los primeros estudios los hizo en casa, como todos sus hermanos. En el otoño de 1899, a los ocho años, y su hermana María de las Nieves, a los 14, fueron las primeras alumnas del colegio de las Escolapias de Cabra, que había abierto sus puertas el 28 de noviembre de ese mismo año. Inteligente y aplicada, destacó en sus estudios y en su comportamiento. El matrimonio de la Iglesia y sus hijos participaban con moderación en reuniones de sociedad en Cabra y en Córdoba. Y fue precisamente, en una de estas reuniones en Córdoba para su puesta de largo, en la primavera de 1908, cuando sintió fuertemente la llamada del Señor y decidió compartir con él su misión apostólica como escolapia.

A los 18 años ingresó en el noviciado de Carabanchel (Madrid) el 18 de septiembre de 1909 y tomó el hábito el 8 de diciembre de ese mismo año. Muy amante de la Virgen, lo vivió como una gracia de Dios y así se lo comunicaba a su madre al día siguiente en una carta; durante los dos años de noviciado se dedicó a su formación. Fue una novicia muy caritativa, siempre risueña y alegre, y alma de las recreaciones. Pronunció sus votos religiosos el 11 de diciembre de 1911. La madre María comenzó su apostolado en el colegio de la orden en Carabanchel y allí permaneció hasta 1918. Los primeros años (1911-1913), la encargaron de las clases de Primaria, en las materias de Ciencias y también de la formación de un grupo de internas en horario extraescolar. En el verano de 1912, y en todos los siguientes, participó en los cursos de formación permanente para preparar a las religiosas para las materias de segunda enseñanza. La madre María asistía a las clases de Matemáticas, Física y Química; pronto se distinguió por la facilidad para el estudio de estas materias. En el curso 1913-1914 se implantaron en el colegio los estudios de Comercio, Magisterio y Bachillerato. Allí, enseñó Matemáticas y Ciencias a las alumnas de Comercio y Magisterio, quienes obtuvieron brillantes calificaciones en los exámenes en los centros oficiales.

Fue destinada al colegio de Santa Victoria de Córdoba el 17 de julio de 1918; hasta 1922 fue profesora de Ciencias de las alumnas de primer y segundo grado y también de las de Magisterio. En septiembre de 1922, volvió al colegio de Madrid, donde fue profesora de Matemáticas, Física y Química y Ciencias.

Con la proclamación de la República la situación educativa de los colegios religiosos fue muy difícil; ella supo actuar con prudencia. En el capítulo de 1935 fue nombrada superiora del colegio de Madrid. Tras los sucesos del 18 de julio de 1936, el 19 de julio tuvieron que dejar el centro por la proximidad de los combates que se estaban librando en el cuartel de la Montaña; la metralla llegaba hasta el patio. Buscó refugio con otras hermanas en un piso cercano al colegio, en la calle Evaristo San Miguel. Vivieron los dos primeros convulsos meses de la guerra civil en el Madrid republicano en aquella vivienda, entre continuos registros, insultos, amenazas y dificultades. Entre las alumnas de Carabanchel de aquellos años, se encontraban las hermanas Dolores y Consuelo Aguiar-Mella Díaz, hermanas de Teófilo Aguiar-Mella, vicecónsul uruguayo en Madrid, que estudiaron Magisterio. La primera en ser detenida fue Dolores la mañana del sábado 19 de setiembre de 1936 al llevar a otro grupo de escolapias la leche que necesitaban para el desayuno. Vivía con ocho monjas escolapias, que se habían refugiado en un piso a una manzana de la madrileña Puerta del Sol. De regreso, fue interceptada por cinco milicianos que se la llevaron, pese a que ella traía brazalete diplomático.

Las monjas miraban por la ventana y avisaron a Teófilo y a Consuelo. El vicecónsul salió a hacer indagaciones y Consuelo fue al apartamento con las religiosas. Dos horas más tarde los mismos milicianos irrumpieron en el piso, pidiendo a la madre María que los acompañase para testificar y poder dejar libre a Dolores. La monja aceptó, pero era un engaño. Se la llevaron apoyada en el brazo de Consuelo para poder andar, ya que, tras fracturarse una pierna en mayo y ser operada, todavía no podía caminar bien. Consuelo también tenía brazalete diplomático y confiaba en que con el distintivo nada ocurriría. Ya no las volvieron a ver.

Del horror de las horas que siguieron nada se sabe. Sus cuerpos y el de la madre superiora fueron encontrados masacrados en la carretera hacia Andalucía, de donde se los llevó a un depósito. Tenían el rostro desfigurado y las reconocieron por los vestidos y el brazalete. Poco antes de ser arrojados a una fosa común los recuperó su hermano Teófilo, quien pudo darles cristiana sepultura en el cementerio de la Almudena, lo que desembocó en una ruptura de relaciones de Uruguay con España.

María de Jesús de la Iglesia realizó su ministerio educativo escolapio con competencia y espíritu de verdadera entrega a las alumnas y ex alumnas. Fue beatificada por el papa Juan Pablo II, en Roma, el 11 de marzo de 2001. Dolores y Consuelo son las primeras beatas de Uruguay.

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