La jubilación tras una vida entregada al Reina Sofía: el adiós a una segunda casa
Sanidad
Este año, 232 profesionales se han retirado después de desarrollar sus carreras en el hospital cordobés
Siete de ellos comparten sus recuerdos y cuentan qué se llevan de todos estos años
Han dedicado su vida al Hospital Reina Sofía, lo han sentido como su segunda casa, han tenido compañeros que se han convertido en amigos y este 2020 ha llegado el momento de comenzar una nueva etapa. Todos los años, el centro sanitario organiza en diciembre una despedida a los trabajadores que se jubilan, pero debido a la pandemia del covid-19, en esta ocasión no se ha podido hacer.
Así, los 232 profesionales que han dicho adiós al hospital se han ido de una forma más discreta, pero recibiendo mucho cariño por parte de sus compañeros y del centro. En estas líneas damos voz a siete de ellos para hacer un repaso de sus trayectorias. Inmaculada de Julián, Inmaculada Gómez, Paqui Baena, Milagros Ruiz, Araceli Pareja, José Miguel Cañas y Juan Antonio Castro cuentan cómo han sido sus carreras, sus mejores momentos en el Reina Sofía y las situaciones más complicadas que han atravesado a lo largo de sus trayectorias.
"Me quedo con las personas"
Inmaculada de Julián ha estado 38 años trabajando en el Reina Sofía, sobre todo en la secretaría de subdirección médica del Hospital Provincial. Entró con 22 años, en 1982, a través de un convenio con la Diputación. En principio era para trabajar unos tres meses en lo que era la antigua administración y puso "al día facturas que había sin cobrar desde hacía años". "Se ve que les gustó lo que hice porque me renovaron", indica Inmaculada. Primero fueron unos meses más, luego le hicieron un contrato de un año y así hasta que consiguió la plaza.
Es difícil escoger un solo recuerdo de todos estos años, pero sobre todo "me quedo con las personas", señala esta profesional que se ha jubilado de forma anticipada por enfermedad. "Jamás he tenido ningún problema con nadie, al contrario, todo el mundo ha venido a buscarme", explica.
Sus inicios fueron en asuntos de contratación -lo que ahora se conoce como Unidad de Atención al Profesional- y entregaba las nóminas en mano, así que se sabía "el nombre de toda la plantilla". "Se ponían en fila y no tenía ni que preguntarles el nombre", apunta. "Tengo una mochila llena de recuerdos y cosas bonitas vividas allí porque éramos una gran familia", por eso, se marcha de allí habiendo sembrado muy buenas amistades "que perduran en el tiempo".
Uno de los momentos que más le marcó fue la muerte de una de sus compañeras de la subdirección médica -a la que ha estado vinculada durante 30 años-, algo que le impactó mucho porque era una persona joven y fue todo repentino. También ha habido jornadas de mucho trabajo en las que "echábamos muchas horas y nos quedábamos por la tarde e incluso por la noche". Pero todo ello ha valido la pena porque el Reina Sofía ha sido siempre su segunda casa y lo ha llevado "como estandarte", tanto que ha inculcado a sus hijos esa defensa de la sanidad pública.
"Hay pacientes que forman parte de ti"
Hace 20 años que Inmaculada Gómez entró en Reumatología, un tiempo en el que ha atesorado grandes recuerdos y amistades. De hecho, si tuviera que elegir algo de estas dos décadas, se quedaría con la relación con sus compañeros del servicio porque han "trabajado todos a una" y apoyándose entre ellos. "Como en todas las familias, hay desencuentros", indica esta doctora, pero "al final todo tiene solución". También se queda con "el cariño y la empatía con el paciente". Tanto que siente "pena al dejar la profesión porque, después de tantos años, muchos de ellos forman parte de ti".
El periodo más complicado desde que empezó su carrera en el Reina Sofía ha venido, sin duda, con la pandemia del covid-19 porque tienen que ver a la mayoría de los pacientes telemáticamente, lo que en ocasiones hace aún más difícil explicarles lo que tienen y su tratamiento. Sin embargo, "a pesar de que es por teléfono, notas la necesidad que tiene el paciente de comunicarse con su médico y te da satisfacción porque te cuentan de todo ya que hay mucha soledad y necesitan que los escuchen".
Para Inmaculada, el Reina Sofía es su segunda casa porque después de su domicilio familiar, es donde ha pasado "muchísimas horas" de su vida. "Para mí trabajar en el Reina Sofía y en equipo es muy satisfactorio", por eso guarda "un recuerdo entrañable". “Aparte de compañeros -asegura-, de allí me llevo grandes amigos", tanto que como despedida le han hecho una especie de consulta telemática en la que ella ha sentido "el mismo cariño y emoción que si hubiera sido presencial".
"Soy afortunado por haber podido ayudar"
Juan Antonio Castro ha dedicado 29 años a las Urgencias del Hospital Reina Sofía y, de ellos, 18 ha estado en el área de Observación. "Me siento urgenciólogo, aunque la especialidad no existe como tal", asevera este doctor, que durante mucho tiempo ha reivindicado que se la reconozca como tal. En su opinión, el mejor recuerdo que un médico puede tener es "ver que tu actividad ayuda a alguien", una experiencia que ha vivido muchas veces y por eso se siente "afortunado".
Aunque lleva poco tiempo jubilado, piensa mucho "en compañeros y enfermos" y no tanto en la dinámica hospitalaria. Sin duda, se lleva a las personas que ha conocido en el hospital, un lugar en el que siempre se lo ha pasado bien por su carácter y su forma de entender las relaciones.
Al trabajar en Urgencias, ha tenido muchos momentos complicados y "verdaderamente dramáticos" que reflejan que "por encima de nuestra voluntad y conocimiento siempre hay una voluntad superior a la nuestra", indica Castro, que se confiesa creyente. Ese trabajo "es muy duro, pero es muy bonito si tienes esa disponibilidad, y yo la he tenido".
Además de esta labor tan intensa en el hospital, este urgenciólogo ha sacado tiempo para dedicarse a la música "sin volverme loco", una pasión por la que estuvo a punto de dejar la carrera de Medicina. Fue una crisis existencial que finalizó continuando con sus estudios, aunque nunca dejó de componer y tocar; incluso es conocido en este ámbito como Stephen.
En el hospital siempre ha intentado "pasarlo bien" -dentro de lo que cabía- y ser "humilde" porque solo era una pieza de un equipo, aunque dirigiera él: "Si mandas con sencillez, sacas lo mejor del equipo", manifiesta. En ese sentido, se está muy contento porque se va con la sensación de haber ayudado y sintiéndose querido por sus compañeros, y no solo los de Urgencias.
"Mi vocación ha sido el enfermo"
Paqui Baena ha consagrado su vida entera a su profesión, la Enfermería, y al Hospital Reina Sofía. No en vano, tiene una trayectoria de 40 años a los que hay que sumar los tres en los que hizo prácticas durante sus estudios. En 1980 comenzó una carrera que la ha llevado prácticamente por todos los centros sanitarios de la capital para acabar en la Unidad de Coloproctología, donde se ha jubilado.
"Mi vocación ha sido el enfermo y cuando estaba en la gestión -pasó diez años en la Subdirección de Enfermería- echaba de menos esa parte de dedicación al paciente", confiesa. Se siente "afortunada" por haber conocido a tantos compañeros de todos los estamentos y "satisfacción" por el cariño que ha recibido de los pacientes. Todo esto refleja que su vida profesional "ha sido rica en la relación humana".
La mayor satisfacción que ha tenido a lo largo de estos años ha sido el agradecimiento de los pacientes y resalta que además de experiencias se lleva "muchísimos amigos". Pero también ha habido situaciones complicadas. "La primera vez que se me murió un paciente lo pasé muy mal, me acuerdo perfectamente", destaca, igual que cuando había que dar malas noticias porque ella ha "empatizado mucho con los enfermos" y procuraba "no hacer a los demás lo que no me gustaría que me hicieran".
"El hospital lo llevas dentro de ti"
Con solo 18 años, Milagros Ruiz entró a trabajar en el Hospital Reina Sofía, donde ha pasado 45 años de su vida en Servicios Generales. "Yo fui del grupo de profesionales que abrió el Materno-Infantil", recuerda, ya que este hospital se inauguró antes que el General. Estuvo más de 20 años de pinche y en 2000 pasó a la Lavandería como gobernanta, para luego trabajar en el área de Confort y alojamiento.
Para ella, los mejores recuerdos son los del principio, cuando con 18 años entró en el Materno-Infantil con una plantilla "muy joven y con muchas ganas de trabajar que era como una familia". Incluso en navidades ponían un belén e iban por las plantas cantando para alegrar la estancia a los pacientes, "con muchas ganas de vida".
A Milagros le ha costado mucho prejubilarse porque el Reina Sofía es su "vida", por eso los primeros días incluso tuvo ansiedad y sensación de que le falta algo. "El hospital lo llevas dentro de ti y si escuchas hablar mal de él, saltas, estés donde estés", señala.
Cree que el suyo ha sido "un trabajo muy bonito" que le ha dado muchas satisfacciones porque, aunque hubiera mucha tarea, cuando la veías terminada "te sentías muy bien". Por otro lado, subraya que, al ser como una gran familia, en el centro sanitario también hay encuentros y desencuentros, pero "la mayoría de mis vivencias han sido todas bonitas" y de allí, más que compañeras, se lleva amigas con las que habla todos los días. Se han apoyado, han cubierto a quien se encontraba mal, se han consolado juntas e incluso han acudido a bodas, bautizos y comuniones. "Me ha costado mucho quedarme en casa, pero ya tocaba", concluye Milagros.
"Ir a trabajar nunca ha sido una carga"
Araceli Pareja cuenta con una trayectoria de más de 45 años en el Hospital Reina Sofía en funciones de administración fundamentalmente en el área de personal. Entró primero, en 1975, en el Materno-Infantil y llegó por casualidad: cuando tenía 19 años, un vecino le dijo que si le interesaba trabajar como auxiliar administrativa en un nuevo hospital que iban a poner en marcha, se presentó a las pruebas y allí ha estado hasta el pasado septiembre.
En tanto tiempo ha podido reunir "muy buenos recuerdos". Se queda sobre todo con la puesta en marcha en 2006 de la celebración de los Reyes Magos para los hijos de los profesionales con el objetivo de que vieran que "el hospital no es un sitio frío y de enfermedad, sino como un mundo de esperanza". Fue posible "gracias a la colaboración de trabajadores que se dieron como voluntarios". Luego, también hay situaciones "duras" como la pérdida de compañeros. "Es toda una vida y da para todo", incide.
Para ella, el hospital no solo es el centro en el que ha desarrollado su carrera, sino que lo considera "un referente". "Hace tiempo que tengo muy claro para quien trabajaba; la sanidad pública, no para un determinado gerente", asevera. Es por eso que siente el "orgullo" de haber puesto su "granito de arena para mejorar la sanidad pública, no para el enriquecimiento de un empresario".
Las amistades que ha hecho también forman parte de ese saco de vivencias lleno de "buenas personas a las que les tomas mucho cariño". "Para mí no ha sido una carga el ir a trabajar, incluso he tenido la oportunidad de jubilarme antes de la edad reglamentaria -apunta-, pero no veía la necesidad de irme porque estaba muy a gusto".
"El hospital me ha aportado mucho"
José Miguel Cañas entró en 1995 en el Reina Sofía, donde ha estado vinculado a la dirección económica en unidades de cargos a terceros. En todo este periodo ha conocido a personas "muy comprometidas con la sanidad pública y que han dejado lo mejor de su vida en el hospital".
Lo más complicado, sin duda, ha sido el final de su carrera debido a la pandemia del covid-19. "No he visto nada igual como esto, es muy difícil por la gente que lo está pasando mal y por la que se está enfrentando al virus desde nuestro hospital", añade.
Trabajar en un centro de esta categoría, "tan complejo", lo ha motivado y marcado. "Estoy muy contento de haber trabajado en este hospital porque me ha aportado mucho", tanto que nunca ha pensado cambiar de empleo a pesar de que su carrera universitaria no tiene relación con lo que ha hecho. Sin embargo, se ha sentido pleno con lo que hacía y está "muy contento" con su vida laboral. Ha tenido mucha responsabilidad y ha sentido que sus jefes tenían confianza en él, algo que "es de agradecer". "Me he jubilado, pero no tenía unas ganas especiales de hacerlo", finaliza.
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