Julio Romero de Torres, 150 años de un pintor de leyenda

Aniversario

Más allá de la importancia de su obra, el artista fue un personaje carismático admirado dentro y fuera de Córdoba

Julio Romero de Torres dialoga con grandes artistas del siglo XX en una gran exposición en su museo en Córdoba

Julio Romero de Torres posa en su estudio en Córdoba.
Julio Romero de Torres posa en su estudio en Córdoba.

Córdoba/Julio Romero de Torres se ha convertido en un icono que trasciende la pintura. Más allá de su arte, el creador cordobés -de cuyo nacimiento se celebran 150 años este sábado, 9 de noviembre- es un personaje carismático en torno al que se han concebido multitud de leyendas. Su obra es universal, muy valorada y ha sido muy estudiada, pero ¿qué se esconde detrás del lienzo? ¿Cómo era Julio Romero de Torres? "Sobre él, dicen que era muy simpático y que tenía un atractivo personal que envolvía el espacio donde entraba o cuando estaba en una reunión", explica Fuensanta García de la Torre, historiadora del arte y experta en la familia Romero de Torres.

Hay muchas cartas y respuestas en entrevistas de prensa en las que queda constancia de los intereses que tenía el pintor: la pintura, la escultura, la música, la literatura y la arqueología. En general, eran intereses comunes a toda su familia. De hecho, tenían "una colección arqueológica estupenda que empezó a formar Romero Barros y siguieron sus hijos y sus nietos".

El flamenco era otra de las artes que atraían al autor de La Chiquita Piconera. Tanto que "llegó a decir que si a él le hubieran dado a elegir entre Leonardo da Vinci y el cantador Juan Breva, sin duda hubiera elegido ser Juan Breva. Eso dicho por un pintor es como muy emocionante", resalta la que fuera directora del Museo de Bellas Artes de Córdoba entre 1981 y 2012. Además, Julio iba con mucha frecuencia a una taberna que había cerca de la Fuenseca que se llamaba Taberna del Bolillo, donde cantaba y tocaba la guitarra con Juanillo el Chocolatero, de lo que dan testimonio fotos de la época.

Le interesaban también las relaciones personales porque "tenía muchísimos amigos y, sorprendentemente para la época, muchas amigas, pero en el sentido estricto de amistad, no otras cosas que se han dicho de él". Y luego, le fascinaba la ciudad de Córdoba, por eso la lleva a su pintura de una manera muy singular. Romero de Torres pasaba largas temporadas en Madrid, pero siempre volvía a Córdoba porque allí vivía su familia, su mujer, sus hijos, sus hermanos y su madre. También estaban sus amigos de la adolescencia y de adulto.

La figura de Julio está indiscutiblemente ligada a la de su familia, que era "muy especial" y estaba volcada en las artes. Les interesaba "la arqueología, la investigación, el arte, la música y el museo actual de Bellas Artes, que entonces se llamaba Museo de Pintura y luego Museo Provincial de Bellas Artes. A la muerte de Julio, se denominó Museo Romero de Torres y a él dedicaron "una parte importantísima de su vida".  El padre, Rafael Romero Barros, llegó a Córdoba en 1862 como conservador del entonces Museo de Pintura y a la pinacoteca estuvo vinculada su familia hasta 1978, cuando se jubiló su nieto Rafael. Sin embargo, continuaron viviendo en la casa hasta 1991, cuando falleció su nieta María.

Romero de Torres retrata a una mujer con Valle-Inclán como testigo.
Romero de Torres retrata a una mujer con Valle-Inclán como testigo.

Las tertulias en Madrid

Julio se fue a Madrid de profesor a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y alternaba su vida entre Córdoba y Madrid. Realizó viajes por toda España y también visitó el norte de África en 1903, Francia, Reino Unido y a los Países Bajos en 1904 y en 1907 fue a Italia. "Era una persona con un nivel cultural importante", destaca García de la Torre, apuntando que muchas de las cosas que ve en sus viajes se reflejan en sus cuadros. Además, se conserva una serie de postales que envió a su familia.

Su vida en Madrid se desarrollaba entre la Escuela de Bellas Artes, su estudio y las tertulias de los cafés, donde coincidía con los artistas e intelectuales que se reunían en ellas y que, sin duda, eran "las personas vinculadas al mundo cultural más importantes de España en esos años". Allí se producía "un fructífero intercambio de experiencias y conocimiento que enriquecía a todos, sin lugar a dudas", apunta. La persona que lo introduce en esos ambientes madrileños es Ramón María del Valle-Inclán, que es "su mentor en todos esos primeros años y durante toda su vida" porque el escritor "lo protege y lo introduce en ambientes culturales e intelectuales madrileños". Acudían al Café Forno, el Nuevo Levante o el Pombo y allí se encontraban con los hermanos Baroja (Pío y Ricardo), Unamuno, Gómez de la Serna o Cansino Asens, entre otros.

Viviendo en Madrid, "su mundo se abrió mucho más". Los intelectuales, los escritores, los pintores y los músicos que vivían en Madrid "evidentemente no tenían nada que ver con los que podían vivir en cualquier ciudad andaluza". La historiadora del arte resalta que "ahí se le abre un mundo de relaciones culturales y sociales que llegan a ser internacionales, en algunos casos".

Aunque Julio Romero de Torres pasaba el mayor tiempo del año en Madrid, tenía una relación "extraordinaria con su familia". Así se deduce de la documentación conservada, "que es mucha", y de las conversaciones que Fuensanta García de la Torre tuvo con diferentes personas vinculadas al pintor. De hecho, tuvo "la suerte" de conocer a sus tres hijos y a su sobrina Carola, que era hija de su hermano mayor, Eduardo. También conoció a María Teresa López, la modelo de La Chiquita Piconera y Fuensanta, y a varios vecinos mayores de la plaza del Potro que conocieron a Julio. Todos coincidían en que "era una persona de un carácter bueno y una personalidad muy atractiva".

Hay constancia del dinero que Julio mandaba "continuamente desde Madrid para que viviera la familia, no solo su mujer y sus hijos, y la familia también, pese a lo que se ha dicho, iba con frecuencia a Madrid", señala la historiadora del arte. Frente a versiones que aseguran que la relación con su mujer no era buena y que no se veían prácticamente nunca, García de la Torre defiende con documentación que "hay una constancia evidente" de que su mujer iba a la capital a visitarlo. "La leyenda le ha hecho mucho daño, una leyenda, como todas, inventada" y que "a lo mejor tiene un origen de verdad manipulado, lo que hoy llamaríamos una fake news, un bulo". En este sentido, añade que "como es lo que tiene más morbo, es con lo que la gente se queda y lo que va a hacer la leyenda".

La familia Romero de Torres, en patio del museo.
La familia Romero de Torres, en patio del museo.

La admiración a "un insigne obrero del arte"

La sociedad cordobesa de la época lo admiraba y "lo tenía como un ilustre cordobés que llevaba el nombre de Córdoba por donde iba". La prueba de esa adoración está en los múltiples homenajes que se le hacían en la ciudad cuando volvía después de haber sido premiado o condecorado en algún lugar de fuera. García de la Torre cuenta que hay un ejemplo muy significativo fechado el 20 de noviembre de 1910, cuando un aún joven Julio regresa a Córdoba de algún viaje y dos compositores cordobeses que habían hecho un pasodoble que se llamaba La Musa Gitana, como su cuadro, "van con una banda de música a la estación de tren a recibirlo y ahí estrenan el pasodoble".

Y, el mayor reflejo de esa admiración fue su multitudinaria capilla ardiente -instalada en el Museo de Bellas Artes- y su entierro tras su muerte, el 10 de mayo de 1930. La respuesta de los cordobeses fue "abrumadora". La cantidad de coronas de flores que se recibieron no dejaban apenas ver el féretro. Su familia recibió una ingente cantidad de telegramas y cartas de condolencias y la prensa de toda España se hizo eco de su fallecimiento.

García de la Torre destaca una historia "muy emocionante y que se conoce menos" relacionada con su vinculación y sus implicaciones sociales, algo que refleja en su pintura. En este sentido, recuerda la vinculación de la familia Romero de Torres con la Asociación Obrera Cordobesa, la caridad sin límite, que fundaron su padre y el conde de Torres Cabrera. Aunque no hay constancia documental de que él perteneciera a la asociación, su familia estaba muy volcada en ella. Estaba dedicada a enseñar a leer y a escribir a los hijos de los obreros porque "pensaban que si sabían leer y escribir, tendrían capacidad de tener, cuando fueran mayores, un mejor trabajo". Eran "unas ideas avanzadísimas para el siglo XIX, donde una parte importante de la sociedad era analfabeta".

A colación con esto, García de la Torre recuerda que, con motivo de la muerte del pintor, la Casa del Pueblo de Córdoba publicó un manifiesto donde convocaba a todos los obreros cordobeses a que asistieran al entierro. Incluso el texto detalla que, si no les daba tiempo a ir a su casa a cambiarse de ropa, fueran con los monos de trabajo "porque van a honrar a un eminente pintor e insigne obrero del arte, es como lo llaman". Eso demuestra que era "admirado por toda Córdoba, da igual clase social o ideología".

'Vividoras del amor', de Julio Romero de Torres.
'Vividoras del amor', de Julio Romero de Torres.

La Exposición Nacional de 1906

En el conocimiento sobre Romero de Torres y su popularidad "fueron definitivas su participación en las exposiciones nacionales de bellas artes, donde tuvo desilusiones y también muchos premios". Aunque "la desilusión quizás le dio más fama todavía que los premios". Al respecto, García de la Torre explica que en 1906 se presentó a la Exposición Nacional de Bellas Artes con la obra Vividoras del amor, que retrataba a unas mujeres en un prostíbulo esperando clientes. El jurado rechazó esta obra y otras de otros pintores porque no les parecieron adecuadas. "Hubo tal indignación popular que se alquiló en la Gran Vía de Madrid una sala e hicieron una exposición se llamó Rechazados por inmoral", apunta la experta.

A partir de ahí, expone obras sueltas en distintos sitios de España, pero las muestras que lo consagran son una que hizo en 1919 en Bilbao y otra en Buenos Aires en 1922. Esta última lo hizo famoso en toda Hispanoamérica y le comienzan a llegar encargos de muchos de estos países y le ofrecen trabajo para dar clases en las escuelas de bellas artes. "Cuando muere, está soñando con hacer una exposición en Nueva York, pero se puso muy enfermo y no lo logró", descela García de la Torre. Por eso, "el conocimiento y el reconocimiento era indiscutible".

Su poder de seducción

En la actualidad, no hay descendientes de la familia Romero de Torres, ni por parte de Julio ni de sus hermanos. En numerosas ocasiones se ha hablado de hijos ilegítimos del pintor, pero "nadie lo ha demostrado", asevera la exdiretora del Bellas Artes. "Yo creo que entra más en la leyenda que en otra cosa, o en lo que la gente hubiera querido que fuera para seguir aumentando el morbo y la leyenda, algo que yo odio siempre, en este caso y en cualquier caso de la vida", sentencia.

Julio Romero de Torres pintando en su casa estudio de Madrid, en 1919, fotografiado por Alfonso.
Julio Romero de Torres pintando en su casa estudio de Madrid, en 1919, fotografiado por Alfonso.

Lo que sí es cierto es que el pintor tenía "un atractivo personal importante y ese tipo de atractivo personal siempre conlleva un cierto poder de seducción". Esto "lo cuentan quienes lo trataron, y a mí me lo han contado vecinos de la plaza del Potro y no desde la perspectiva del morbo", puntualiza. Carola, sobrina del artista, "siempre que hablaba del tío Julio, reflejaba ese poder de seducción que debía de ser indiscutible". A eso hay que añadir que "además era un hombre de un atractivo físico importante, lo demuestran las fotos que se conservan; luego se deterioró mucho físicamente por la enfermedad, pero en las fotos de joven aparece un hombre guapísimo, con un atractivo importante", incide.

"Si tienes esa personalidad, ese atractivo físico, ese poderío artístico... Pues yo estoy segura de que sí, que era un seductor. Que fuera más allá de todo esto... En esa leyenda no voy a entrar, porque no he entrado nunca y además tengo un rechazo especial hacia eso", asevera.

Su influencia en otras artes

Aunque no hay constancia de seguidores o discípulos, sí hay algunos pintores que beben de la misma fuente o están influidos por Romero de Torres porque son, en algunos casos, contemporáneos, y en otros un poco posteriores. Su obra, sin embargo, sí ha quedado reflejada en la música, sobre todo pasodobles y zarzuelas. Por ejemplo, García de la Torre destaca que hay una zarzuela que se llama La Chiquita Piconera y "las canciones de la mujer morena que cantaban Concha Piquer y Estrellita Castro y que se popularizan más tarde a raíz de cantarlas Manolo Escobar".

En el cine, resalta que hay "películas de Almodóvar con algunas escenas, personajes estáticos, que son obras de Romero de Torres". También en la Blancanieves de Pablo Berger (año 2012) protagonizada por Maribel Verdú y Macarena García hay dos "escenas clarísimas". Una, en la que aparece un cuadro de un torero en el que la composición es la misma que la de Machaquito, de Romero de Torres; y otra en la que Maribel Verdú tiene a un galgo negro cogido por la mano, que se asemeja a la composición de Diana, donde aparece el galgo Pacheco. A esto hay que añadir su influencia en la publicidad, la moda (Loewe, Carolina Herrera, Victorio & Lucchino...) y la fotografía; y la reinterpretación de algunas de sus obras por parte de algunos artistas de las vanguardias contemporáneas.

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