Una jornada repleta de buen vino y alegría
Miles de personas acuden a la trigésimo segunda edición de la Cata Montilla-Moriles en uno de sus días más concurridos para disfrutar de los caldos cordobeses

El reloj marca poco más de las dos de la tarde y los alrededores de la Diputación están más abarrotados que de costumbre. El motivo, de sobra conocido: la trigésimo segunda edición de la Cata de Vino Montilla-Moriles, que ha llegado a sus días nobles: el fin de semana, ese sagrado y corto periodo en el que se suele rendir culto al placer a través de múltiples maneras. Durante estos días, en Córdoba, el hedonismo toma forma de catavino. Si Baco existiera tendría sin ninguna duda su mirada puesta sobre tierras cordobesas.
Se respira cierto ambiente fraterno, de hermanamiento: el vino hace amigos, o eso dicen. Las preocupaciones se han quedado en la puerta de la explanada de la institución provincial o, al menos, se han camuflado con la ayuda de un buen Montilla-Moriles. Conforme avanza el día, la explanada de la Diputación, que alberga productos de 26 bodegas y nueve restaurantes, se va llenando de gente de todas las edades. En la puerta, al margen de varios efectivos policiales que velan por la seguridad, varios voluntarios reparten abanicos. Es de sobra conocido que el vino eleva el calor corporal, y nunca se sabe con seguridad, en estos días primaverales, cuánto puede apretar el mercurio, sobretodo, en un recinto que a lo largo de la tarde se vería abarrotado de personas.
Los primeros aires de un Mayo festivo que ya a está a la vuelta de la esquina se palpan con rotundidad. A través de los altavoces ubicados en el interior de la explanada se escuchan sones de rumbas y sevillanas que incluso consiguen arrancar algún que otro baile. La gente ríe, conversa, bebe y come. Cuatro ritos fundamentales en toda ceremonia que se precie. La tapa, como sabe cualquier amante del vino, es una aliada perfecta, no sólo por que amansa los efectos cuando la toma de estos caldos empieza a alcanzar niveles considerables, sino porque se constituye como un auténtico potenciador del sabor.
Según explica el dueño de la Cazuela de la Espartería, Matías Vega, que lleva acudiendo a este evento desde hace seis años, la gente suele decantarse más por platos fríos y los visitantes tiran de tradición y cordobesía, pues el flamenquín y el salmorejo están siendo los platos más vendidos. A pesar de que la noche del jueves estuvo abarrotada de estudiantes universitarios "vendimos un poco menos, ya que los jóvenes beben mucho pero comen poco", apunta Vega. Para saber el tipo de vino que consumen los visitantes, hay que tener en cuenta varios factores, como la edad, el género o incluso su procedencia. Según destacan desde Bodegas Gracia Hermanos, el sector femenino demanda más el Viñaverde, un vino joven y afrutado; mientras que los extranjeros suelen interesarse por el oloroso y amontillado. El sector juvenil, pide, sobretodo, Pale Cream, según apuntan desde Bodegas Robles.
En la Cata se pueden ver personas de todas las edades y procedencias, desde un grupo de asiáticos -comunidad que cada vez se está decantando más por el vino- hasta cordobeses de toda la vida. Además, no todos acuden a la cita con las mismas motivaciones, mientras que desde un grupo de estudiantes de la Facultad de Derecho apuntan que "no sabemos mucho acerca del Montilla-Moriles y venimos para echar el rato y pasarlo bien", una pareja de mediana edad de la zona del Arroyo del Moro se declara consumidora habitual de estos caldos y asiste al evento con el objetivo de ampliar sus conocimientos vinícolas. En cualquier caso, cualquier excusa es válida para acudir a la Cata a disfrutar del vino. Del buen vino.
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