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Hijos ilustres de Córdoba son, en sus versiones estáticas, testigos del presente de la ciudad, lo serán del futuro y fueron muy protagonistas de la historia de la misma cuando sus cuerpos eran de carne y hueso. Tanto que Córdoba les honró dedicándoles esos monumentos en forma de estatua o busto que los han hecho aún más inmortales. Desde Claudio Marcelo a Manolete, pasando por Averroes, el Gran Capitán o Góngora, cuentan en las calles de la ciudad la historia que ellos vivieron. Hace ahora una década, el estudio Patrimonio mueble urbano de Andalucía ponía de manifiesto que Córdoba ha dedicado casi un centenar de monumentos a sus personajes ilustres más recordados, monumentos que también forman parte del patrimonio urbano de la ciudad y que en algunos casos son inmortalizados en forma de selfis por los turistas. Estos son tan solo algunos ejemplos significativos de estos monumentos que se han convertido en un atractivo turístico más de la ciudad.
El monumento al Gran Capitán, que se sitúa en la céntrica plaza de las Tendillas, es obra del escultor Mateo Inurria y fue construido en 1923 en bronce, excepto la cabeza que es de mármol blanco. Una de las más extendidas leyendas que circulan en Córdoba sobre el monumento al Gran Capitán defiende que la cabeza que incluye la estatua es la cabeza del torero Lagartijo. El profesor Ramón Montes señaló la causa de la diferencia material y cromática entre la cabeza y el resto de la escultura: "La figura ecuestre está realizada en bronce, a excepción de la cabeza que es de mármol blanco. Recurso éste, que utilizó Inurria para contrastar y darle una más genuina expresión. Sobre la base de este hecho, existe un bulo según el cual la cabeza del Gran Capitán es la de Lagartijo. Nada más lejano a la realidad. Existen expuestas ambas cabezas, en bronce, en el Museo de Bellas Artes, en donde puede comprobarse el error".
Gonzalo Fernández de Córdoba nació en Montilla el 1 de septiembre de 1433 y falleció en Granada el 2 de diciembre de 1515. Fue un noble y militar que alcanzó el rango de capitán general de los ejércitos de Castilla y Aragón por sus batallas durante la Guerra de Granada (1482-1492) y especialmente, por la Primera Guerra Italiana (1494-1498) y la Guerra de Nápoles (1501-1504), cuyos méritos le convirtieron en virrey de Nápoles entre 1504 y 1507, además de ser nombrado duque de Santángelo, Terranova, Andría, Montalto y Sessa. También fue caballero y comendador de la Orden de Santiago. Finalmente regresó a Castilla y sus últimos días ocupó la alcaldía de Loja, trasladándose a Granada unos meses antes de su fallecimiento.
En el Alcázar de los Reyes Cristianos, decorando su monumental jardín, se encuentra un conjunto escultórico que representa a Colón ante los Reyes Católicos. En los años ochenta del siglo XV, Cristóbal Colón fue recibido por los mismos monarcas en el Alcázar de los Reyes Cristianos de Córdoba, donde habían establecido su corte durante los últimos años previos -casi una década- a la conquista de Granada. Colón expuso a los reyes su proyecto, mostrándose el rey frío y evasivo, más preocupado por la guerra contra los nazaríes que por otros acontecimientos. Sin embargo la reina, que creía más en el proyecto, juzgó conveniente someter los planes de Colón a una comisión de peritos tal como había sucedido en Portugal. Entre 1487 y 1488 esperando en Córdoba la decisión de los monarcas Colón conoció a Beatriz Enríquez de Arana, joven cordobesa de familia humilde, de quién tendría el 15 de agosto de 1488 a su hijo Hernando, historiador y futuro biógrafo del almirante. Colón nunca llegó a contraer matrimonio con la joven cordobesa pero la encomendó en su testamento a su hijo legítimo Diego Colón.
El monumento a Luis de Góngora y Argote es una obra del escultor valenciano y entonces afincado en Córdoba Amadeo Ruiz Olmos. Se trata de una escultura de bulto redondo, de bronce, que representa a Góngora de cuerpo entero, se alza sobre un pedestal de granito gris. Ubicada en la plaza de la Trinidad, frente a la iglesia del mismo nombre y a pocos metros de la casa en la que vivió y murió, rinde tributo a uno de los mayores representantes de la literatura en español de todos los tiempos. La obra se inauguró el 23 de mayo de 1967, el día en que se celebraban los 340 años de la muerte del gran renovador de la poesía en lengua española.
Luis de Góngora y Argote (Córdoba, 11 de julio de 1561 - 23 de mayo de 1627), fue un poeta y dramaturgo español del Siglo de Oro, máximo exponente de la corriente literaria conocida más tarde, y con simplificación perpetuada durante siglos, como culteranismo o gongorismo. Su obra fue imitada a lo largo de los siglos en Europa y América y como si se tratara de un clásico latino, sus obras fueron objeto de exégesis ya en su misma época.
En los jardines que ostentan su nombre, junto al Paseo de la Victoria, se encuentra el monumento al político cordobés, además de poeta y dramaturgo, Ángel de Saavedra, nacido el 10 de marzo de 1791. Obra del famoso escultor Mariano Benlliure, fue construido en el año 1929. De esta escultura se dijo que por sí sola bastaba para justificar la fama de su autor. El monumento está compuesto por una escultura de bronce de Ángel de Saavedra, embozado en una capa. La escultura se sitúa sobre un pedestal de piedra con relieves que representan las obras teatrales más destacadas de este autor. Contiene además inscripciones con porciones de texto de las obras Don Álvaro o la fuerza del sino, Un castellano leal y Al faro de Malta.
En 1800 su familia emigró a Barcelona. Desde temprano dejó clara su postura política luchando contra los invasores franceses y formando parte de las Cortes de Cádiz. En 1821 fue diputado a Cortes por Córdoba y en 1823 ocupó una de las secretarías de la cámara. Su militancia en la facción mas radical del liberalismo le situó en el punto de mira de los absolutistas, que de nuevo en el poder lo arrojaron al exilio en 1823, exilio que no concluyó hasta la muerte de Fernando VII. En 1834 heredó el título de su fallecido hermano, pasando a ser Duque de Rivas y dando un giro conservador a su carrera política. Con la llegada de la Regencia de María Cristina fue nombrado presidente del Consejo de Ministros. Durante sus años de diplomático, ocupó los cargos de embajador en Nápoles y París. En 1852 entró en la Real Academia de la Historia y en 1854 en la de San Fernando. El 22 de junio de 1865, a los 74 años, murió.
El monumento a Julio Romero de Torres está situado en los Jardines de la Agricultura y fue realizado en 1940. Fue promovido por el Ayuntamiento de Córdoba en homenaje al pintor tras su muerte y encargado al escultor almeriense Juan Cristóbal González Quesada, quien utilizó principalmente piedra para el conjunto y bronce para la escultura. El pintor aparece representado en medio del monumento de pie, con su perro Pacheco a sus pies, un galgo negro que le fue regalado por unos amigos.
El 9 de noviembre de 1874 nació en Córdoba, en el edificio que acoge el Museo de Bellas Artes, Julio Romero de Torres. Su padre, Rafael Romero Barros, fue pintor y director-fundador de dicho museo. Inició su vida artística en una época de corrientes pictóricas enfrentadas y vivió intensamente la vida cultural cordobesa de finales del siglo XIX, que giraba en torno a la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes. Elegido académico numérico de esta organización, compaginó su trabajo de profesor de Artes y Oficios con otros de restauración de obras de arte. En sus viajes a Madrid entabló amistad con los tertulianos del café Nuevo Levante, entre los que destacan Zuloaga, José Gutiérrez Solana, los hermanos Baroja y Valle Inclán.
Su pintura abarcó distintas etapas, desde el folklore más tradicional hasta el simbolismo más absoluto. Ha pasado a la historia por pintar a la mujer morena, de rasgos agitanados, ojos profundos y una melancolía eterna, plasmado todo ello en el famoso cuadro La Chiquita Piconera. Julio Romero ha sido de los pocos pintores que ha gozado de fama y reconocimiento en vida, participando en varias exposiciones universales. El 10 de mayo de 1930 murió en su casa de la plaza del Potro. Tras la desaparición del pintor, su familia donó las obras presentadas en la Exposición Iberoamericana sevillana de 1929 al Ayuntamiento de Córdoba para la creación de un museo en su memoria. En 1931 abrió las puertas dicho museo, recuerdo vivo de la poesía en colores de Julio Romero de Torres.
El monumento a Manolete es un conjunto escultórico dedicado al torero Manuel Laureano Rodríguez Sánchez. Se encuentra en la plaza del Conde de Priego, frente a la iglesia fernandina de Santa Marina. Este monumento, obra del escultor Manuel Álvarez Laviada (Trubia 1894 - Madrid, 1958), fue inaugurado el 8 de mayo de 1956.
El 4 de julio de 1917 nació, en el castizo barrio de Santa Marina, Manuel Rodríguez Sánchez, Manolete. De larga casta de toreros, tomó la alternativa el 2 de julio de 1839 en la sevillana plaza de la Maestranza. Desde entonces la carrera de esta joven promesa del toreo se hizo imparable. Paseó su arte por los mejores cosos españoles e, incluso, internacionales, siendo aclamado por el público en México, Perú, Colombia y Venezuela.
Sus amigos lo recordaban como persona de gran seriedad y empaque, rasgos que le llevaron a ganarse el respeto del público. Su personal estilo en la lidia, enfrentándose al toro de perfil, llenó de ovaciones los ruedos. El 28 de agosto del año 1947, Manolete compartió cartel en Linares con Gitanillo de Triana y Luis Miguel Dominguín. El segundo toro de los seis que le pertenecían, un Miura soberbio llamado Islero, lo alcanzó mortalmente, truncando la vida y carrera de este Califa del Toreo. El museo Taurino de Córdoba recoge la vida y carrera del diestro cordobés.
Cinco son los Califas del Toreo: Lagartijo, que en la plaza Vaca de Alfaro se encuentra su busto creado por el escultor Mateo Inurria y fue inaugurada en 2002; Rafael Guerra Guerrita; Rafael González Machaquito; Manolete, que también cuenta con un busto en la plaza de la Lagunilla, obra de Juan Ávalos en 1948; y Manuel Benítez El Cordobés.
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