"La eutanasia no tiene sentido con unos correctos cuidados paliativos"
José Ramón Molina | Responsable de Hospitalización de Hematología Pediátrica del Reina Sofía
Asegura que “no cambiaría por nada” el trabajo que lleva a cabo y reconoce la dificultad que representa el hecho de tener que comunicar a una familia que su hijo sufre cáncer
José Ramón Molina Hurtado (Úbeda, 1978) llegó a Córdoba en 2003 y, por ahora, no ha pensado en marcharse de esta ciudad a la que considera “le falta adquirir la consciencia de ser una de las más importantes de la Historia”. Aquí conoció a su mujer y nacieron sus hijos. Seguidor de Jesús de Nazaret y amante de la Semana Santa, es también socio del Barça con orgullo. Sus compañeros le repiten continuamente que ellos no podrían trabajar donde lo hace, él asegura que “no lo cambiaría por nada”.
–¿Por qué se hizo médico?
–Básicamente es la pregunta que siempre hago a los estudiantes de Medicina que pasan por nuestro servicio. Ellos siempre me dicen que es para ayudar a los demás y es lo que yo pensaba, pero me he dado cuenta de que no y es lo que les hago ver a ellos también. Yo me hice médico para ser feliz.
–No cree que resulta algo egoísta esa afirmación…
–Sí, pero Aristóteles dijo que el fin último de nuestros actos es la felicidad y es una máxima que siempre trato de llevar a cabo en todo lo que hago en la vida. Si uno hace algo y no es feliz, es mejor que lo haga otro, que pueda ser feliz con ello.
–¿Por qué decidió hacer Hematología en Córdoba?
–Quizás era la especialidad médica que más me gustaba y los hematólogos de Granada a los que pregunté me dijeron que el mejor sitio para formarme era Córdoba. El doctor José Varo me confirmó ese punto y, por eso, vine aquí.
–La Unidad de Hematoncología Pediátrica del Reina Sofía, de cuya área de hospitalización es responsable, ha recibido este año el premio Averroes a las Ciencias Médicas, ¿qué ha supuesto para ustedes?
–Es un reconocimiento de la sociedad cordobesa que agrademos por dos motivos. En un primer lugar, porque reconoce la labor que durante casi 50 años se ha venido realizando con los pacientes pediátricos con tumores malignos y, en segundo lugar, porque es un incentivo a seguir trabajando por ellos. De todas formas no somos más que herederos de un proyecto que en el Hospital Reina Sofía lleva realizando el Servicio de Hematología desde 1976, que surgió con el doctor Antonio Torres, como jefe de servicio y los doctores Martínez Guibelalde y, especialmente, Pedro Gómez García, fallecido este verano, que durante muchos años ha sido un referente de la Hematología Pediátrica a nivel español y mundial y mi maestro en este campo. Lo que hacemos es continuar su obra intentando hacerlo lo más dignamente posible, siempre en su memoria, y con el objetivo de ayudar a todos los pacientes que se ponen en nuestras manos.
–¿Cómo ha afectado el coronavirus en el área en la que trabaja?
–En nuestra Unidad, desde siempre, venimos trabajando con pacientes inmunodeprimidos, por lo tanto, el manejo de las infecciones a la hora de evitarlas y solucionarlas era algo a lo que estábamos acostumbrados. Lo único que ha hecho el covid ha sido modificar parcialmente nuestros hábitos de comportamiento. Por ejemplo, ahora tenemos que tener constancia de que todos los pacientes que ingresan no están infectados por coronavirus. En la población pediátrica, afortunadamente, las tasas de infección que se están viendo son muy escasas y hemos tenido algunos pacientes, pero en una proporción menor que en la población adulta.
–¿Qué resulta más difícil: comunicar a la familia que su hijo tiene cáncer o al niño?
–Siempre es más difícil comunicárselo a la familia que a los pacientes. En el caso de los niños, no saben realmente lo que tienen y la información que se les da es siempre limitada. Ellos tampoco la piden y tienen una gran capacidad de adaptación al hospital, por lo que creen que en ese momento su forma de vida es esa y la aceptan perfectamente. De todas formas, mi compañera, la doctores Rodríguez Villa trabaja mejor que yo este asunto.
–¿Y en el caso de los adolescentes?
–Lo más complicado es trabajar con los pacientes adolescentes, ya que en su caso la enfermedad ocasiona un cambio radical en su vida. Es importante que los niños sean mentalmente fuertes porque eso ayuda a que todo el proceso se lleve de la mejor manera posible.
–¿Cómo responden los padres a la enfermedad de sus hijos?
–La información que se da a los padres es siempre dura y nunca es agradable comunicar a alguien que su hijo tiene un tumor maligno, pero al mismo tiempo se le ofrece una esperanza importante porque la tasa de curación global de los tumores pediátricos está por encima del 70% y en la leucemia que, es especialmente a lo que nos dedicamos, supera el 90%. Por lo tanto, es un mazazo importante cuando la familia recibe esta información, pero al mismo tiempo se abre una puerta de esperanza bastante grande.
–¿Cómo es el día a día de un paciente de estas características?
–Los pacientes ingresan con una regular situación clínica, sintomáticos y cuando se empieza el tratamiento mejoran. Los síntomas más frecuentes de la leucemia son la fiebre prolongada, los dolores articulares, la aparición de sangrados, y el cansancio. Los niños no suelen acudir de una forma temprana porque generalmente son síntomas muy inespecíficos y, en ocasiones, acuden a su pediatra o a urgencias y, en lo último en que se piensa es en esta enfermedad, lo cual es lógico también, y no se realizan analíticas. En los pacientes que tienen leucemia linfoblástica, que es la más frecuente, los niños suelen tener un mes de ingreso y, posteriormente, alternan ingresos con estancias domiciliarias para finalizar con un tratamiento extrahospitalario durante un año y medio y con visitas periódicas al hospital, no para ingresar, sino para determinados controles que se hacen para ver cómo va evolucionando la patología. Los niños, generalmente, lo llevan bien, y se adaptan. El Hospital, además, ha creado unas circunstancias en las que, dentro de las dificultades, se puede estar de una forma agradable: hay salas de juegos, voluntarios de la Asociación Española Contra el Cáncer, Colegio, Unidad de Actividades Motivacionales …
–Hacía referencia a que la tasa de superación en el caso de la leucemia es del 90%, ¿es posible llegar al 100%?
–A nivel mundial, un hospital que trata de forma correcta esta patología tiene que tener un índice de supervivencia por encima del 90%. Nosotros en estos momentos estamos cerca del 95% en los pacientes que tratamos desde el inicio, con lo cual quizá tenemos uno de los mejores resultados a nivel mundial. Los casos que no se solucionan son por diversos motivos. En primer lugar, porque es una patología que con los tratamientos actuales no somos capaces de curar o, porque puede existir una complicación puntual, que en la mayoría de las ocasiones son las infecciones, que es lo que suele hacer que algunos pacientes, que tendrían la posibilidad de curarse, acaban falleciendo. Gracias a la mejora que se ha producido en la antibioterapia a nivel mundial se ha conseguido reducir de una manera muy importante esta complicación. En Córdoba, en los últimos 15 años la supervivencia está en un 94 o 95%, en el caso de la leucemia linfoblástica aguda. Esto también es labor del resto de especialidades que trabajan a nuestro lado: todas las especialidades pediátricas donde siempre me gusta destacar a la UCI, Cirugía Pediátrica, Radiología, Anestesia… y, por supuesto, el resto de profesionales de enfermería, auxiliares, celadores, limpiadores… cuya labor es impagable. El cariño que demuestran con los niños no deja de sorprenderme.
–¿Qué tipo de enfermedad es la leucemia pediátrica?
–Es el cáncer más frecuente en la infancia. No es una enfermedad hereditaria. Puede que exista una base genética, pero no es una enfermedad que se transmita. En la mayoría de las ocasiones surge por mutaciones genéticas adquiridas y que favorecen el desarrollando la patología. Es difícilmente evitable. De hecho, la incidencia diagnóstica es muy estable a lo largo de los años.
–¿Cuál es el nivel de investigación en el Reina Sofía respecto a este tipo de cáncer?
–Generalmente, los protocolos de esta patología están muy estandarizados a nivel mundial. Solo hay pequeñas variaciones a la hora de tratar a pacientes que no van bien con estos protocolos y, quizás este sea el factor diferencial entre un centro u otro. Aquí se incluye la investigación y la posibilidad de utilizar fármacos que no están autorizados en la población pediátrica, pero que sabemos que nuestros niños pueden beneficiarse de ello. En esto es fundamental la compresión que siempre hemos recibido por parte de la dirección del Hospital y por parte del servicio de Farmacia, que comprende perfectamente esta circunstancia y, generalmente no pone impedimento para que los pacientes reciban este tipo de tratamientos novedosos.
–¿Esto significa que se utilizan tratamientos para personas mayores en niños pequeños?
–No están aprobados en la población pediátrica, pero si en la población adulta. Nosotros creemos que en aquellos niños en los que no hay solución se pueden beneficiar de estos tratamientos. Y si la familia lo acepta y el Hospital está de acuerdo, lo utilizamos. Hasta ahora lo hemos hecho con gran éxito. De hecho, algunas de nuestras aportaciones a la ciencia han sido los resultados publicados con fármacos que no estaban aprobados para pacientes pediátricos y hemos conseguido que sean aprobados para ellos. Esto siempre va aprobado en comisión de Farmacia; hay un comité que se reúne, evalúa y aceptan lo que nosotros presentamos.
–Por lo tanto, la investigación es clave.
–En la medicina siempre. Lo que nosotros tenemos son ensayos clínicos abiertos en distintas fases en los que se pueden utilizar tratamientos que no están aprobados todavía en niños.
–Insisto, ¿cómo definiría el nivel de investigación del Reina Sofía en este campo?
–El nivel de investigación es bueno, pero puede ser mejorable. Para un correcto nivel de investigación hace falta un soporte económico, de instalaciones, de componente técnico y de personal. Aunque se van mejorando día a día, en algún momento puede resultar deficiente. Está claro que es necesario, en primer lugar, unos buenos clínicos que detecten el problema y, en segundo lugar, una serie de especialistas en laboratorio y de la unidad conjunta de ellos es de donde se pueden realizar los buenos estudios de investigación que puedan dar buenos resultados a nivel poblacional. Siempre se debe seguir investigando. Un país puntero debe apostar por la investigación.
–¿Le ha marcado algún caso en especial durante su trayectoria?
–Siempre hay casos que marcan y son generalmente los pacientes que se nos van.
–Recientemente se ha aprobado en el Congreso de los Diputados la ley de eutanasia para enfermos terminales, ¿qué opinión le merece para este tipo de pacientes?
–Uno de los grandes avances que hemos tenido en la Hematoncología Pediátrica del Hospital Reina Sofía en los últimos meses es la llegada de un equipo de cuidados paliativos, que es algo que ya realizábamos en algunos pacientes, aunque también veníamos demandando un apoyo por un personal más especializado que nosotros. Generalmente, con unos correctos cuidados paliativos la eutanasia no tiene sentido, al menos en los pacientes pediátricos.
–¿Y en el caso de las personas mayores?
–En el caso de las personas mayores influye siempre su voluntad. La eutanasia, yo como médico, puede respetarla, pero es algo para lo que no he estudiado y, por tanto, en estos pacientes la medicina debe trabajar en ofrecer una muerte digna, pero no en acabar con el paciente.
–Trabaja en el Materno-Infantil del Reina Sofía, ¿para cuándo cree que estará lista la construcción del nuevo edificio?
–Hace años que llevamos escuchando que se va a construir un Hospital Materno-Infantil y, hasta el momento, lo único que se ha ido haciendo son obras menores que no es lo que necesitamos. Se necesita un Hospital Materno-Infantil nuevo, con un edificio de Consultas Externas adaptado a las circunstancias actuales. Esperemos que pronto sea una realidad.
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