El Holocausto de Córdoba
La cordobesa es la tercera provincia española con más víctimas en Mauthausen-Gusen (232 de los 352 deportados a campos de concentración), cifra sólo superada por la provincia de Barcelona, con 469 fallecidos, y la de Madrid, con 242
27 de enero, nunca más en ningún lugar contra nadie

Córdoba/El mundo conmemora este 27 de enero el 80 aniversario de la liberación del campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau, donde más de un millón de personas fueron asesinadas por la Alemania nazi, la mayoría de ellas judíos. Cientos de actos de recuerdo a las víctimas servirán este lunes para poner sobre la mesa la importancia de hacer frente al antisemitismo y honrar a quienes perecieron durante el Holocausto. El 27 de enero es el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, proclamado en 2005 por la Unesco.
“En nuestro país, unos 10.000 españoles fueron deportados a los campos de concentración nazis y de esos miles, al menos 352 habían nacido en Córdoba, en unas 60 localidades, y 221 en la provincia de Jaén. La mayoría fueron trasladados al campo de trabajo y exterminio de Mauthausen, pero también hay registros en Buchenwald, Dachau, Flossenbürg, Struthof-Natzweiler, Neuengamme, Sachsenhausen, Gross-Rosen, Mittelbau-Dora y Ravensbrück”, comenta la presidenta de la Asociación Triángulo Azul Stolpersteine, Cristina García.
La Asociación Tiángulo Azul Stolpersteine es una organización sin ánimo de lucro que tiene como fin prioritario y central la recuperación, divulgación y homenaje relacionado con la memoria histórica del exilio y deportación de jiennenses y cordobeses a campos de concentración nazis. “Perdieron la vida de todas las formas imaginables: fusilados, apaleados, gaseados, ahorcados…, aunque la mayoría perecieron por un triángulo de amenazas: hambre, trabajo esclavo y unas condiciones sanitarias deplorables que les provocaban todo tipo de enfermedades”, insisten desde el coletivo.
El Boletín Oficial de Estado (BOE) publicó en agosto de 2019 que 925 andaluces están incluidos en el listado de 4.427 españoles muertos en los campos de concentración de Mauthausen y Gusen con el objetivo de facilitar a los familiares su registro como fallecidos. También esa lista reveló que Córdoba es la tercera provincia española con más víctimas en esos campos, sólo superada por la provincia de Barcelona, con 469 fallecidos, y la de Madrid, con 242. Concretamente, el BOE reveló que la provincia de Córdoba es de la que procedía el mayor número de fallecidos andaluces en los campos de concentración nazis de Mauthausen-Gusen, con 232, seguida de Granada (167), Málaga (135), Almería (131), Jaén (124), Sevilla (74), Cádiz (51) y Huelva (11).
El de Mauthausen (desde el verano de 1938 Mauthausen-Gusen) fue un grupo de campos de concentración nazis situados en torno a la pequeña empresa de Mauthausen, en Austria, a unos 20 kilómetros de la ciudad de Linz. En agosto de 1940 llegó al campo de concentración de Mathausen, en vagones de carga, la primera tanda de los 7.300 españoles inscritos en dicho campo hasta 1945. Estos españoles procedían de la Francia ocupada. Formaban parte del medio millón de republicanos que cruzaron la frontera en los últimos meses de la Guerra Civil, tras la caída de Cataluña.
En una segunda fase (después de 1943) los republicanos españoles que llegaban a Mauthausen eran personas detenidas por su actividad en la resistencia francesa. El eje de la vida en Mauthausen era la cantera de granito, en la cual trabajaban los prisioneros hasta su muerte por extenuación.
Duros testimonios
La Asociación Triángulo Azul Stolpersteine lleva años recopilando testimonios de descendientes de estos cordobeses que sufrieron el nazismo en esos campos de exterminio. “Por las alcachofas de los cuartos de duchas, en vez de salir agua brotaba un gas mortal. A la mayoría los traían engañados. Conducían hasta aquí a familias enteras. Vas a tomar una ducha, les decían. Les desnudaban, les hacían pasar y después cerraban la puerta. Morían arracimados. Eran bestias homicidas los que hacían eso. No podían ser hombres normales. Hay que haber vivido esta experiencia terrible para comprender todo el horror por el que pasamos”.
“El olor a carne quemada era insoportable. En los hornos crematorios cada cinco minutos metían a dos personas, así noche y día. Cuando no daban abasto, hacían unas fosas de 10×10 o 20×20 y ahí se echaban los cadáveres, con cal y tierra encima, y luego se quemaban. Se me quitaban las ganas de vivir. Si esta situación hubiese durado más tiempo, creo que no lo hubiera resistido”, insisten.
Tal y como relatan desde el colectivo, estas son las palabras de esas vivencias muy sufridas en primera persona por dos cordobeses que sobrevivieron al infierno de Mauthausen. Juan Manuel Fernández Colmenero, de Belalcázar, superviviente que rehízo su vida en Austria, tras la liberación, trabajando en la misma cantera en la que casi estuvo a punto de perder su vida; y de Agustín Ruiz Sánchez, deportado de Priego de Córdoba, que emigró a Argentina tras la liberación, dejando a un hijo en España, al que no pudo conocer hasta su vuelta a Priego en 1992, meses antes de su muerte.
Se trata de historias de vida que dejaron cicatrices que el tiempo jamás pudo borrar. Cicatrices como las de Juan Romero, nacido en Torrecampo, quien también pasó por el campo de concentración nazi de Mauthausen. De hecho, fue el último superviviente de ese campo de concentración. Tras ser homenajeado por el Gobierno español en 2020, murió ese mismo año en la localidad francesa de Aÿ-Champagne a los 101 años.
Su historia se asemeja al de muchos de esos compañeros que soportaron el infierno al que los sometían los nazis. Él tuvo más suerte que muchos otros, ya que fue liberado. Tras alistarse en las filas republicanas y perder la guerra, cruzó la frontera con Francia, donde se alistó al poco tiempo en la Legión Extranjera y se trasladó a Argelia. Fue hecho prisionero por los nazis y salvó la vida porque un soldado alsaciano convenció a sus captores de que no había sido él quien había dibujado una hoz y un martillo en los baños de la prisión, siendo Romero el principal sospechoso.
Pero no se libró del campo de Mauthansen, donde fue destinado al servicio de acogida de los nuevos arrestados. “Yo veía a toda la gente que entraba en las cámaras de gas. Algunos pasaban primero por el campo de concentración, pero a otros les llevaban a las duchas directamente desde el tren”, recordaba Romero. Es el caso de una niña cuya mirada inocente no se borró nunca de su memoria. “Me sonrió, la pobre, no sabía dónde iba. Yo tenía ganas de abrazarla, de besarla, pero sabía que si lo hacía, yo iba con ella a la cámara de gas. Eran criminales”, añadía.
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