La fundadora del Club de la Peseta

MUJERES SINGULARES de córdoba

Ana García Marín fue conocida como 'Anita la de la peseta' y dedicó su vida a ayudar a los más necesitados de Córdoba; sus acciones caritativas llegaron incluso hasta el Vaticano

La fundadora del Club de la Peseta
Pilar Bartolomé

26 de marzo 2017 - 01:55

Profeta que recibió mensajes de Dios desde el año 1954 hasta el día de su fallecimiento en 2005. Ana García Marín, nació en Calasparra (Murcia) y tomó el apellido de su marido José Cuenca Monet. Su padre, José García Penalva, era de la también localidad murciana de Cieza, y su madre, Dolores Marín Moya, de Calasparra. Su familia se trasladó a Córdoba, al barrio de Santa Marina, en el que vivió hasta su fallecimiento el 26 de abril de 2005. El 19 de marzo de 1954, frente al Rescatado en la iglesia de los Padres de Gracia, tuvo su primer éxtasis. Desde entonces, a Ana empiezan a ocurrirle hechos sobrenaturales que continúan con la revelación ininterrumpida de los Sueños Proféticos y que va escribiendo en sus libretas cada día. Ella da a conocer estos escritos a componentes de la jerarquía de la Iglesia y a seglares. Y también a su párroco, Martín María de Arrizubieta Larrinaga, que toma un gran interés en el asunto apoyado por su coadjutor Eduardo (un incondicional de Anita); llega incluso a acotar una parte de la iglesia de Santa Marina para que pueda manifestar sus profecías. También hizo gestiones en Roma para que se reconocieran los escritos ya realizados en castellano. El asunto llega al obispo José María Cirarda Lachiondo y, con toda discreción y las precauciones que se requieren, da por terminado el tema.

Preocupada desde muy temprana edad por ayudar a sus semejantes, Ana fundó el Club de la Peseta, cuya actividad consistía en pedir al que tiene para llevárselo al que lo necesita e, igualmente, difundir diariamente sus mensajes. Las primeras 30 pesetas fueron ahorro suyo, al que se sumaron las de familiares, amigos y vecinos. A partir de entonces, ofrecerá sus caminatas por toda la ciudad como sacrificio, de la mañana a la noche, de la Sierra al Sector Sur, para recaudar personalmente la peseta de sus socios, y rechaza el ofrecimiento de taxistas y particulares que la reconocen por la calle. Sólo admitirá un vaso de agua de quien se ofrece a calmar su sed. Visita a enfermos y necesitados, censados por cientos, a diario. Los enfermos la requieren, los ancianos en soledad, los inválidos, proporciona enseres y paga facturas sanitarias quirúrgicas. El club crecería y contaría con centenares de colaboradores, que harían nuevos socios, pero sólo podían admitir donaciones de una peseta. Contará con miembros en Madrid, Sevilla, Barcelona, Jaén, Valencia, y otras ciudades, incluso en Nueva York. Pero siempre con la fórmula una peseta, por día, por semana, por mes. Y siempre dando fe de sus creencias cristianas y con el lema de "por sus obras los conoceréis".

Cuando Ana despierta de sus Sueños, se sienta y lo escribe todo en una libreta, dictado por el mismo Dios o espíritus de su Gloria; ella decía que "Dios no habla para mí, sino para todo el mundo". Publicó más de 94 tomos de sus Sueños Proféticos, con unos cien mensajes cada uno de ellos.

Estos libros, riquísimos en contenido teológico, filosófico y literario, con una abundantísima variedad de temas e ideas, expuestas de una manera asequible, revelan una inmensa sabiduría, capaz de hacer un gran bien a todo el que los leyere. En 1975 se editan los dos primeros: Meditaciones y Palabras directas con el Padre Eterno (tomo I y II), dos décadas después de que experimentara los hechos sobrenaturales. En 1977 ven la luz La Palabra del Creador y Te habla el Profeta, con el Nihil Obstat de la Iglesia Católica, firmado por el entonces obispo de Cuenca, José Guerra Campos.

En 1979 se mantienen los primeros contactos con el Vaticano: Martínez Somalo, monseñor Casaroli e, incluso, Ratzinger. Este mismo año, el Papa Juan Pablo II recibe en propia mano los libros de Ana y, a través de un interlocutor envía bendiciones especiales para ella. En 1986 y 1987, el profesor Aloys G. Tumbo Oeri, catedrático de la Universidad de Nairobi (Kenia), después de conocer la obra de Ana, la propone para el Premio Nobel de la Paz. Y en 1988 hace lo propio Madmud Ali Makki, doctor por la Universidad Complutense de Madrid en la sección de Filología Semítica, una propuesta apoyada por miles de personas.

Su incansable actividad con los humildes, con los necesitados, con los faltos de amor, fue lo que realmente popularizó su obra. En el año 2001 se crea la Fundación, con el fin de divulgar por todo el mundo la obra de Ana García de Cuenca. Como reconocimiento a tan abnegada labor, en 1974 el Gobierno central le concede la Gran Cruz de Beneficencia y, en 1989 más de 8.000 vecinos de Córdoba firmaron su elección como Hija Predilecta de la ciudad. En 2007, el Ayuntamiento puso su nombre a una calle de la ciudad.

Su extensa obra tuvo el reconocimiento de decenas de personalidades e instituciones que prologaron sus libros, como la Conferencia Episcopal, el exrector de la Universidad de Córdoba Eugenio Domínguez, el exalcalde de Córdoba Rafael Merino y varios obispos (ninguno cordobés) y arzobispos. Antonio Gómez Aguilar, párroco de la Trinidad, dijo de ella que "sus visitas son luz, serenidad y paz para los que sufren y los mensajes son una invitación a una conversión constante, para reparar el olvido que miles de personas tienen de Dios". Una peseta al día es la contribución que Ana García recoge de centenares de cordobeses. Una peseta nada más hizo el milagro.

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