La ética es rentable si es de verdad
Respons(H)abilidades
La Responsabilidad Social Corporativa, la ética y la transparencia mejoran los resultados económicos si la organización las integra con convencimiento y estabilidad en el tiempo
Ya han pasado varias décadas desde que empezamos a escuchar hablar de Responsabilidad Social Corporativa, de RSC, de gestión ética, de transparencia, etc. Después de estos años se multiplican las formaciones de postgrado sobre RSC, se han desarrollado normas internacionales y varios modelos de certificación, e incluso han surgido marcos legislativos europeos y nacionales que nos confirman una cosa: la RSC ha llegado para quedarse. Ya no se trata de una moda, es toda una tendencia de la gestión cada vez más exigida por legisladores y consumidores, y puede hacer más fuerte y rentable a una organización si ésta la integra de verdad. Si lo hace para tener un bonito escaparate no funciona.
Hacer ética de escaparate es cumplir la legislación con pinzas en modo "quita-multas", decir que se hace y no hacer, prometer cambios que no llegan o adornar hasta desvirtuar lo que se cuenta. La ética de escaparate tiene los valores de la organización, y su misión y su visión, bien definidos, puede que incluso publicados, pero su gente no los conoce, ni mucho menos los tiene en consideración.
Buenas noticias. Esa ética de escaparate ya no funciona, porque el consumidor de productos y servicios es cada vez más exigente, está mejor informado y tiene más formación, y porque los trabajadores de la organización no se comprometen con el proyecto a largo plazo. Además, el efecto de hacer ética de mentira dura lo que dure la credibilidad de esa organización, y cuando la pierda, que la perderá, los efectos nocivos suelen superar los beneficios iniciales. Seguro que tienen ustedes ya algunas marcas en la cabeza.
Por el contrario, integrar de verdad la ética en la gestión es creer que hay otras formas de hacer negocios que no se centran única y exclusivamente en ganar dinero. Pero claro, menudo salto de paradigma hay que dar, menudo cambio de mentalidad hay que impulsar en el empresariado: convencerse de que no centrarse en el dinero no significa dejar de ganarlo.
Es difícil porque, además, es algo natural. El ser humano está programado para satisfacer sus necesidades básicas en un orden concreto, y la necesidad de seguridad, íntimamente relacionada con el dinero en nuestra sociedad, es la segunda que buscamos cubrir después de las fisiológicas. Fíjense si es básica. Es la teoría de Abraham Maslow sobre las necesidades que motivan nuestras conductas, por si quieren ampliar este interesante tema.
Una definición de RSC desde el sentido común
Desde esa perspectiva, integrar de verdad la RSC y la ética en la gestión de una empresa es superar la necesidad de seguridad, o lo que podríamos decir de otra forma, no hacerlo sólo por dinero. Y fíjense que escribo "no sólo por dinero", porque de hecho, cuando se está gestionando una empresa, hacer las cosas por dinero es importante. Esa es la primera responsabilidad empresarial: ser rentable.
Por lo tanto, el secreto de hacerlo bien y que la ética sea de verdad está en el "no sólo", es decir, la gestión responsable es la que hace una empresa que no sólo busca mejorar sus resultados económicos. Miren qué buena definición.
Lo más interesante es que hemos llegado hasta esta contundente definición de la gestión responsable con el sentido común, que como ya hemos comentado otras veces, es desgraciadamente el menos común de los sentidos.
Empresas con sentido común y sentido crítico
Justo sentido común es lo que más falta nos hace. Porque para empezar, no es de sentido común preguntarse si la ética es rentable, aunque lo sea, o si ser transparente beneficia, aunque beneficie. En mi opinión es como si nos preguntásemos si ser buena persona o no cometer delitos es agradable. Simplemente no es una opción. De la misma forma, la ética empresarial no puede ser una opción, ni la responsabilidad social corporativa debería ser voluntaria.
El día a día de una empresa, el de cualquier organización, puede llegar a ser muy estresante. Esto se sabe. La gestión diaria está sometida a un vertiginoso mercado lleno de cambios y retos a los que adaptarse. Es fácil caer en la gestión automática y reactiva a las circunstancias, ser engullidos por el presente, no tener tiempo de nada, y perder de vista del largo plazo.
El sentido común, y tener una misión clara, facilita salir de esa espiral, mantener una visión global de lo que hace la empresa, y encontrar el equilibrio entre el beneficio individual y el colectivo, hasta ser capaz de superar la mirada a corto plazo propia de la gestión oportunista o sin planificación.
Y junto al sentido común está el sentido crítico, otro gran aliado de la gestión responsable. El sentido crítico es el que permite a la empresa mirar su actividad con objetividad, e identificar sus principales impactos sociales, ambientales y económicos. Todos. Los buenos y los malos, con el firme propósito de mejorarlos.
Eso es la gestión ética responsable, eso es la responsabilidad social corporativa: empresarios con sentido crítico que saben cuáles son los impactos de su actividad y lo siguen, y que con sentido común se comprometen en el largo plazo con la mejora de todos esos impactos, no sólo de los económicos, que también. Esto es, cada vez más, una cuestión de supervivencia, social y empresarial.
Una gran mujer a la que admiro, Pilar Gómez Acebo, me dijo una vez que la economía debe evolucionar del conocer al sentir, pero que nos cuesta sentir, y que para eso tenemos tres poderosas herramientas en forma de sentidos: el sentido común, el sentido crítico y uno que a mí se me antoja indispensable, el sentido del humor. Pues noten que ninguno de ellos necesita un máster universitario.
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