¡Y tenía corazón!

Humanidades en la Medicina

Enrique Simonet Lombardo recoge en esta obra la autopsia a una joven que podría ser una prostituta

Destaca la rigurosa anatomía del cuerpo, pero fue admirada por su realismo social

Besos robados

#OjoPequealAgua

¡Y tenía corazón!, obra expuesta en el Museo de Málaga
¡Y tenía corazón!, obra expuesta en el Museo de Málaga / Enrique Simonet Lombardo
Rafael Recio - Traumatólogo

06 de agosto 2023 - 06:00

¡Y tenía corazón!, la obra de Enrique Simonet Lombardo (nacido en Valencia de padres malagueños), recoge el momento en el que el forense realiza una autopsia a una joven. Pinta esta obra en Roma en el año 1890 y, aunque la quiso etiquetar dentro de la corriente cientifista del siglo XIX e influenciado por científicos que usaban la autopsia como medio para investigar y remedio para enfermedades en Roma, la pintura fue admirada por su realismo social.

En este realismo social podemos evocar al Memento mori, "recuerda que morirás", o lo que es lo mismo “qué grande eres, pero…morirás”, como le repetía un siervo continuamente al oído a los victoriosos generales romanos mientras desfilaban celebrando su Triunfo.

Este cuadro cargado de emotividad que recoge la figura de una mujer joven, tal vez prostituta, que yace en una mesa fría de mármol, que posiblemente nadie le avisó ni tuvo la oportunidad del Memento mori, de que su evidente belleza se extinguiría; su vida ya pasó; sus alegrías y sus penas han quedado calmadas. En la escena, el viejo médico que acaba de iniciar la necropsia, contemplando el órgano que tiene en su mano, se queda absorto dudando y pensando extrañado… "¡Y tenía corazón!", es decir, sentimientos. Esto nos lleva a la Vanitas, que es un subgénero artístico que resalta el vacío de la vida y la relevancia de la muerte como fin de los placeres terrenales. Vanitas pretendía transmitir tres ideas fundamentales: la vida, como algo pasajero, transitorio, incluso extremadamente fugaz; el concepto de que cualquier bien que pueda apropiarse el ser humano, ya sea material o espiritual, es vacuo e irrelevante, carente de sentido; y un fin de redención, de preparar el alma para la salvación y la vida eterna. Su nombre y su concepción se relacionan con un pasaje del Eclesiastés (libro del Antiguo Testamento de la Biblia) (Vanitas vanitatum).

Se piensa que esta mujer fue encontrada cadáver en el río Tiber, cadáveres que solían pertenecer a meretrices. Ángel Palomares, conservador del Museo de Málaga, sobre la génesis de la obra más popular de la colección del museo, resume varias pistas: las indocumentadas que aparecían muertas en el Tíber solían pertenecer al mundo del hampa. Además, la joven porta una larga melena pelirroja y suelta, característica que se ha asociado a las mujeres de vida licenciosa desde las concubinas renacentistas hasta la escuela prerrafaelita de pintores anglosajones del siglo XIX, cuya influencia ha llegado hasta el siglo XX. Sin ir más lejos, si recordamos, muchas de las mujeres pintadas por Toulouse-Lautrec en los cabarés de París son pelirrojas y de cabello suelto, dos elementos que en aquella época venían a dar cuenta de su vida desordenada.

Este lienzo pintado al óleo de 177 x 291 centímetros, se titula realmente Anatomía del corazón, también denominado Una autopsia, pero popularmente se conoce como ¡Y tenía corazón! Y se encuentra en el Museo de Málaga.

Desde el punto de vista artístico destaca por sus contrastes lumínicos, resaltando directamente la luz en la piel macilenta de la mujer en contraposición con la oscura pared neutra del fondo, y por la bien realizada y rigurosa anatomía del cuerpo y cabellos. El puritanismo de este período toleró representar el desnudo de una bella joven dándole un sentido moral y social muy del gusto de la época. Lo moralizante es que incluso en las personas de los estratos sociales más bajos puede encontrarse un buen corazón.

En la segunda mitad del siglo XIX la sociedad burguesa estigmatizaba y marginaba a estas mujeres cuyo oficio ha sido calificado como el más antiguo del mundo, aunque hipócritamente simulaban piedad y condescendencia, sin molestarse en dejar de estigmatizarlo.

Desde los lupanares de Roma y Pompeya hasta los de nuestros días, con el progreso adquirido, con nuestro desarrollo social y con el sentido de libertad, igualdad y fraternidad, es como si se hubiesen quedado en la entrada de las casas de citas. Pero lo peor es que siguen en la clandestinidad siendo explotadas, marginadas y a veces con la trata de seres humanos quedando relegadas a una humillación continúa, olvidando por parte de la comunidad, el protocolo de Palermo.

¿Es la sociedad hipócrita que queremos?

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