El goce de respirar de nuevo
Un veterano en el ámbito del trasplante pulmonar, Francisco Pino, y un 'novato' en esta experiencia de vida, Joaquín Alcántara, comparten sus sensaciones y recuerdos
El simple hecho de respirar por sí mismo, el placer de pasear sin tener que pararse y realizar cualquier actividad física sin problema le era imposible a Joaquín Alcántara hace algo más de un año. Este joven de 34 años, que ahora puede hacer una vida relativamente normal, se sometió a un trasplante de pulmón en el Hospital Reina Sofía en marzo de 2014 como única alternativa contra la silicosis que padecía.
Durante once años Joaquín trabajó como marmolista y, como muchas veces no se ponía la mascarilla protectora, llegó un momento en el que notó ahogo. En las pruebas médicas de su empresa, en 2011, le detectaron una mancha en el pulmón. Al principio volvió al trabajo pero "llegó un momento en el que no podía con el peso de las encimeras", así que fue por lo privado a un neumólogo que le dijo que no estaba en condiciones para desarrollar esa actividad. El siguiente año "fui a mucho peor", estaba enganchado a una bombona de oxígeno y apenas podía caminar, "estaba siempre en casa o en el hospital y además cogía muchas infecciones y estaba muy débil", indica Joaquín.
Su estado empeoraba cada día que pasaba y cuando su médico vio que tenía los pulmones muy secos y además se le encharcaban, le propuso la posibilidad de hacerle un trasplante. Entonces vivía en Jaén, así que hizo los trámites para hacerse en Córdoba las pruebas para meterlo en la lista de espera. Sin embargo, una vez aquí "me dijeron que con esa enfermedad, silicosis, nadie salía, y gracias a Dios aquí estoy".
En ese momento su estado de salud era muy malo y además estaba desnutrido, así que no tuvo más remedio que ganar peso y músculo para que lo pudieran operar: "Me esforcé porque si quería llegar al trasplante no había otra".
Este joven recuerda que recibió la llamada del Reina Sofía pasada la medianoche para decirle que había un posible pulmón para él. Fue en marzo de 2014 y había estado unos cuatro meses esperando. En ese momento "estaba contento" aunque por su cabeza también pasaba la posibilidad de que no saldría de la intervención "pero lo bueno es que abrí los ojos y seguía vivo".
La recuperación fue "dura y lenta pero con el tiempo he ido mejorando y no he tenido ninguna recaída", señala. Ahora su vida ha cambiado y "lo que no disfruté esos dos o tres años lo estoy haciendo ahora: salgo, paseo y hago todo lo que puedo". Es decir, puede hacer vida normal. Joaquín anima a la donación porque "lo mejor es regalar los órganos para dar vida a otras personas que los necesitan". Hace seis meses que se trasladó a Córdoba, donde está "encantado y tranquilo" porque "si enfermo tengo el hospital cerca".
Un veterano en el ámbito del trasplante es Francisco Pino, que ocupa además la presidencia de la Asociación A Pleno Pulmón. Su operación fue en 1999, cuando el mundo de la donación aún no era tan conocido por la población y el programa de trasplante de este órgano llevaba unos pocos años en marcha (el primero fue en octubre de 1993).
A este cordobés le detectaron en el año 86 un enfisema pulmonar y hasta 1999 estuvo tratándose en el Hospital de Los Morales. "Los pulmones los tenía llenos de agujeros, como un colador", por lo que tenía la bombona de oxígeno las 24 horas. Podía andar pero "intentaba hacer algún esfuerzo y me caía", indica Francisco.
En el año 99 los historiales de Los Morales pasaron al Reina Sofía y desde ahí lo llamaron para proponerle que la única solución que había para él era un trasplante. Francisco estaba convencido de que quería probar porque "quería tener mayor calidad de vida", aunque sabía que ello conllevaba un riesgo.
El 30 de noviembre de 1999 a las 16:00 lo llamó su médico para avisarlo sobre dos posibles pulmones (que fueron para él) y cuando llegó al Reina Sofía "había 12 o 14 personas esperándome". Se había concienciado de tal manera que entró al quirófano cantando. La operación "salió divinamente", luego hizo rehabilitación y en este tiempo el único problema que ha tenido fue "un catarro que cogí al año siguiente por el que estuve ingresado una semana".
Desde entonces, Francisco da una y otra vez "gracias a los donantes porque sin ellos no hay trasplantes". Por ello "luchamos diariamente para concienciar a la gente, porque una persona cuando muere, ¿para qué quiere llevarse los órganos? Si los deja aquí puede salvar una o varias vidas".
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